Nubes que van y vienen – Cómic

¿Os ha dado alguna vez la sensación de que una nube negra rondaba sobre vuestra cabeza? ¡A mí me ha ocurrido muchas veces! Y esto es lo que hago para hacer cambiar a mi clima mental.

Os lo represento con este cómic:

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MELANCOLÍA

Tengo una debilidad y es el uso irracional de mi acusada melancolía. No puedo evitar sentir goce y disfrute cuando viajo a lugares secretos de mi alma que guardan rencor, dolor y una gran variedad de emociones oscuras que se sienten liberadas cuando me encuentro con ellas.

Supongo que ese lado oscuro de mi ser, quiere ser aceptado y comprendido; y es por ello por lo que una y otra vez decido abrir sus puertas.

Sin embargo, una cosa es sentir placer con el encuentro con el dolor (lo cual entiendo que a algunas personas pueda resultarles extraño) y otra cosa es acudir a él porque se ha convertido en un lugar seguro y conocido para uno mismo.

Por eso, he estado pensando, que necesito darle nuevos aires a mi blog; porque realmente me he acostumbrado a escribir desde las sombras y he dejado a un lado escribir desde la luz. Sinceramente, me asusta escribir desde lo claro y lo elevado, desde lo visible y lo que es bellamente fugaz. Me cuesta porque dentro de mí una voz me dice: ¿Quién te va a querer si siempre estás feliz? ¿Qué amigos vas a tener si todo lo ves de color de rosa? ¿A quién le pedirás cobijo y protección si todo te va fenomenal?

Creo que me he acostumbrado a quejarme por miedo a que me rechacen los demás, por miedo a no tener tema de conversación, por miedo a escuchar esa expresión de que “esa chica es tan feliz que da asco”. Sí, por el miedo que me daba pensar que si estaba feliz y todo iba bien para mí, no podría contar con tener a la gente y al calor humano de mi lado.

Supongo que tendré que empezar a valorar la escala de grises, algo que siempre me ha costado. Y entender que ni soy feliz ni soy infeliz, simplemente, soy ambas cosas a la vez. Y no tener miedo de que los demás me rechacen por mi actitud “happy flower”, ni buscarme un hueco en la sociedad mediante el hecho de reivindicar que yo también tengo algo de lo que poderme quejar.

Realmente, y esa es la verdad, no tengo mucho de lo que quejarme. Solo puedo ir a lo trascendental si quiero ejercer mi derecho a la queja. Me puedo quejar de ser humana, de tener altos y bajos, de sentirme sola y perdida en medio de la sociedad, de mis miedos irracionales, de mis angustias vitales por entender que hay más allá y de mi incansable forma de vivir la vida en la que me exijo mucho más de lo que una persona puede dar de manera natural. Sí que me puedo quejar pero eso no me hace más sabia y, probablemente, tampoco me haga sentir con más vitalidad.

También puedo optar por celebrar (y lo hago) pero, es cierto, que la celebración había tomado un segundo plano.

Por eso digo, que no voy a dejar de quejarme ni dejaré de visitar esas zonas intransitadas que viven en mi alma, pero no quiero olvidar ese hueco por el que entra la luz de la felicidad. Porque yo, como todos, merezco ser feliz. Y, a pesar de lo que mi mente diga en ocasiones, hay un lugar para mí en este mundo. Un lugar en medio de la sociedad en el que yo y todo mi equipaje podemos descansar y respirar disfrutando de la compañía de los demás. 

Déjales entrar

Hacía tiempo que no pasaba una semana tan mala, tan aislada, de bajón. Hacía tiempo que mis antiguos amigos Parálisis, Incomunicación, Aislamiento y Juicio no venían a visitarme de este modo. Llegaron, acamparon y aquí se quedaron sin intención de moverse por varios días. Parálisis consiguió que los músculos de mi cuerpo dejaran de ser mis músculos, Incomunicación bloqueó mis oídos y Juicio no hacía más que reír y reír mientras yo corría desesperada hacia mi querida cueva del Aislamiento. Es duro para el cuerpo tener que abrir la puerta a tales visitantes. Es duro para aquella persona que siempre escuchó que la alegría y la felicidad debían ser los platos a servir en el menú de cada día. Es duro dejar que estos visitantes entren cuando sabes que van a hacerte sentir tu más profunda y delicada vulnerabilidad.

La sociedad nos ha enseñado que estos estados de “caída libre” son inaceptables, vergonzosos; que nos hacen ser menos valiosos. La sociedad nos ha invitado a reprimirlos, a ocultarlos. Y nosotros, así lo hacemos, los reprimimos y los ocultamos dejando que la herida se haga grande muy adentro de nosotros. Salimos a la calle y damos enérgicos “Buenos Días” a la gente aunque nos encontremos hundidos, cantamos a los cuatro vientos todas nuestras fortalezas y todos nuestros logros, publicamos en todas nuestras redes sociales lo bien que nos va y lo guapos que estamos… Y todo esto está muy bien siempre y cuando estemos siendo sinceros con nosotros mismos.

¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Te estás viendo a ti, a todo tu ser o tan solo a esa parte de la que tan orgulloso te sientes? ¿No son acaso valiosos maestros todos estos sentimientos que llamamos indeseados? ¿Por qué no nos damos cuenta que lo que nos hace únicos y especiales es toda esa gama de facetas que cada uno de nosotros posee? ¿Es que no nos damos cuenta que hasta que no le demos la bienvenida a todo nuestro «yo» no vamos a sentir la libertad plena?

Cada día me doy más cuenta que la autenticidad es la llave de nuestra libertad. Ser reales, dejar a un lado los maquillajes. ¡Cuánta valentía es necesaria para abrir los ojos, expandir nuestros brazos hacia el cielo y gritarle al viento quienes somos con total naturalidad y vitalidad!

Bien, manos a la obra, he aquí las opciones que tenemos cada vez que estos valiosos maestros llamados tristeza, desgana, rabia, juicio… vienen a visitarnos a nuestra casa:

OPCIÓN 1) Los ignoro. Continúo sonriendo como si nada, me convenzo de que a mí esto no me está pasando y sigo haciendo lo que estaba haciendo. Esto lo único que va a conseguir es que lo vayas acumulando muy adentro de ti. Al principio no te pesará pero a la larga tus sonrisas serán falsas sonrisas, tus diálogos estarán desconectados de tu interior, tus relaciones estarán basadas en el maquillaje externo y el automatismo de no querer sentir hará que acabes por no sentir nada. ¿La descartamos?

OPCIÓN 2) Lucho. Me enfado conmigo mismo por estar sintiendo esto. Aquí lo único que vamos a conseguir es minar nuestro amor propio y hacer que los sentimientos que provocaron nuestro enfado se hagan todavía más grandes. Nos enfadamos con nosotros mismos por sentirnos tristes, inseguros, aislados… y ese enfado solo provocará que nos sintamos más tristes, más inseguros con nosotros mismos y más aislados. Descartada.

OPCIÓN 3) Decido culpar a los demás de mis sentimientos. Tan solo piensa en el poder que estás dando a todo el mundo que te rodea. Mediante la vocecita que tenemos en nuestra cabeza, somos nosotros los que creamos nuestros propios sentimientos. Por eso es bueno tener una vocecita dulce y cariñosa que nos ayude a ver las cosas como son y nos ayude a mejorar en el día a día. Es necesario cultivar nuestro interior para sentirnos bien y lo suficientemente fuertes para hacernos responsables de aquello que sentimos. Es sano descartar esta opción ya que nos quita poder y libertad. Además, tiene un efecto colateral en las personas que nos rodean ya que al sentirse culpabilizadas puede que respondan de tal manera que estos sentimientos que tú querías evitar se hagan más grandes (por ejemplo: me siento triste, te culpo a ti por estar yo triste, tú te enfadas conmigo por culpabilizarte y yo acabo sintiéndome más triste por sentirme incomprendida o no querida).

OPCIÓN 4) Me paro, observo, expreso, entiendo y acepto. ¡Probemos con esta opción!

a) Lo primero de todo es pararme. En cuanto me doy cuenta de lo que está ocurriendo en mi interior o de lo que estoy haciendo o cómo estoy reaccionando… me paro. Me paro un momento, respiro y observo.

b) Observo lo que está ocurriendo alrededor, observo cómo me estoy sintiendo. Hace falta mucha compasión, objetividad y cariño. Me veo a mí mismo como un ser humano que tiene diferentes estados de ánimo, veo la situación a grandes rasgos. Puede ayudarme poner la mano en el corazón, cerrar los ojos, respirar…

c) Expreso. Agarro un lápiz y comienzo a escribir. Cojo pinturas y comienzo a pintar. Pongo música y empiezo a bailar. Nada está bien, nada está mal. No se trata de ser Picasso o Paulo Coelho. La clave está en expresar cualquier cosa, de cualquier manera y no tener miedo. No tener miedo de estos sentimientos que acaban de llegar. ¿Ha llegado la tristeza? Sumérgete en la expresión de la tristeza. ¿Ha llegado el odio? Este es tu momento de odiar de verdad. ¿Tienes rabia dentro? Vuélvete loco expresando esa rabia incontrolable que ha venido a visitarte. No tengas miedo, tocar fondo solo va a hacer que salgas a la superficie. Date el permiso; un lápiz, una brocha, un baile… expreses lo que expreses no hará daño a nadie y si das rienda suelta a ese sentimiento que te ha llevado hasta aquí, lo siguiente que experimentarás es una total libertad. Pinta el dibujo más oscuro que puedas imaginar, garabatea hasta romper el papel, date el derecho de quejarte mediante la escritura, baila liberando la mayor energía posible y grita, llora o ríe mientras estés expresando todo esto. Créeme, expresar y honrar aquello que llevamos dentro es el único camino a la verdadera felicidad y el único camino que nos puede llevar al entendimiento y a la aceptación. (Si además de expresarlo por ti mismo, te apetece conocer más sobre esto o hacer esto en comunidad, échale un vistazo a las clases y talleres del baile de los 5 ritmos; también te puede interesar la biodanza o talleres de arte-terapia)

d) Entendimiento y aceptación. Esa liberación de energía mediante tu propio arte, te llevará a un lugar de paz. Aquí, pudiendo ya respirar, te será muy fácil entender. Entender porqué te sentías así, comprender más sobre cómo eres… aceptarte y quererte tal cual eres. Entiendes que nada está bien, que nada está mal, las cosas simplemente son, tú simplemente eres…

Una última observación. Si eres de los que, como yo, cuando se siente mal, se va a su mundo, lo intenta solucionar por sí mismo y no lo comparte con nadie más; prueba a contar con la ayuda de los demás. Esto es, quedar con un amigo de confianza, llamar a algún familiar que sea muy cercano a ti… La vida nos ha dado mucha gente que nos quiere, hagamos uso de estos tesoros. Si por el contrario, eres de aquellos que cuando no se encuentra bien, sale corriendo en busca de gente que le pueda aconsejar; frena un momento, respira, escucha dentro de ti e intenta buscar la respuesta por ti mismo. Los demás nos pueden apoyar, pero sólo nosotros sabemos hacia que dirección navegar.

Y, por último, como Rumi escribió:

“El ser humano es como una casa de huéspedes. Cada mañana, una nueva llegada.

Una alegría, una decepción, un sin sentido, un sentimiento del que de repente somos conscientes, se presentarán como visitantes inesperados.

¡Dales la bienvenida y acógelos a todos!  Incluso si es una muchedumbre de preocupaciones que violentamente barre y se lleva todos los muebles de tu casa.

Aún así, trata a cada huésped honorablemente, puede que él esté limpiándote la casa para dar la bienvenida a una nueva delicia.

El pensamiento oscuro, la vergüenza, la malicia; ¡recíbelos riendo en la puerta e invítales a pasar!

Sé agradecido con cualquiera que venga, porque cada uno de ellos ha sido enviado como un guía del más allá”.

¡EXPRESA!

Aquel día no me encontraba bien. Antes de acostarme me miré al espejo. “Está claro”- pensé – “mi cara y mis ojos lo reflejan todo”. No sabía qué hacer. Sabía que me encontraba mal, que no era yo, que había mil y una cosas que en ese momento me estaban bloqueando. Era consciente que el día había pasado con mucho ruido interno, que no había conseguido vivir ni disfrutar el presente. ¿Qué podía hacer? Sabía cual era mi estado actual –bloqueo, tristeza, desgana- y sabía cual era mi estado natural –calma, Belleza, pasión- pero en ese momento me sentía completamente vacía de recursos y fuerzas para cambiar aquel estado. Decidí, por lo menos, no irme a la cama así. Salí de la habitación de aquel pequeño albergue y me senté en un polvoriento y amable sofá que me acogió a aquellas tardías horas de la noche. Abrí mi libro de “Mapas para el éxtasis” de Gabrielle Roth y él me lo dijo todo:

“Para evitar sufrir no nos arriesgamos a expresar nuestros sentimientos. Nos habituamos a un estado de inercia emocional, a una especie de insensibilidad o adormecimiento generalizado, una muerte despiertos que nos protege del sufrimiento pero también nos impide sentir la alegría de vivir ahora o nunca.

Los sentimientos son reales. No son ideas que se puedan rechazar o desconectar. Son manifestaciones físicas de energía que unen al cuerpo y la mente y lo llevan al momento. Esta energía no expresada, reprimida o negada se vuelve tóxica para el cuerpo. Si no se libera, estalla emocionalmente de modo no proporcionado y llega a aflorar en forma de bultos, dolores, espasmos, jaquecas y otras dolencias físicas. La única opción real, la única alternativa sana es aceptar nuestras emociones, hacernos amigos de ellas, hacerlas propias y aprender a experimentarlas y expresarlas de forma apropiada en el momento. Para hacernos amigos de nuestros sentimientos podemos bailarlos, cantarlos, representarlos, escribirlos y pintarlos; podemos explorarlos y celebrarlos creativamente”.

Di Gracias por haber encontrado el motivo de mi malestar. Estaba claro que había algo dentro de mí merodeando que quería expresarse y danzar; y parecía que ese algo tenía muchas cosas que contarme. Con desgana pero con algo de valor, comencé a pensar cuál sería la forma de dejar aflorar esa sensación interna. Descarté BAILAR pues me encontraba en un lugar muy silencioso y no iba a poder expresar toda mi energía al 100%, pensé en ESCRIBIR pero lo descarté pues me encontraba completamente vacía de palabras. Finalmente, abrí mi diario, cogí un lápiz y con muy poco garbo e inspiración comencé a DIBUJAR trazos de lo que sería un nuevo dibujo.

Al principio, aquel dibujo no tenía ningún sentido, “¡qué feo es esto!”. Empecé con desgana, luego con mucha rabia y autocrítica. Apretaba fuerte el lápiz contra el papel, reforzaba una y otra vez las mismas líneas y, de repente, me di cuenta que no conseguía cerrar ninguna de las formas que estaba dibujando. Todo eran círculos abiertos, gotas de agua abiertas, óvalos abiertos… repasaba el contorno una y otra vez de aquella esfera que nunca llegaba a cerrarse. Mi atención pasó a querer entender qué estaba ocurriendo. Me di cuenta que sentía miedo, sentía miedo de “cerrar las formas”, que estaba cayendo en actos de repetición que no me llevaban a acabar nada, me percaté de la rabia acumulada que tenía y, poco a poco, comencé a relajarme. De repente, sin darme cuenta y de forma muy suave, acabé haciendo una gran gota de agua enorme que englobaba todas las figuras y por fín estaba cerrada. Me relajé.

Pasé de hoja, comencé otro dibujo ahora más calmada. Una Luna, una montaña, una hoja de un árbol, las estrellas… aquello me gustaba más, se parecía más al terreno en el que me sentía más cómoda. Pasé de página e hice un trazo final sencillo, precioso, muy inspirador… Y de repente, con un arrebato que no quise frenar y con mucho sentimiento aflorando desde muy adentro comencé a escribir :

“Te echo de menos, no lo puedo evitar. Quizás sea pasajero, ¿y qué más dará eso? Creo, siento, percibo y me atrevo a decir que sé que es pasajero pero… ¿el hecho de que sea pasajero me va a impedir vivir el momento presente que es lo que más importa?

Le echo de menos, quizás sea la noche. ¿Y qué? ¿Quién me dice a mí que mañana habrá día? ¿Por qué no puedo vivir plenamente la noche? Quiero explorar esta noche, zambullirme en ella, acariciar mis sentimientos, abrazarlos y quererlos. Quiero sentir, quiero abrir mis ojos en la oscura y acurrucada noche, quiero abrazarme, decirme que me quiero y ensalzar con alegría la tristeza de mis sentimientos.

Ahora LE QUIERO, ahora me abrazaría a él como si no hubiera un pilar más fuerte al que poder aferrarme, ahora dejaría caer mi adorado peso sobre él, ahora cerraría los ojos, abriría el corazón y sentiría el calor común creado por nuestros dos cuerpos. Ahora gritaría con la luz de mis ojos a la Luna que estoy viva, que Siento y que honro enormemente a cada una de las realidades que la vida me brinda y que brotan de mí con fuerza y con pasión”.

Cuando acabé de escribir esto no me lo podía creer. Con qué esto era lo que me pasaba. Increíble, ¡qué cierto era aquello que acababa de leer en el libro de Gabrielle Roth! Llevaba todo el día REPRIMIENDO algo que sentía de una forma muy pura. De verdad, estaba sorprendida. Pensaba que me encontraba mal por otros motivos, pensaba que aquella tristeza y aquella desgana venían de alguna emoción relacionada con cualquier otra cosa pero NO ME PODÍA IMAGINAR que lo que realmente me estaba sucediendo es que estaba COMPLETAMENTE ASUSTADA de enamorarme o querer mucho a alguien.

Fuf! Sentí un alivio grandioso, toda una liberación. Parecía que había corrido una maratón, me sentía completamente liviana, me había quitado un gran peso de encima. Fui al baño a mirar en el espejo mis ojos brillantes y verdaderos, sonreí y me fui muy feliz a la cama. A la mañana siguiente, conocía qué me sucedía, conocía qué me pasaba y solo tuve que ser natural, real y fiel a mis sentimientos. Le llamé y, dejando a un lado todos mis miedos, pasé todo el día con él expresando Aquello que realmente sentía. Era LIBRE otra vez.

Tenía muchas ganas de escribir esto en el blog. Desde mi corazón, solo quiero que TODOS seamos libres. Hágamonos a cada uno de nosotros el favor de dejar a nuestras EMOCIONES expresarse, es lo más sano y lo más bonito que podemos darnos a nosotros y a los demás. Si hay algo dentro de ti que no sabes qué puede ser (o sí lo sabes), ÉXPRESALO.

–  Vete a un espacio, aunque sea muy pequeño. Ponte música que te inspire y BAILA. No pienses qué movimiento hacer, qué quedará o no quedará bonito. Solo escucha la música con tu corazón y muévete, de cualquiera de las maneras.

–  Coge un lápiz, un papel y DIBUJA. Qué más da si es bonito o si es feo, simplemente deja que se exprese ahí lo que haya dentro de ti!

–  Siéntate a solas y ESCRIBE. No desde la mente, no desde aquello que yo creo que me puede estar pasando y quiero contar. No desde la idea de un “comienzo-nudo-desenlace”. ¡Dispara! Dispara la primera frase que te venga a la cabeza. La segunda no tiene porqué tener relación con la primera. Dispara frases y palabras hasta que des con aquello que viene directo del corazón.

Baila, pinta, escribe, canta… Hagamos ARTE. Seamos valientes. Expresémonos. Empecemos a ser ¡VERDADERAMENTE LIBRES!