MI VELERO

Necesito de ti. Del Dios verdadero, del que calienta mis noches tan solo con sentirme, del que me quiere tal y como vine.

El que no exige, el que da aliento, el que está presente, el que hace que mi corazón sea motor de mi cuerpo.

De ese Dios quiero, el que vive en mis adentros, el que me arraiga al suelo, el que se manifiesta a través de las formas, el que me mueve con respeto.

No busco otros guías, ni seguir furiosas corrientes de miedos.

Quiero sentir qué late dentro y darle forma con este cuerpo. Compartir, amar, ser mensajera de bellos conocimientos.

No tengo mayor anhelo que aprender a cuidar mi velero.

Guiame, viejo amigo, sé tú mi consejero. Y que sea a través de esta Tierra a la que yo amo y a la que todo y nada debo.

velero consejero

ERES TÚ

«No soy saludo, ni despedida; ni lo blanco ni lo negro soy. No como me defines, ni como me lees, ni aquel del que te hablaron o de quien oíste hablar.

No soy el cielo, no soy la tierra; de nadie a su cadena voy atado, ni siervo de ningún credo soy.

No soy una ilusión, ni copa de vino para tu corazón solitario.

No estoy cautivo, de nadie soy rehén; no soy alguien sin valor, ni me envía maestro alguno.

No soy mendigo de cualquier templo o mezquita o taberna. Ni el infierno ni el paraíso soy, así es mi esencia.

No digo estas palabras hoy, ni hoy las escribo; con pluma de luz lo hice en la aurora de la preeternidad.

Si eres capaz de entender tal sutileza, te lo revelo en secreto y susurrando, para que nadie escuche este secreto precioso del universo:

todo cuanto han dicho y recitado, eres tú; tu eres el alma del mundo, oculto y visible eres tú.

Tú eres aquel a quien toda una vida buscas con sollozos; no sabes que tú mismo eres el núcleo mismo del amor.

Tú eres los misterios ocultos, tú el jardín del Edén. Tú la respuesta a toda filosofía, a todo cómo y porqué.

Juro por ti que te mostraron este misterio, y tú, sin temor, despertaste: más inmenso que los universos, no eres parte alguna ni agua en cuenco de barro.

Tú eres Él, hazte consciente de ti mismo, para que no te quedes junto  a cualquier casa en ruinas y veas el fulgor de tu propia luz.»

Rumi

Sin título 2