EN CUERPO DE MUJER

Captura de pantalla 2015-12-31 a la(s) 11.09.43Algo que me gusta hacer cuando llega el último día del año es un pequeño y sencillo calendario cronológico en el que anoto, mes por mes y con muy pocas palabras, aquellas cositas especiales que han ido ocurriendo. En cada mes anoto dos, tres, cuatro palabras significativas que pueden corresponder a personas, emociones, acontecimientos, lugares, proyectos que tenía entre manos…

Luego observo el calendario a vista de pájaro e intuyo en qué momentos me he sentido más plena, en cuáles más perdida, en cuáles más feliz y, veo, claramente, con los conceptos escritos, el por qué de mis sensaciones internas en aquellos momentos.

Cuando era niña, me encantaba un libro que se llamaba “Lluvia de Estrellas”. En él, una niña de mi edad, huérfana y sin casa; y que solo disponía de un trozo de pan, vagaba por las calles. Se encontró a alguien con hambre y le dio su trozo de pan, se encontró a alguien con los pies descalzos y le dio sus zapatos, se encontró a alguien con frío y le dio sus ropas… Al final del cuento, la niña se encontraba desnuda y sin nada en medio del bosque mirando hacia el firmamento oscuro. Entonces, una impresionante lluvia de estrellas comenzó a darse allí arriba y las estrellas, convertidas en monedas de oro, comenzaron a caer en abundancia alrededor de la niña.

Me di cuenta este año que este tipo de cuentos de niñas buenas y perdidas que lo daban todo por los demás y acababan teniendo experiencias místicas, eras mis preferidos cuando era pequeña. Me encantaba ver en ellos la ilusión de la niña, las ensoñaciones, su confianza en un mundo que iba mucho más allá de lo material, su despojo de sus posesiones, su atención por la emoción de todo aquel que tenía alrededor…

He de decir que no espero en este 2016 una lluvia de estrellas sobre mí, ni que el Universo me dé repentina y fortuitamente lo que haya podido estar cultivando en los últimos años. Tampoco deseo ser una niña pobre o mendiga, perdida o sin rumbo que lo da todo por los demás. No quiero vivir en la escasez ni enorgullecerme por aquello que voluntaria o involuntariamente pueda estar haciendo por los otros.

Creo que hemos escuchado demasiadas historias sobre buenos samaritanos, sobre mártires o sobre gente que da su vida por los demás. Creo que glorificamos demasiado a todo aquel que vive con poco, que todos queremos dinero pero luego lo detestamos a su vez, que tenemos una extraña relación de deseo de la abundancia desde la comodidad conocida de la escasez.

Y yo, para variar en mis textos que escribo que acaban siendo una especie de protesta personal, estoy muy cansada de esa idea de que “hay que tener poco”, “hay que ser poco”, para que los demás te quieran y se sientan cómodos a tu lado. Estamos acostumbrados a no presumir de nosotros mismos, a no enaltecer nuestros propios logros, a que no se nos llene la boca al hablar de nuestras proezas, a ocultar nuestros éxitos e incluso nuestras ventajas, comodidades y posesiones económicas si es que las tenemos… solo por no herir los egos de los demás. Y, como decía anteriormente, estoy cansada de todo ello.

Al 2016 no le pido buenas acciones desinteresadas, shhhhh…. silenciosas y shhhhhh…. sutiles. No le pido es-ca-sez, ni pobreza, ni pocas posesiones. No le pido escondites, ni cuevas, ni trajecitos de lunares rosas con volantes que ya no le caben a este cuerpo de mujer. Al 2016 le pido fuerza y potencia; coraje para estar en pie, alegría para mostrarme y expresarme; y confianza plena hacia el mundo en el que vivo para abrirme completamente a él.

flamenco

 

 

AQUÍ NO, ¿VALE?

Tan IMPORTANTE

es tener el coraje para decirle a aquello que quieres que lo quieres;

como tenerlo para decirle a lo que no quieres que NO LO QUIERES .

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Ilustración personal

Hoy toca HABLAR

La sensación de saltar al vacío siempre que haces algo nuevo comienza a manejarse mejor en la medida en que te vas atreviendo a hacer cada vez más cosas nuevas. Sigues teniendo miedo, sigues sintiendo que a lo mejor te vas a estrellar pero, al ver que las veces anteriores saliste ileso, confías más y te animas con mayor facilidad a adentrarte en ese nuevo terreno que te impresiona.

Por otro lado, es cierto también que llega un punto en la vida en el que te das cuenta que no hay mucho que perder. Realmente, en mi caso, noto que muchas veces mis miedos se derivan de lo que van a pensar los demás. Es el miedo a la crítica, a que la gente me juzgue y me rechace, miedo a decepcionar… Y, bueno, una vez reconocido mi miedo y comprobadas las consecuencias nefastas que tienen para mi felicidad el optar por hacer lo que CREO que otros quieren, decido enfrentarlo y tirar para adelante. Digamos que si me estrello, por lo menos, será con dignidad : )

Así que, la semana pasada, cuando mi amiga Carlota del Pozo me contactó por facebook para ofrecerme grabar una entrevista y publicarla en su portal de coaching en internet, tuve que decirle que SI.

Le dije que sí porque sé que llevo una fiera que ruge por dentro pidiéndome día y noche que le dé mayor EXPRESIÓN. Y, bueno, aunque los miedos de turno se presentaron a mi costado, me los llevé a todos a la fiesta de inauguración de mi «primera entrevista hablada» vía internet.

La conversación con Carlota fluyó de maravilla y, aunque me sentía un poco nerviosa, me encuentro ahora muy satisfecha de haber puesto otra nueva semilla en terrenos que antes me eran desconocidos. Ahora, la semilla, hará sola su trabajo.

Aquí os dejo la entrevista. ¡Espero que la disfrutéis!

http://carlotadelpozo.com/como-expresarnos-con-libertad/

Minutos 1-11: Hablamos sobre cómo decidí dejar mi vida de oficina y adentrarme en algo nuevo que por aquel entonces me era desconocido.

Minutos 11-22: Cómo conectar con el interior, conocer nuestras emociones y expresarlas libremente.

Minutos 22-30: Sobre cómo confiar en la vida y en los demás.

Minutos 30 – 40: Recapitulación final y despedida.

AVENTURERA busca DESCANSO

Captura de pantalla 2014-10-30 a la(s) 12.50.30Fue en el año 2010 cuando hice mi primer viaje de mochilera. Mi amiga Diane y yo nos fuimos diez días a recorrer el norte de Vietnam. Yo acababa de dejar ese mismo día mi trabajo en Madrid y, teniendo en cuenta que era muy probable que volviera a vivir de nuevo en mi pequeña ciudad –Elche-, me pareció una buena idea irme a hacer un corto, loco e improvisado viaje a modo de transición con una de mis mejores amigas.

Hasta entonces, yo había viajado mucho. Sin embargo, casi siempre habían sido viajes familiares bastante estructurados o viajes de visitas a amigos europeos en diferentes ciudades de occidente. Yo, una mochila y el mundo por recorrer, no habían entrado antes en mi filosofía de vida.

Digamos que aquel viaje me fascinó. Mi amiga y yo fluimos y descubrimos rincones maravillosos de esos que no se encuentran en las guías. Y sí, desde aquel viaje, entendí que la libertad que una puede sentir tan solo con unas buenas botas en los pies y unos cuantos trastos básicos colgados en la espalda, ¡es INMENSA!

Cuando al año de estar trabajando en Elche me di cuenta que la vida en una oficina no era para mí; la mochila resurgió de entre los buenos recuerdos que guardaba en mi mente. Y, desde que me la volví a cargar en la espalda, ella pasa más tiempo conmigo que cualquier otra persona que se haya cruzado por mi vida últimamente.

Llevo, ahora mismo, dos años y medio viajando de seguido. He hecho parones de algunos meses en España pero me he movido muchísimo. He pasado unos seis meses en Estados Unidos, ocho meses en India, un mes en Nepal… más algún otro viaje esporádico que he ido haciendo por aquí por Europa.

En diez días vuelvo a coger la mochila y me vuelvo a marchar. Y, ¿qué puedo decir al respecto? Sí, estoy EMOCIONADA. Estoy ilusionada y contenta porque tengo muchísimas ganas de aterrizar en mi último destino, India, y volver a reencontrarme con todo lo de allí. Pero estoy CANSADA. Estoy cansada de moverme. Estoy extasiada y agotada. Tengo una necesidad imperiosa de levantarme cada mañana en el mismo lugar y saber qué me va a esperar a lo largo del día. Echo de menos algo de rutina, echo de menos algún proyecto en el que invertir toda mi pasión, quiero cosas que duren y que no se esfumen al cuarto día o al noveno mes…

El otro día mencionaba en mi página de facebook que me siento como una fresca rosa en su punto máximo de belleza y esplendor, desprendiendo una fragancia maravillosa y temiendo el cercano momento de que alguien me pode y me saque de mi lugar. Y sí, eso es lo que temo y a la vez deseo, que alguien o que la vida misma aprecien mi belleza y mi poder, me saquen de mi origen natural y me lleven al jarrón más hermoso y visible que exista. Sé que las rosas cortadas viven poco pero plantadas en su tierra tampoco es que duren mucho más. Y yo, agradeciéndole a mis orígenes, siento que a todo lo recibido le quiero dar alguna utilidad. Así como las rosas prefieren vivir expuestas y ofrecerles al mundo toda su belleza y potencial, yo quiero hacer lo mismo.

Ya he crecido, ya he madurado. Mi esencia se hace viva e, incluso, moldeable para poder darle forma. Y es por eso por lo que me siento preparada. Preparada para la vida, para el amor, para los días de lluvia, para los días de bonanza. Preparada para la entrega. Preparada para el SACRO-OFICIO de vivirme plena y compartir dicha plenitud con todos vosotros y con todos los demás.

¿Quién soy?

Llegar a ese punto de humildad en el que decides mostrarte tal cual eres no es sencillo. No es fácil, en primer lugar, porque quien uno es parece variar con el tiempo.

¿Quién soy? Me hago esta pregunta porque mi mente no llega a creerse que yo sea tantas cosas en una misma persona. ¿Cómo es posible? ¿Cómo un solo cuerpo puede englobar tantas experiencias, emociones, sensaciones, identidades, percepciones? ¿Cómo en una misma existencia una puede saborearse en tantas texturas diferentes y bañarse en tal variedad de colores? ¿Cómo puede un mismo corazón sentir de maneras tan extremas y, a la vista, contrapuestas? ¿Cómo es posible que yo sea la misma que fui hace 20 o 10 años? ¿Cuál es el hilo que une todas mis experiencias? ¿Qué es lo que queda ahí dentro que me mantiene en una cierta coherencia? ¿Dónde está la base? ¿Dónde está eso que no cambia entre tanto cambio? ¿Quién soy yo? Repito.

Es complejo. No es sencillo. Serlo todo es extraño y poco manejable cuando uno se exige a uno mismo el autoconocimiento.

Todavía me juzgo, todavía me comparo, el juego en el que yo misma soy mi contrincante no ha acabado todavía. ¿Quién es esa que tengo enfrente a la que intento ganar? ¿Qué tengo en contra de mi misma? ¿Qué veo en ella que quiero derrotar? ¿A qué le quiero ganar la batalla? ¿Desde cuándo soy dos, tres, cuatro… mujeres a la vez en lugar de una? ¿Y desde cuándo entendí que debo destruirlas a todas ellas para poder ser coherente en el ambiente que me rodea? ¿Llegará el día que pueda integrarlas a todas en una sola? ¿Llegará el día que mi corazón se abra a amar a todas las partes que componen a mi ser de mujer? ¿Y el día que abrigue con mis amables brazos al hombre que vive fuera y dentro de mi misma?

Veo fotos de hace unos años para acá y mi cuerpo se descompone. ¿Quién soy yo?, me vuelvo a preguntar. ¿Y por qué esa que fui ya no soy y esta que soy no es quien era?

¡¿Cuándo llegará el día que entienda que yo siempre soy la misma, independientemente de lo que se cueza a mi alrededor o las emociones que pongan patas arriba los organizados órganos de mi cuerpo?!

Ese día no ha llegado y, por tanto, la pregunta insiste y no cesa. Así que yo me sigo preguntando:

¿Quién es esa?

Y, de repente, siento que necesito escupir mucha verborrea… Y es que esa que tienes delante está cansada de las etiquetas, de los deberes, del sistema… Está cansada de los juicios, de los roles, de los desprecios… Está cansada de la palabrería, de las poses, de la poca sinceridad,… Está cansada de los objetivos, de los caminos, del conocimiento… Está cansada de la luz, de la congruencia, de tener que saber lo que es bueno… Está cansada de sus propios miedos.

Esa que tienes delante quiere sacarse la mordaza de la boca y deshacer los propios nudos que puso en su cuerpo. Esa que tienes delante quiere ser libre en un mundo sin complejos, esa que escribe quiere sacar fuera lo que hay dentro, rugir ferozmente y que no sea sola en el silencio. Esa que busca respuestas quiere probarse como un animal en todo tipo de terrenos. Quiere ser roca, agua y fuego. Aventurarse en la selva de la vida. Ser valiente y decidida. Actuar, romper el hielo.

Abandonar el pueblo de la fantasía e integrarlo bien adentro. Utilizar mi imaginación como mi arma pero no como un cobijo de aislamiento. Dejar huella en este suelo.

Ser materia, encarnar mi cuerpo y no  ser solo fuente de conocimiento.

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EL BARCO DE LUCA

Como ya he comentado en alguna ocasión, en el mes de abril del año pasado dejé el trabajo por perseguir un sueño. Eso es, “perseguir un sueño” son las palabras adecuadas.

Recuerdo el comienzo de nuestra relación, dulce y seductora. El sueño me seducía, hacíamos grandes planes. Todavía noto como latía mi corazón cada vez que le veía; latidos fuertes, seguros, potentes. Mi corazón era el tambor que daba vida a aquellas intensas noches de luna llena. Sí, en aquel tiempo, mi sueño tenía un hogar, mi corazón le daba cobijo.

No había nada más que mi sueño. Mirara donde mirara, el sueño estaba allí. Estaba escondido tras cualquier fachada, caras alegres o enfadadas, en climas oscuros o soleados, en días libres u ocupados. El sueño llenaba de magia todo aquello que tocaba, mis ojos daban luz a cualquier sitio que miraran.

Sí, recuerdo aquellos días con mucho cariño. Casi puedo sentir el dulzor de la miel derritiéndose en mi boca. Fueron días de perderme entre las nubes, de querer tocar el Sol.

Añoro aquellos días que paseaba tranquila sintiendo la planta de mis pies pisando el suelo calmadamente. Añoro aquella paz espiritual, aquellas tardes en las que mi rostro reflejaba lo serena que me encontraba.

Mi sueño y yo éramos uno. A veces lo sentía como un hijo que dormía en mi vientre esperando ser parido, a veces era un fogoso amante en una lujuriosa y apasionada relación. Nunca fue un amigo cualquiera, siempre llenaba de significancia cada respiración, cada llegada. Mi sueño era intocable y solo mío. Mi sueño era yo, mi sueño era mi destino.

En el medio de mi sueño, debí quedarme dormida. Creo que, sedada por tanta ilusión, acabé soltando el timón. Mi barco quedó a la deriva mientras las cosas materiales perdían su sentido y las ideas y los sueños embriagaban cualquier intento de entender algo de lo que estaba sucediendo. Habían tardes nauseabundas cuando las mareas agitaban mi cuerpo en el medio de aquel mar. Llegué a perder la noción de las cosas materiales, no sabía si había un rumbo, si existían las direcciones y los mapas. Capas que me cubrían caían sin cesar, y cuando pensaba que no podía estar más desnuda, me desnudaba aún más. “¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Qué es hacer?¿Qué está pasando? ¿Estoy aquí? ¿Voy hacia algún lugar? ¿Hay que ir a algún sitio? ¿Qué es este pensamiento? ¿Quién me habla? ¿Quién soy? ¿Hay algún sentido? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué? ¿Perdón? ¿Y tú quién eres? ¿Qué es esto?”.

Mi ropa, mi casa, mi familia, mis amigos, edificios, coches, caminos construidos; antiguos patrones de pensamiento, recompensas y castigos, lecciones y entredichos, educación, escuela, iglesia, libros, todo lo aprendido, risas, novios, conversaciones, golosinas, relojes… Todo fue removido por aquel descontrolado oleaje que (ahora lo sé) solo pretendía poner (con todo su cariño) cada cosa en su sitio.

Mi barco se acaba de parar. Parece que ha topado con cierta tierra. Ha sido en seco. De repente.  Ha llegado a un lugar que me parece completamente desconocido. Asustada me pregunto si estaré soñando o si, realmente, esa tierra seca que veo ahí fuera iluminada por el sol es parte de la realidad. Aunque me está costando, me estoy armando de valentía para abandonar el barco. No me parece algo fácil. Por eso voy poco a poco. Muy lentamente. Paso a paso.

Solo deseo… Solo deseo… Solo deseo de corazón que cuando baje a Tierra, mis pies puedan hundirse en esa áspera arena y pueda sentir en toda mi piel el calor de la materia. Solo deseo que mi pelo se mueva con ese viento que está agitando las palmeras. Solo deseo entender que yo soy la roca, yo soy la tierra, yo soy la arena… Ponerme en mi lugar y sentarme en la orilla. Mirar hacia el horizonte y susurrarle con mi propia voz al mar que ya he entendido algo más sobre quien soy y cual es mi verdadera naturaleza. Y no, no es un comienzo, solo una continuación. Tampoco es un bello o asombroso final, solo parte de un amplio y extenso camino. Espero poder entender esto algún día, que no hay destinos, que no hay diferentes caminos… Espero poder entenderlo algún día, que NO HAY ABSOLUTAMENTE NADA MÁS QUE LO QUE HAY DENTRO DE UNO MISMO.

Gracias Luca por haber orientado a mi humilde barco con tu preciosa magiaImagen