ESPACIO PARA EL DOLOR

Captura de pantalla 2015-07-27 a la(s) 19.31.42

No sé cómo llevas tú eso de que las cosas duelan, tampoco sé si eres de los que las siente, las ignora o las consigue sortear de alguna manera. Yo soy de las que un pequeño golpe, me noquea, me deja K.O. Sí, también soy de las que goza con las pequeñas y diminutas experiencias.

Pero yendo por los derroteros que vamos, es decir, caminando el sendero del lado oscuro del dolor; he de confesar que he “pecado” de quedarme allí mucho más tiempo del necesario.

Hay personas que tienen tanto sufrimiento acumulado desde la infancia que han quedado insensibilizadas. Es tal la profundidad de la herida que llevan que ya no consiguen sentir las pequeñas frustraciones que se les presentan en la vida. En cuanto ven venir algo que les pueda mostrar su portentoso sufrimiento, salen despavoridos en otra dirección. No quieren ver de frente sus agonías, sus necesidades; utilizan un mecanismo de defensa para proteger esa aparente estabilidad de que nada les afecta internamente. Huyen.

Hay otras personas que esto del dolor se lo toman de otra manera. Se lo beben a tragos largos y hasta lo disfrutan. Se regodean con lo doloroso, les fascina la nostalgia, hacen arte con las lágrimas guardadas y usan todos los momentos de “bajón” para aprender algo de ellos. No está mal, siempre que no se convierta en una adicción.

Y bueno, los hay también que saben mirar los asuntos del dolor con distancia. Sienten un poquito, lo saborean con la puntita de su lengua y deciden continuar caminando por las sendas de lo fácil y lo sencillo. Utilizan mucho la cabeza y le dejan cierta voz al corazón- unos más y otros menos. Se cae en la posibilidad de ignorar la profundidad de una herida y poder sanarla del todo; aunque también se abre la opción de que la vida te vaya curando poco a poco, sin necesidad de que tengas que meterte de lleno en cada duelo.

Diré que esta última manera descrita de llevar el dolor es la que, últimamente, más me está llamando la atención. Yo siempre he sido de zambullirme en pozos oscuros, he extraído mucho alquitrán y me he pringado de pies a cabeza. Creo que me lo he pasado bien; pero puede que me haya perdido rayos del sol que sí brillaban a no muchos metros arriba de mi cabeza.

Y, por eso, por mi tendencia a acampar en los estados de ánimo melancólicos y paralizantes, comencé a tomar a otras personas como ejemplo: aquellas que sienten pero también PIENSAN.

Y es que en el mundo del CORAZÓN (y no hablo de prensa rosa) se ha establecido una guerra campal contra la cabeza. Aquellos que nos dimos cuenta de que vivíamos regidos por leyes mentales arcaicas y, muchas veces, impuestas desde el exterior; decidimos cambiar de capitán de barco y comenzar a escuchar a nuestras emociones. Eso sí, en la radicalidad que caracteriza a aquellos que quieren romper con todo, decidimos que la voz de nuestra cabeza era algo malvado que había que ignorar. A partir de ahora, nos dijimos, “¡CORAZÓN Y PUNTO!”

Y, claro, así me fue. Podría pintar un cuadro de 1000 metros cuadrados con todo tipo de emociones que descubrí y que todavía no han sido registradas en el diccionario. Y… que sí, que sí… que me lo pasé muy bien… pero acabó resultándome cansado.

La cabeza encontró su lugar en mi cuerpo y ya entendí que de ella también puede salir una voz dulce y pacificadora de fieras. El mundo de la razón no es tan temible como pensaba y resulta que vienen de él mensajes que encuentro amigables y de gran utilidad. E incluso los pensamientos hostiles comienzan a tener un hueco en el espacio de este corazón que se va abriendo a escucharlos.

Solo se trata de…

Sentarse a SENTIR si eres un cerebrito racional que no siente nada.

ó

Sentarse a PENSAR de manera práctica si eres una fiera salvaje e indomable que sigue los dictados de su corazón a cada instante.

Haciendo que haya un equilibrio entre cuerpo, corazón y mente; y tocando fondo pero sabiéndonos impulsar con el uso de nuestros pies que para eso están.

Que en la vida hay muchos amaneceres, todos únicos y especiales, y tenemos que verlos TODOS. Eso de andar escondidos bajo las sábanas de nuestra cama, ya no se lleva nada.

DUëLE

Hay veces que cuesta reconocer que algo te duele, te pica, te escuece, te molesta. Haces como si nada, te soplas un poquito la herida disimuladamente e intentas mirar hacia otros lugares que parezcan ser más interesantes y tengan un contenido algo más seductor, llamativo o tranquilizador.

Pero no funciona.

Respiras y continúas fingiendo que no ocurre nada. Sacas tu mejor voz, te retiras el pelo de la cara con un gesto suave y de dulzura, estiras un poco las piernas, pones la espalda algo más recta; y sonríes.

Pero no funciona.

Entonces enciendes la televisión, el móvil o cualquier otro aparato electrónico que tenga algo de LUZ, vida y movimiento. Y te dejas llevar. Te dejas llevar por las imágenes, por las letras que han sido conformadas desde un teclado, por escritos insulsos y noticias que carecen de sentido y significado en tu propia vida.

Y ya parece que funciona.

Aquella herida que se grabó en la retina de tus ojos comienza a ser algo etéreo y desterrado. El dolor, picor, escozor y la molestia que sentías parecen no percibirse demasiado.

Y así estamos: medio dormidos, medio drogados. Evitando sentir algo. Dejando pasar el tiempo, queriendo sortear el hecho de sabernos esclavos de las heridas del pasado.

Captura de pantalla 2015-08-17 a la(s) 19.15.43

Ilustración personal

HISTORIAS O MAGIA

3c63c11d0adf90648a94e3e4f85f1f95Nos creemos parecidos cuando, en realidad, somos diferentes. ¿Por qué hubiéramos sido paridos si tuviéramos exactamente lo mismo que aportar que el hijo del vecino?

No, la realidad es que a simple vista nos sentimos como iguales, como calcos, como copias y retratos del pasado; pero no lo somos. Y por eso nos callamos, por eso no nos expresamos, por eso no nos compartimos. Porque nos creemos repetidos, faltos de autenticidad, carentes de distintivos.

Y no es así.

Nos hemos creído una mentira dolorosa que nos hace tapar nuestros jardines de rosas. Hemos caído en la tremenda trampa de pensar que el de al lado puede que sea una super-star pero que nosotros no lo somos. Agachamos la cabeza, dejamos caer los brazos… y nos hundimos en el suelo como un muro pesado; creyéndonos ser ruinas, dejando de lado cualquier opción a compartir lo que somos, a caminar firmes, a abrirnos paso.

Por eso que no te sorprenda cuando quieres abrir la boca pero no salen de ti las palabras, cuando te adelantas para mostrarte pero te repliegas avergonzada, cuando te sorprendes caminando de puntillas, silenciosa, cautelosa, ensimismada…

Y ya basta de este absurdo en el que unos pocos se comen el banquete de saberse valiosos. Y ya basta de esas caritas tristes de seres malcomientes que se autotorturan con mensajes que les dicen ser feos, malos, tontos o indiferentes.

No nos mantengamos impasibles ante el hecho de creernos normales o faltos de carisma y de magia. Desencadenemos una guerra interna con esas imágenes estáticas carentes de vida que tenemos de nosotros mismos y démosle vida carnal a este alma nuestra como Geppetto hizo con Pinocho.

Redescubrámonos día a día, devolvámonos la voz, comencemos danzas que jamás hubiéramos imaginado estar bailando y juguemos a ser aquello que SÍ somos. Pues la vida es un JUEGO tremendamente espontáneo. Y todo lo demás, historias poco interesantes que ya nos hemos contado una y mil veces.

OTROS REINOS

reinos

Hubo una vez un Reino en el que vivían todas las palabras no dichas, los abrazos no dados y las caricias no entregadas. Un reino en el que tú viajabas a lugares que nunca habías visitado y tomabas la dirección contraria a la que un día elegiste. En ese reino habían bebés de parejas que podrían haberse unido, árboles que podían haber sido plantados y flores vivas que un día murieron porque no se regaron.

El reino contemplaba todas tus posibilidades, todas las vidas que podrías haber llevado, todos los caminos que podrías haber transitado.

Tu abuela vivía otra vida que había soñado; tu madre, todavía pequeña, chapoteaba con sus pies los charcos de una lluvia que aún no había llegado. Y tú, tú te alzabas firme sobre tus pies en el medio de un amplio prado. Respirabas hondo, girando lentamente sobre ti misma, contemplando todas las direcciones que se presentaban a cada costado. Y, ahí, expandiendo tus brazos como si se trataran de agújas de una brújula que pretende conocer su camino ideal no tomado, decidiste girar más rápido.

Poco a poco, mientras ibas girando, ibas integrando: el camino A que podría haber tomado, el camino B que dejé de lado, el camino C que descarté por un amado, el camino D que pospuse por un parto, el camino E que no tomé por otra alegría que me habían dado, el camino F que me dio miedo transitarlo… Y así, girando cada vez más rápido, sintiendo cada dirección en tu cuerpo, caíste extasiada en tu propio centro. Y quedaste solo tú, respirando.

Desapareciste, desapareciste como lo hacen las ilusiones. Desapareciste como lo hacen los pensamientos y las ideas que solo viven en la cabeza.

Y fue entonces cuando, finalmente, te entregaste a vivir entendiendo que no hay mejor camino que el que un día fue tomado y que no hay nada que le falte al presente en el que ahora te has situado.

Agradeciendo tu vida, tu cuerpo y tu lugar, te levantaste de aquel suelo en el que creías haber caído. Y ya no había nada a tu lado. Ya no habían opciones, no habían caminos, ni decisiones que tomar…

Viendo que todo a tu alrededor había desaparecido y que no había ningún lugar al que tener que visitar, decidiste cerrar tus ojos, poner las manos en tu corazón y comenzar a CAMINAR.

PERDIDAMENTE VULNERABLE

El otro día pensaba en una de mis cualidades: la pasión y la entrega a la hora de vivir lo que la vida me brinda. No suele ser tan común, creo, que la gente se entregue tanto a entender qué le está pasando o a desgranar todo aquello que va sucediendo.

Al fin y al cabo, veo que vivo la vida de manera auténtica y que siempre estoy dispuesta. Soy yo misma aunque a veces me pese y siempre intento no defraudarme a mí siendo leal y sincera con lo que de verdad está ocurriendo en mi interior. Busco experiencias, las observo atenta desde todos los ángulos como si se trataran de un complejo y misterioso prisma, lloro lo que me duele y le sonrío a momentos sencillos que encuentro llenos de magia. Me compadezco de mí, me abrazo, me riño, me beso… vivo, de pleno, siempre conmigo misma.

No voy a negar que a veces quiera echar a correr por patas cuando emociones desagradables se posicionan como losas en mi interior. Siempre hay algo mejor que hacer que sentarse a ver lo que a una no le gusta y muchas veces caigo en la tentación de agarrar cualquier juguetito antes de vivirme plenamente en ese momento que califico como desagradable.

Escuchando a Teal Swan el otro día, aprendí mucho de lo que es ese estado de presencia incondicional con uno mismo. Ella explicaba que, muchas veces, cuando nos encontramos en desasosiego, corremos a hacer cualquier otra cosa para evitar estar en ello: nos vamos a la calle a correr para liberar esa energía, nos tomamos un trozo de chocolate o una copa de vino, cogemos el móvil o nos ponemos enfurecidamente a meditar en el “ahora, ahora, ahora” intentando expulsar de nuestro interior una emoción real que está llamándonos a gritos desesperada para que le hagamos algún caso.

Decía ella que, precisamente, con la herida que tenemos todos de haber llevado una infancia desatendida en lo que no les es agradable a nuestros padres (te quiero si estás contento, te quiero si te portas bien, te quiero si no rompes mis esquemas mentales…) acabamos siendo nosotros los que también nos damos ese mismo mensaje de tener que ser de una determinada manera para contar con nuestro propio apoyo y atención.

Ella afirmaba que, cuando huímos de una emoción, estamos huyendo de nosotros mismos. Nos dividimos en dos, la que siente y la que niega lo que se está sintiendo. ¡Nos abandonamos! ¡Solo queremos estar con nosotros mismos cuando estamos bien! 

Quererse significa estar a nuestro lado en lo bueno y en lo malo. Y saber que uno puede contar con uno mismo a todas horas es un regalo que nadie nos puede quitar.

Las palabras siempre han sido fáciles –por lo menos, para mí- pero ¡a ver quién tiene el coraje para sentarse consigo mismo y respirar una y otra vez SINTIENDO a cada segundo eso que pincha bien adentro!

Lo bonito del tema es como uno se ablanda cuando hace este tipo de prácticas. Te das cuenta de lo “cervatillo” herido que eres y, entonces, puedes volver a salir al ruedo sin necesidad de hacerte el fuerte.

Y sí, tras esto que aprendí de aquella mujer, he estado observándome cuando huyo de mí misma. Y no me apetece hacerme eso más. Quiero contar conmigo de verdad. No me quiero abandonar. Por eso, espero tener el coraje de vivirme plenamente, estando a mi lado y acompañándome en cada emoción. Sacar esa fiera valiente que llevo dentro y MIRAR, MIRAR Y MIRAR de frente aquellas cosas que me hacen sentir perdidamente vulnerable.

Imagen

Ilustración propia: «Oh Dios, si tan solo pudiera dejar de huir de la tristeza»

«Precisamente, sufrimos por querer huir del propio sufrimiento», Teal Swan

 

Nosotros elegimos

No debo irme muy lejos en mis experiencias para darme cuenta que estoy haciendo lo que quiero. Justo ahora, mientras estoy escribiendo, dos grandes hormigas pasean por la pantalla del ordenador. La naturaleza es muy importante para mí, la Tierra lo es. Nadie me ha hablado de lo importante que es estar conectado con la naturaleza ni he nacido en un ambiente que haya propiciado eso. Sin embargo, sé lo necesario que es para mi bienestar el estar rodeada de árboles, respirar aire puro, entrar en contacto directo con el suelo en su estado natural…

El suelo asfaltado, las estudiadas autopistas, los edificios de hormigón que se elevan alto sobre el suelo, las calles cuadriculadas, las tiendas homogeneizadas,… Las ciudades en sí, simplemente, me ponen triste.

Las sillas y las mesas separadas del suelo, el mobiliario de las casas manteniendo unas formas tan puntiagudas y perfectas; la pulcritud general, el aislamiento con el vecino… Las casas en sí, simplemente, me ponen triste.

La gente saludándose por la calle manteniendo las distancias, los padres que procuran educar a sus bebés con rectitud, no ver ni una sola mancha en la ropa de los niños, la represión de la espontaneidad, el apremio a lo racional, el olvido de lo que nos hace sentir más vivos, la soledad del individuo que cree que hay algo raro en él porque nadie comparte lo que vive en el interior de cada uno, la brecha entre la realidad y lo que queremos aparentar… La sociedad en sí, simplemente, me pone triste.

Y de alguna manera, por muy triste que me parezca que el mundo se esté autodestruyendo, yo sé que algo bien debo estar haciendo pues el aire es fresco a mi alrededor, estoy sentada sobre pura piedra arenosa, escucho los grillos, siento la humedad marina y estoy conviviendo en una comunidad amorosa en la que cada día y cada noche tengo la oportunidad de sentir cerca a todas estas personas y compartir con ellas el amor natural que nace de todos nosotros. Y digo que algo bien debo de estar haciendo porque lo que estoy haciendo es exactamente lo que quiero. Y el lugar en el que estoy es el lugar que me hace sentir viva y feliz. Sí, estoy decidiendo.

Y darme cuenta de que estoy haciendo lo que quiero unido al respeto que siento hacia las otras personas que también deciden hacer lo que quieren, es lo que me da fuerza cada día. Porque me he dado cuenta que todos hacemos lo que queremos. De manera consciente o inconsciente, lo que optamos por hacer es exactamente aquello que queremos hacer. Y si optamos por ser infelices es porque estamos sacando un beneficio de ello que nos procura cierta seguridad o comodidad disfrazada de felicidad. 

Simplemente, porque somos diferentes, cada uno opta por hacer de su vida lo que quiere. Así que no perdamos el tiempo quejándonos pues somos nosotros mismos los que decidimos por nosotros. 

Sí, vengo a decir que somos poderosos. Que eres poderoso y eliges a cada instante. Eliges por ti y para ti. Y estés haciendo lo que estés haciendo es, por alguna razón conocida o no, lo que verdaderamente quieres hacer. Así que mira a tu alrededor, mira lo que has elegido tú y pregúntate por qué has optado por crear esta realidad para ti, cuáles han sido tus motivaciones, cuáles han sido tus miedos y qué beneficios estás sacando de la situación actual que has creado para ti. Da luz a tu situación actual y mírala por lo que es puesto que tú la has elegido. Todos elegimos la vida que vivimos. Y es nuestra responsabilidad elegir nuestro propio bienestar. 

Tengo suficiente

Vídeo

Este vídeo que publico hoy es muy especial para mi. Alguien lo grabó hace un año mientras bailaba con Chungliang Al Huang, un hombre maravilloso que enseña desde el corazón, un maestro del que vale la pena saber más. La canción que se escucha se titula “Ich Habe Genug” que significa “tengo suficiente” o “estoy contento–de estar contentado, de no necesitar nada más. Y así siento hoy a mi corazón: calentito, en casa y diciéndome que tenemos suficiente. Mi vida es jugosa y llena de experiencias. No puedo pedir nada más. No quiero usar mi tiempo pidiendo nada más que lo que tengo. Tengo suficiente, me siento contenta. Llena y plena desde el corazón.

MI VELERO

Necesito de ti. Del Dios verdadero, del que calienta mis noches tan solo con sentirme, del que me quiere tal y como vine.

El que no exige, el que da aliento, el que está presente, el que hace que mi corazón sea motor de mi cuerpo.

De ese Dios quiero, el que vive en mis adentros, el que me arraiga al suelo, el que se manifiesta a través de las formas, el que me mueve con respeto.

No busco otros guías, ni seguir furiosas corrientes de miedos.

Quiero sentir qué late dentro y darle forma con este cuerpo. Compartir, amar, ser mensajera de bellos conocimientos.

No tengo mayor anhelo que aprender a cuidar mi velero.

Guiame, viejo amigo, sé tú mi consejero. Y que sea a través de esta Tierra a la que yo amo y a la que todo y nada debo.

velero consejero

¿SUEÑAS? ¡VIVE!

Vídeo

¿Es la vida un sueño? ¿O eso que sueñas puede ser tu vida?

¿Qué harías con tu vida si te atrevieras a soñar y poner esos sueños en práctica? ¿Qué harías si supieras que ello te va a traer la máxima felicidad? ¿Qué harías? ¿Qué deseas? ¿Qué te gusta? ¿A qué dedicarías tu tiempo si no importara la opinión de los demás? ¿Cómo sería tu vida si no necesitaras comprar el amor de los demás? ¿Qué te rodearía si desde tu corazón tomaras tú tus decisiones? ¿Qué olores habrían? ¿Qué te ves haciendo? ¿Habría gente a tu alrededor? ¿Quizás naturaleza? ¿Y color? ¿Brillo? ¿Frío o calor? ¿Cómo dirigirías tu vida si no necesitaras el dinero? ¿Cómo dirigirías tu vida si no hubiera un mañana que construir? ¿A dónde te dirigirías si supieras que en ese destino se te espera con los brazos abiertos?

¿Qué le pides a la vida?

¿Qué necesitas?

¿Qué te hace sentir viva?

¿Qué haría que te levantaras por la mañana con una bella sonrisa?

¿Qué lleva tiempo pidiéndote tu corazón?

¿Y tu cuerpo? ¿Eres dueña de tu bello, sofisticado e increíble cuerpo? ¿Qué podéis hacer juntos? ¿Dónde le llevarías? ¿Qué necesita?

Publico aquí el vídeo que ha suscitado todas estas preguntas y confío en estar ya manos a la obra para vivir de lleno cada una de las respuestas.

“Ve con confianza hacia la dirección de tus sueños. Vive la vida que has imaginado.” Thoreau