UN TROZO DE PAN

Caminaba hoy por la calle cuando encontré un gran mendrugo de pan tendido sobre el suelo. La calle estaba limpia y las rocas de color gris daban forma a un suelo en el que había también un poco de asfalto. Miré el mendrugo de pan y sentí, como si pudiera tocarlo, su textura fresca y esponjosa. Parecía venir de un pan recién hecho, de estos panes de color blanco por dentro con corteza crujiente por fuera que se hacen en los pueblos. Era un trozo de pan español; sí, en efecto, lo era.

Iba a agacharme a cogerlo cuando, de repente, me pregunté si aquel mendrugo de pan había llegado hasta mí para ser encontrado, saboreado o, tan solo, observado. La boca se me hacía agua mientras yo seguía pensando en el origen y el destino de aquel trozo de pan. ¿Era ésta una casualidad cualquiera o había cierta magia universal que quería que nos encontráramos aquel trozo de pan y yo?

Recordé entonces el ambiente de los pueblos españoles. Los abuelos sentados a pie de calle, el olor de la comida casera saliendo por las ventanas de los hogares, las fiestas tradicionales donde todos los habitantes se reúnen para celebrar…“Ay…”– suspiré. Todo se hacía sentir como eso que llamamos “casa”.

Me encontraba sentada en la calle, sabía que cualquier transeúnte que pasara por allí me enjuiciaría pensando que era una loca mirando un trozo de pan… pero yo no podía evitarlo. De alguna manera, esto era algo nuevo; un suceso que nunca antes me había pasado. Así que decidí disfrutarlo por ridículo que pareciera desde el exterior.

No sé qué piensas mientras lees esto. ¿Crees que debería alcanzarle mi mano al trozo de pan y llevarlo hacia mis adentros? ¿Crees que algo tan sólido y tierno a la vez debiera pasar entre mis salvajes dientes? ¿Cómo podría hacer algo así?

Cogí el trozo de pan y lo llevé conmigo. No fue a parar dentro de mi cuerpo sino que lo eché en mi bolso. Algo debía hacer con él aunque todavía no supiera el qué de manera exacta.

Encontré un sadhu en mi camino (vivo en India y hay muchos de ellos; son personas que dedican su vida a la espiritualidad dando de lado a todo lo material). Me dijo que nunca quiso probar algo como aquello que le ofrecía. Quizás había demasiado mimo y amor en aquel pedazo de pan. Quizás el sadhu pensó que este mundo de sentires hogareños a él no le correspondía.

Encontré, entonces, a un niño mendigando en la calle. El niño vendía sus dibujos a cambio de dinero. Tampoco quiso saber nada acerca del trozo de pan que le enseñé sacándolo con mis manos desde el fondo de mi bolso.

Los perros que encontré en mi camino y que se acercaban de vez en cuando a olisquear que llevaba tan cerca de mí, parecían más bien interesados en mi olor y mi atención que en aquella joya que ocultaba tímidamente entre mis ropas. El trozo de pan cobraba valor conforme iba avanzando la mañana.

Llegué a las orillas del río. Un color verde esmeralda se extendía sobre las aguas que desprendían destellos y bellos movimientos provocados por el efecto del viento. ¿Qué podría hacer? ¿Quizás trataría de ofrecerlo? Muchas ofrendas se hacen en el Ganges, ¿por qué no soltarlo? ¿Por qué no vendérselo a la fortuna que fluye constantemente en el tiempo?

Pensé en soltarlo, en dejarlo ir; en mirar a la luna que no era visible y entregarlo como una ofrenda. Pensé, pensé, pensé; hasta que lo introduje en mi boca.

Lo introduje en mi boca, lo saboreé y sentí su textura fundiéndose en el interior de un medio acuoso. Lloré. Aquel trozo de pan era justo aquél que se cocinaba en los pueblos, que se compartía con la familia, que ocupaba un lugar central en las celebraciones de una buena fiesta dominguera. ¡Qué bueno se sentía estar de vuelta en casa! ¡Qué ansia había sentido por querer percibir dentro de mí lo que siempre había sabido que era mío..!

Sí; aquel sentir era mío; un sentir provocado por reconocer que aquello casero, mundano, tierno y familiar formaba parte de mi vida. Mío; solo mío; mío el saber que la naturaleza de la que yo estaba hecha era la misma que la que había estado atesorando aquella mañana entre mis manos.

La niña de los fósforos

Puede que te ofenda que mi nivel de inteligencia todavía no haya llegado a estar tan desarrollado como el tuyo. Puede que te duela ver que las heridas que un día se abrieron sigan sin cerrarse. Puede que mi discurso que languidece en lugar de hacerse fuerte, comience a provocar cierta desconexión por tu parte.

Puede que mi intermitencia, apague la llama. Puede que el miedo, frene una iniciativa. Puede que lo que nunca fue, nunca encontrara una salida.

Así que, ¿para que seguir intentando algo que nunca vio una luz? ¿Para que invertir tiempo y esfuerzo en algo que jamás llegó a estar vivo? Si tú vuelves la cara cuando yo te llamo y yo giro la mía cuando eres tú quien me reclama. ¿Qué sinsentido puede querer que continúe una relación así? ¿Qué necesidad cubrimos cuando lo único que buscamos es hacernos daño?

Abrir puertas y nunca cerrarlas puede hacer que entre frío en tu casa. Vivir en un hogar sin fachada, puede dejarte a merced de las avenencias del tiempo y el clima. ¿Y si comenzamos a marcar límites en la Tierra? ¿Y si aprendemos a apoderarnos de lo que realmente es nuestro? ¿Y si supiéramos distinguir entre lo que es tuyo, lo que es mío y lo que no pertenece a ninguno de los dos?

Mendigo deliberadamente mientras consumo mis contados palitos de fósforo. Más sé internamente de ese lugar de ABUNDANCIA que me espera a pocos pasos de esta fría y expuesta esquina en la que me encuentro. Así que, mientras la llama de la última de mis cerillas se consume, confío en llevarme a mí misma allí donde sí se me espera, allí donde sí se me acepta, allí donde las puertas se cierran y donde el frío no entra.

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* Ilustración de uno de mis cuentos preferidos de Andersen cuando era niña- “La fosforera”- y del que, sin duda, me acordé mientras escribía este texto. Rebuscando en internet, lo encontré en el siguiente link: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/andersen/la_nina_de_los_fosforos.htm

EL MUNDO

Si enciendes la televisión, escuchas la radio o abres un periódico, descubrirás que vives en un mundo despiadado en el que vive gente en la que no se puede confiar.

Sin embargo, si abres tus ojos a la gente cercana que te rodea y observas su manera de actuar, descubrirás que en el mundo hay mucha más bondad, compañerismo, altruismo y cariño que el que se comunica en estos medios.

Los medios de comunicación buscan llenarte la cabeza de problemas en los que pensar y hacerte creer que vives en un mundo escaso de recursos y lleno de catástrofes de las que tienes que intentar salir ileso.

A la gente que quiere dominar, no le interesa que tengas la mente clara. No le interesa que veas tu propia grandeza, ni que entres en contacto con los recursos de los que sí dispones, ni que te des cuenta de que puedes CONFIAR y colaborar con otras personas. Ellos quieren hacerte creer que ellos son tu ÚNICA salvación en este mundo “lleno de problemas”.

Pero no, ellos no son tus salvadores. Ellos no tienen ninguna respuesta. La respuesta la tienes TÚ que eres quien DECIDE en qué tipo de mundo quieres CREER vivir.

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Un naranjo entre limoneros

Caminaba por India, en una calle transitada por tuc-tucs, vacas, motocicletas, mujeres cargadas de ramitas de árbol en sus cabezas, … Los monos me miraban desde lo alto del muro pero nada tenía yo que temer pues no llevaba comida a la vista. El chico joven de las tiendecitas a pie de calle seguía llamándome como cada día para que mirara sus collares. El olor a India, aquel calor agradable de una tarde de enero y tanto color a mi alrededor.

Aún así, entre aquel trajín que te mantiene vivo y alerta, entré en un sueño mientras caminaba despierta. Soñé que me encontraba caminando en un campo de limoneros. Cada cual más bello; unos eran altos, otros eran bajos, algunos frondosos, otros con menos frutos y hojas. Yo, navaja en mano, iba catando limones de aquellos árboles. Tenía una cesta colgando de la otra mano e iba poniendo limones que se le parecían a AQUEL LIMÓN. Aquel limón es un limón del que ya poco recuerdo, solo su intenso sabor y aquella espectacular forma en la que me hizo disfrutar de todas sus cualidades. Aquel limón que añoraba y que estaba convencida de que iba a volver a encontrar en alguno de aquellos árboles. Esa era mi misión, encontrar AL LIMÓN que me llevara de vuelta al limón primero. Nada mejor podría ocurrir que encontrar AL LIMÓN que andaba yo buscando.

El amarillo era el color de mi vida. Paseaba tranquila observando mi campo de limoneros y me dejaba alumbrar por el amarillo y cándido Sol. Y ahí, justo bajo mis pies, encontré una naranja.

Me agaché, cogí mi navaja con la que rajé la redondez de aquel nuevo fruto y lo sorbí introduciendo toda mi boca en él. A mi lado, un naranjo. ¡Qué dulzor! Mis ojos se empañaron de emoción ante las recién descubiertas sensaciones. Mi boca seguía palpitando de placer y el nuevo gusto recorría todo mi cuerpo. Nunca antes había probado algo igual y, por supuesto, jamás hubiera esperado encontrarme con aquello. Y, claro, me di cuenta y la luz de sol se iluminó aún más: “¿Cómo iba yo a esperar encontrar en mi futuro ALGO que yo no había conocido en el pasado?”.

Desperté de mi sueño, seguía caminando. Quizás tan solo había dado diez o quince pasos en lo que duraron aquellos pensamientos. Pero ahora, siendo la misma que era unos metros atrás, sabía que cualquier cosa puede esperarte al otro lado de la esquina. Y que podemos estar aspirando a algo maravilloso que un día conocimos, pero que hay todavía cosas más maravillosas que no conocemos y que sin previo aviso pueden caer a tus pies para que tú las recojas.

Yo pensaba que el limón primero era lo mejor. Sin embargo, la naranja trajo a mi vida la conciencia de que la vida es mucho más generosa y rica en regalos de lo que antes creía. Y, por supuesto, ahora que conozco la naranja, sé que nuevos frutos inimaginables pueden hacer presencia en mi vida a cualquier hora y en cualquier lugar.

AMOR

¿Qué significa la palabra AMOR para ti?

Una vez me hicieron esa pregunta y no supe qué contestar. La pregunta seguía viniendo a mi cabeza días después en diferentes momentos. Las respuestas eran diversas aunque siempre compartían algo en común. Finalmente, una mañana, escribí mi respuesta:

«Abundancia, eso es amor para mi. Recibir en abundancia, tener tanto que no te queda otra opción más que darlo. Darse a uno mismo, eso es amor. Entregarse, llenarse y vaciarse. Amar es compartirse a uno mismo, es mostrarse y postrarse ante las maravillas de este mundo que nos sustenta»

Y sí, me he dado cuenta que amar es compartir. Y compartir es cuando recibir y dar se funden en un mismo acto. A veces el foco está más en dar, otras veces necesitamos abrirnos a recibir. Y siempre, aunque no nos demos cuenta ambos verbos se están dando al mismo tiempo porque cuando yo doy, hay alguien o algo que lo recibe; y cuando yo recibo, alguien o algo está entregando algo de sí mismo para mí.

Cuando hablo de amor me refiero a esos momentos que todos conocemos. Cuando le abrimos nuestros brazos a un niño y él nos da su calor, cuando observamos el cielo en una noche de luna llena y le otorgamos al universo nuestra presencia, cuando nos rodeamos de aquellos que queremos y estos ríen envolviendo nuestro alrededor de alegría, cuando nos entregamos de manera honesta y vulnerable tal cual somos, cuando recibimos a los demás como son…

Comparto una foto personal LLENA de amor. Llena de ese momento en el que dar y recibir se funden en un solo acto.

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Pide y recibirás

Hace tan solo dos meses, un muy buen amigo, me comentaba: “Tengo mucho trabajo como actor de teatro para el próximo año pero, en realidad, estoy empezando a pensar que este trabajo no es beneficioso para mí; mi cuerpo se expone a muchas emociones y tensiones que no son mías. Me encantaría ser cantante, ya tengo algunas canciones escritas. Quiero crear yo algo puro y mío y expresarlo con mi voz… pero claro, me siento muy inseguro, ese mundo es nuevo para mi. Necesitaría encontrar a alguien que ya sepa de esto y me guíe, alguien que quiera hacer música conmigo para poder poner en marcha mi proyecto de ser cantante…”

A pesar de que yo le quiero con locura y sé el talento que él tiene, mi lado exigente me dijo: “Pensando de esta manera, va a costarle un tiempo salir hacia delante como cantante. Si piensa que él sólo no puede y que necesita de la ayuda de alguien para empezar, esto va a tardar en arrancar…”

Pues bien, hoy (tan solo dos meses después) he recibido un mail suyo diciéndome: “Ya está aquí el material, lo grabé este verano en colaboración con un hombre que he conocido dedicado al mundo de la música y el teatro. El proyecto comienza en abril. Pronto te contaré cómo va todo y cómo ha surgido.”

Así que aquí me encuentro, sorprendida, orgullosa y contenta, escribiendo este post mientras escucho una de las once canciones que antes del verano tan solo eran un sueño en la vida de mi amigo.

“¡Pues sí que ha sido fácil!”. Y, sí, con todo esto me doy cuenta que muchas veces tiendo a pensar que las cosas tienen que ser complejas por naturaleza. Jamás me hubiera dado yo el derecho a decir que “quiero encontrar a alguien que me ayude” y ni se me hubiera ocurrido imaginar que de una manera tan fácil y sencilla se podría abrir ante mi un camino de flores sin necesidad de sacrificio, esfuerzo o cierta seriedad.

Y, bien, veo clarísimamente que si yo misma pienso que las cosas no son fáciles, ¿cómo van a ser las cosas para mí? ¡Difíciles!

Y si pienso que para realizar un sueño es necesaria cierta seriedad, ¿cómo va a ser mi camino? ¡Serio y aburrido!

Y si creo que es necesario sufrir para conseguir cualquier cosa que uno desee, ¿qué voy a provocar en mi misma para satisfacer mis deseos? ¡Sufrimiento!

Así que hoy, mientras escucho estas canciones realizadas con amor, confianza, apertura y disfrute, doy un giro en mi forma de pensar y veo que:

La vida es sencilla si uno así lo desea.

Los tesoros están en abundancia a nuestro alrededor. Solo hay que entender que los merecemos por naturaleza, pedírselos a la vida, abrir los brazos y RECIBIR.

Y sin más historias, uno puede RECIBIR de la vida tan solo disfrutando y sin dar nada a cambio, de hecho, creo que esa es la mayor lección que necesitamos entender aquí como seres humanos en la tierra. Después de tanto bombardeo desde cualquier tipo de autoridad de que “somos pecadores”, necesitamos reconectar con nuestra esencia para corroborar desde el corazón que somos maravillosos tal cual somos y que merecemos todo tipo de placer, goce y disfrute tan solo por el hecho de SER, SIN NECESIDAD DE HACER nada para ganarlo.

Que sólo por el hecho de SER, nos demos todos el derecho a PEDIR Y RECIBIR los placeres de la vida.

«Pide y recibirás, busca y encontrarás, golpea y las puertas se te abrirán». (Mateo 7:7-11)

Gracias Claudius por enseñarme lo que es posible