Caminaba por India, en una calle transitada por tuc-tucs, vacas, motocicletas, mujeres cargadas de ramitas de árbol en sus cabezas, … Los monos me miraban desde lo alto del muro pero nada tenía yo que temer pues no llevaba comida a la vista. El chico joven de las tiendecitas a pie de calle seguía llamándome como cada día para que mirara sus collares. El olor a India, aquel calor agradable de una tarde de enero y tanto color a mi alrededor.
Aún así, entre aquel trajín que te mantiene vivo y alerta, entré en un sueño mientras caminaba despierta. Soñé que me encontraba caminando en un campo de limoneros. Cada cual más bello; unos eran altos, otros eran bajos, algunos frondosos, otros con menos frutos y hojas. Yo, navaja en mano, iba catando limones de aquellos árboles. Tenía una cesta colgando de la otra mano e iba poniendo limones que se le parecían a AQUEL LIMÓN. Aquel limón es un limón del que ya poco recuerdo, solo su intenso sabor y aquella espectacular forma en la que me hizo disfrutar de todas sus cualidades. Aquel limón que añoraba y que estaba convencida de que iba a volver a encontrar en alguno de aquellos árboles. Esa era mi misión, encontrar AL LIMÓN que me llevara de vuelta al limón primero. Nada mejor podría ocurrir que encontrar AL LIMÓN que andaba yo buscando.
El amarillo era el color de mi vida. Paseaba tranquila observando mi campo de limoneros y me dejaba alumbrar por el amarillo y cándido Sol. Y ahí, justo bajo mis pies, encontré una naranja.
Me agaché, cogí mi navaja con la que rajé la redondez de aquel nuevo fruto y lo sorbí introduciendo toda mi boca en él. A mi lado, un naranjo. ¡Qué dulzor! Mis ojos se empañaron de emoción ante las recién descubiertas sensaciones. Mi boca seguía palpitando de placer y el nuevo gusto recorría todo mi cuerpo. Nunca antes había probado algo igual y, por supuesto, jamás hubiera esperado encontrarme con aquello. Y, claro, me di cuenta y la luz de sol se iluminó aún más: “¿Cómo iba yo a esperar encontrar en mi futuro ALGO que yo no había conocido en el pasado?”.
Desperté de mi sueño, seguía caminando. Quizás tan solo había dado diez o quince pasos en lo que duraron aquellos pensamientos. Pero ahora, siendo la misma que era unos metros atrás, sabía que cualquier cosa puede esperarte al otro lado de la esquina. Y que podemos estar aspirando a algo maravilloso que un día conocimos, pero que hay todavía cosas más maravillosas que no conocemos y que sin previo aviso pueden caer a tus pies para que tú las recojas.
Yo pensaba que el limón primero era lo mejor. Sin embargo, la naranja trajo a mi vida la conciencia de que la vida es mucho más generosa y rica en regalos de lo que antes creía. Y, por supuesto, ahora que conozco la naranja, sé que nuevos frutos inimaginables pueden hacer presencia en mi vida a cualquier hora y en cualquier lugar.
Disfruté tu relato querida, los limones, los tuc tuc y la observación son una buena mezcla. Cariños.