LANZARSE A SENTIR

Hace 13 años cuando tenía 23, visité Portugal con mi amiga Diane. Fuimos a Sintra, a Quinta da Regaleira, un complejo de palacios, jardines y pozos que hay allí.

Antes de los 25 y antes de que se despertara mi dimensión espiritual, como entonces lo hizo, tenía, de vez en cuando, alguna que otra Epifanía. 

En aquella ocasión, durante nuestra visita a aquel lugar, entré en un espacio de sensaciones que iba mucho más allá de lo que un espacio físico puede ofrecer. Aquel túnel en espiral que iba hacia abajo, la naturaleza con los bancos en los que sentarse y, especialmente, el despacho que había en la planta superior, se sentían cercanos y vibrantes. 

Leímos en la guía que la persona que construyó el palacio y que vivió allí era un filósofo, como un alquimista y que, aquella habitación, era en la cual el hombre se metía para pensar y filosofar. 

Me sentí muy identificada con el lugar, con el despacho en especial. Sentí mi lado de filósofa y mística vibrar. No puedo describir que fue exactamente lo que experimenté… pero supe que yo, de alguna manera, pertenecía a un despacho como ese. 

Acabó el viaje, volví al trabajo y solo tuvieron que pasar un par de años para tener una experiencia espiritual de una intensidad y magnitud suficiente para cambiar todos los grandes y diminutos aspectos de mi vida.

Comencé de cero.

Viví la dimensión espiritual de manera muy intensa. Bastantes años. 

Entré luego, en una dimensión más intelectual y filosófica. 

Me metí en el despacho.

Finalmente, entré en él. 

Empecé a desgranar conocimientos, a intentar ligar diferentes teorías, buscar la manera de hacer un croquis de ideas que pudieran explicarlo todo.

Hasta que un día, una consciencia más animal se reveló ante mi. Me hice, afortunadamente, consciente de mis necesidades más antiguas y vinculantes a este mundo de la forma y las relaciones. 

Desperté a mi saber instintivo y animal.

Era necesario. Llevaba muchos años, sino toda mi vida adulta viviendo desde la ignorancia, desde la híper espiritualidad o desde la híper intelectualidad.

Soy un ser humano. Soy un animal. Y tengo una historia que avala quien soy en este momento.

Empecé a leer sobre la historia de la vida en la tierra, conecté con nuestros orígenes. 

Y quise seguir intentando entender. Todo esto, todavía, desde el interior de mi despacho.

Mi animal, mi lado instintivo, no vive en un despacho.

Mi animal come, eructa, juega, se relaciona, ríe, se baña en el agua del río para sentir sus sensaciones, toca cosas con las manos, experimenta…

Y no lo hace dentro de un despacho y, mucho menos, a través de un libro.

En el mundo espiritual, según que rama de filosofía se siga, se denigra al mundo animal. Se dice que hay que huir de éste, que hay que elevarse más allá de él.

Sí, por eso creo yo que nos pusimos de pie y nos erguimos. Por eso creo yo que evolucionamos de la manera en que lo hicimos para crecer hacia arriba y aspirar hacia el sol, hacia una luz tan potente que hace que todo se mueva alrededor de ella.

Pero, para subir hacia un lugar, es necesario que exista una base. Y no solo una base, sino una raíz lo suficientemente profunda y arraigada que nos permita irnos lejos pero estando, a la vez, aquí. 

Esa raíz es nuestra historia como humanidad, como especie, como, incluso, materia. Es el saber de la naturaleza, es el pulsar de nuestro corazón, es la inteligencia de la vida, de lo que cambia, de lo que fluye, de lo que, NO NECESITA ser entendido sino experimentado.

Me siento afortunada de ver como aquel despacho en Sintra que una vez sentí como algo personal pero inaccesible, ha sido, finalmente, una realidad para mi durante tantos años. Me siento muy afortunada por haber creído en mi, haber honrado mi necesidad de investigar y saber, y haberme dado tantas horas para relacionarme con las ideas del inconsciente e ir hacia lo más profundo de nuestro saber interno.

Y me siento afortunada también, de estar empezando, finalmente, a escuchar esta llamada de lo salvaje.

No quiero, aunque sea por un tiempo, estar más de ciertas horas en el despacho.

Mi animal tiene frío, a veces calor. Mi animal quiere, a veces, comer unos alimentos y, en otras ocasiones, otros. Mi animal quiere interactuar con otros animales, tocarles la cara, probar diferentes gestos y sorprenderse con sus reacciones. Mi animal quiere salir a la jungla, aunque esta jungla sea ahora una ciudad de calles rectas en línea.

Mi animal no quiere saber como funciona todo, quiere sentirlo. 

Mi animal escribe este texto hoy pero sabe que un tiempo de vivir desde el instinto se acerca.

Y, lo más sorprendente, mi mente que lee todo esto que escribo, se alegra de que sea así.

La mente no es tan “racional” o “mental” como la pintamos, ella también siente. Y ella también se quiere nutrir de lo material, de lo concreto, de lo tosco y lo rudo de un planeta que tiene formas y colores y ofrece tal variedad de sensaciones.

Mi mente, que es también animal, se va a dejar cuidar y mimar durante un tiempo.

No más libros, o por lo menos, menos de ellos. No más pensar, o por lo menos, no tanto tiempo.

Quiero sentir. Y ella, mi mente, también lo quiere.

ESTÍMULOS

Lo encontré”- me dije. “¡Esto es!”- pensé. Sí, me convencía a mí misma de que aquello era exactamente lo que andaba buscando.

¿Estás segura?”- me respondías. “¿Qué necesidad tienes de corroborarte a ti misma que has encontrado aquello que creías estar buscando?”.

No lo sé” – te respondí. “Quizás sea esta avalancha de cambios que le hacen a una buscar desesperadamente algo estable y fructuoso”.

“Algo estable y fructuoso…”– repetiste mientras fruncías un poco el ceño como intentando entender a qué me estaba refiriendo. “¿Te refieres a que quieres encontrar algo calmado, pausado a la vez que rítmico, repetitivo, cíclico y predecible?”.

“Sí, ¡exactamente! Y, además, quiero que, dentro de su calmada y estable continuidad, dé frutos y sea algo beneficioso”.

“Voy entendiendo…”.

“Quiero observarlo, cuidarlo, quererlo tanto como amarlo… sustentarlo con mi confianza, atesorarlo…”- mi corazón se iba abriendo mientras mencionaba estas palabras.

“Lo que quieres es llorar. Lo que quieres es gritar. Lo que quieres es bañarte en un mar de lágrimas y, de alguna manera, salir de ahí liberada”.

“Puede ser…”- respondí.

“Sí, lo que quieres es expresarte, comunicarte, sentir lo que llevas dentro. Lo que necesitas es relajarte, dejarte vivir entre las dudas que te atormentan. Dejarte ser exactamente cómo eres… Ya te lo he dicho más de una vez, no saber nada acerca de la nada es humano y natural”.

“¿Y por qué me empeño en entender cada posible misterio?”– pregunté.

“Eres avispada, astuta, una persona llena de vida y ansiedad”. 

“¿Qué es la ansiedad?”.

“La ansiedad es aquello que uno siente cuando busca desesperadamente algo”.

“¿Te refieres a esa sensación que uno tiene cuando cree que hay algo escondido en algún lugar y cree que tiene que encontrarlo, poseerlo, exprimirlo y atraparlo?”.

“¡Exacto! La ansiedad es aquella sensación que sienten las personas que creen que les falta algo. Es cómo si  fueras un conejo al que le esconden constantemente una zanahoria. Siempre alerta buscando un tesoro que, potencialmente, un día vas a encontrar”.

“No sé… Me dejas pensativa…”.

Se hizo un silencio.

“El conejo quiere la zanahoria”- repliqué retomando la conversación.

“Si…” 

“Es natural” – continué.

“¿Por qué?”

“Bueno… la zanahoria es de color naranja, apetecible, …”

Empecé a sentir furia dentro de mí.

“¡El conejo ha sido programado para buscar zanahorias!”– dije algo cabreada.

“Eso no es verdad”- recibí como respuesta. “El conejo está tan alterado que necesita ir en busca de la zanahoria… Y lo que tienes que pensar es qué ha podido ocurrir para que el conejo no pueda dejar de intentar cazar estímulos externos; qué le habrá pasado al conejo para que su lugar actual siempre le empuje y le expulse hacia otro lugar nuevo”.

 

“Inconformismo”– se oyó de una voz que venía de ningún sitio.

 

“Desesperanza”- se escuchó otra voz.

 

“              V  A  C  Í  O            ”

                                            respondí yo

AVENTURERA busca DESCANSO

Captura de pantalla 2014-10-30 a la(s) 12.50.30Fue en el año 2010 cuando hice mi primer viaje de mochilera. Mi amiga Diane y yo nos fuimos diez días a recorrer el norte de Vietnam. Yo acababa de dejar ese mismo día mi trabajo en Madrid y, teniendo en cuenta que era muy probable que volviera a vivir de nuevo en mi pequeña ciudad –Elche-, me pareció una buena idea irme a hacer un corto, loco e improvisado viaje a modo de transición con una de mis mejores amigas.

Hasta entonces, yo había viajado mucho. Sin embargo, casi siempre habían sido viajes familiares bastante estructurados o viajes de visitas a amigos europeos en diferentes ciudades de occidente. Yo, una mochila y el mundo por recorrer, no habían entrado antes en mi filosofía de vida.

Digamos que aquel viaje me fascinó. Mi amiga y yo fluimos y descubrimos rincones maravillosos de esos que no se encuentran en las guías. Y sí, desde aquel viaje, entendí que la libertad que una puede sentir tan solo con unas buenas botas en los pies y unos cuantos trastos básicos colgados en la espalda, ¡es INMENSA!

Cuando al año de estar trabajando en Elche me di cuenta que la vida en una oficina no era para mí; la mochila resurgió de entre los buenos recuerdos que guardaba en mi mente. Y, desde que me la volví a cargar en la espalda, ella pasa más tiempo conmigo que cualquier otra persona que se haya cruzado por mi vida últimamente.

Llevo, ahora mismo, dos años y medio viajando de seguido. He hecho parones de algunos meses en España pero me he movido muchísimo. He pasado unos seis meses en Estados Unidos, ocho meses en India, un mes en Nepal… más algún otro viaje esporádico que he ido haciendo por aquí por Europa.

En diez días vuelvo a coger la mochila y me vuelvo a marchar. Y, ¿qué puedo decir al respecto? Sí, estoy EMOCIONADA. Estoy ilusionada y contenta porque tengo muchísimas ganas de aterrizar en mi último destino, India, y volver a reencontrarme con todo lo de allí. Pero estoy CANSADA. Estoy cansada de moverme. Estoy extasiada y agotada. Tengo una necesidad imperiosa de levantarme cada mañana en el mismo lugar y saber qué me va a esperar a lo largo del día. Echo de menos algo de rutina, echo de menos algún proyecto en el que invertir toda mi pasión, quiero cosas que duren y que no se esfumen al cuarto día o al noveno mes…

El otro día mencionaba en mi página de facebook que me siento como una fresca rosa en su punto máximo de belleza y esplendor, desprendiendo una fragancia maravillosa y temiendo el cercano momento de que alguien me pode y me saque de mi lugar. Y sí, eso es lo que temo y a la vez deseo, que alguien o que la vida misma aprecien mi belleza y mi poder, me saquen de mi origen natural y me lleven al jarrón más hermoso y visible que exista. Sé que las rosas cortadas viven poco pero plantadas en su tierra tampoco es que duren mucho más. Y yo, agradeciéndole a mis orígenes, siento que a todo lo recibido le quiero dar alguna utilidad. Así como las rosas prefieren vivir expuestas y ofrecerles al mundo toda su belleza y potencial, yo quiero hacer lo mismo.

Ya he crecido, ya he madurado. Mi esencia se hace viva e, incluso, moldeable para poder darle forma. Y es por eso por lo que me siento preparada. Preparada para la vida, para el amor, para los días de lluvia, para los días de bonanza. Preparada para la entrega. Preparada para el SACRO-OFICIO de vivirme plena y compartir dicha plenitud con todos vosotros y con todos los demás.

La búsqueda de sentido

Hoy me gustaría hablar, nada más y nada menos, que de aquello que da sentido a nuestra vida.

Como he comentado alguna vez, me encuentro en India, exactamente en Rishikesh, “la capital del yoga” y punto de encuentro de muchos buscadores espirituales. En la temporada de febrero y marzo varios gurús de reconocimiento internacional, llegan a esta ciudad para hablar y compartir sus conocimientos y energía con cientos de seguidores.

Tan solo he acudido un par de veces a las charlas que estas personas dan e, inevitablemente, he salido de ellas diferente de cómo había entrado. Por un lado, la belleza de la gente que allí se encuentra congregada; los cuales cantan, tocan música en directo y están presentes con el corazón y los oídos completamente abiertos. Por otro lado, una persona sentada en un gran sillón hablando con un micrófono a todos aquellos que le miran absortos.

No puedo decir que mi sentimiento sea exactamente igual a aquel que tengo cuando voy a una iglesia y escucho al cura diciéndole a la gente que deben pedir perdón por ser culpables y pecadores… pero ver a gente con poder de influenciar hablándole a gente vulnerable y “en búsqueda” siempre me deja con menos aire para respirar de lo normal. Me acabo preguntando si la persona con el micro conoce hasta dónde puede llegar el impacto de sus palabras y me pregunto si la gente que escucha a dicho maestro es conocedora de las limitaciones de la persona que les está hablando.

Bien, como decía, algo bonito se encuentra dentro de estos grupos de gente que va a escuchar a estos gurús y es la intención que estas personas tienen de llenar sus vidas de sentido. Pero, ¿quién no quiere llenar su vida de sentido?

El otro día, hablando sobre la pirámide de las necesidades de Maslow con una amiga, recordamos que en ella se decía que antes de buscar el amor y el reconocimiento propio, uno busca ese reconocimiento del exterior. Pero, sí, cuando uno ya es aceptado por su círculo social, cuando a uno ya le han dicho lo magnífico que es en su trabajo o le han alagado por la belleza de su cuerpo físico, cuando uno ya tiene más de cientos “me gustas” en el Facebook… ¿Qué es lo que queda?

Después del reconocimiento social, parece que creamos que va a llegar el reconocimiento personal. Pero, ¿no debería ser al contrario?

La búsqueda de reconocimiento social es interminable e insaciable: siempre podemos ascender en nuestro trabajo, mejorar otra parte de nuestro cuerpo o seguir subiendo fotos para obtener más “me gustas” en el Facebook…. Pero, realmente, lo único que estamos haciendo es vender nuestro amor propio a la opinión de los demás y, esto, no parece que vaya a llenar a nuestra vida de sentido ni de verdadero bienestar.

Así que, lamentablemente –y uso este adverbio porque realmente me da pena que sea así por la dificultad del asunto- no nos queda otra que DEJAR DE BUSCAR LA APROBACIÓN FUERA. Hasta que no dejemos de QUERER ENCAJAR en la sociedad y en el grupo de gente que nos rodea y empecemos a observar qué es lo que hay de VERDADERO dentro de nosotros, no se va a poder dar en nosotros un reconocimiento personal pues no sabremos ni qué es aquello que hay que reconocer en nuestro interior.

Cada uno hace lo que quiere con su vida pero yo, desde lo poco que he vivido y sé, puedo compartir que a mi me ha ayudado salir de la caja en la que vivía y ver mi vida desde fuera. Entender que no soy lo que dicen de mi, ni soy esa persona que la sociedad quiere que sea. Entender que ni el lugar en el que he nacido ni las condiciones que me han rodeado desde la infancia,  afectan a quien soy yo por naturaleza y en esencia.

Creo que es sano salir del barullo, del alboroto de la ciudad y la ruidosa rutina, alejarse en busca del silencio, encontrarse con el cuerpo desnudo de uno mismo y simplemente respirar. Te prometo, desde mi realidad, que tú no eres quien eres por lo que te rodea, por la ropa que lleves, por el pasado que tengas, por la familia que te crió… Te prometo que tus límites están mucho más alejados de donde tú crees que los tienes, te prometo que tus intenciones son buenas y que eres capaz de cambiar tu vida y cambiar, por tanto, la vida de los demás. Te prometo muchas cosas pues son ciertas desde mi punto de vista. ¡ Cuánto me gustaría tener estas ideas presentes siempre dentro de mí!

No sé si, finalmente, he acabado hablando del sentido de la vida o no. Pero quizás, sí pueda hacerlo en la conclusión de lo que hoy expongo. Y es que, para mi, la vida tiene sentido si la elijo yo a cada minuto. Si mi vida ha sido elegida por mi, entonces, tiene sentido. Si mi vida me la han diseñado desde fuera y yo lo único que hago es ver cómo comportarme para intentar encajar y destacar, mi vida deja de tener sentido. Si me paso la vida vendida por la opinión de los otros en lugar de escuchar lo que nace dentro de mi, la vida pierde su valor y su sentido.

Ser auténtico y ser uno mismo compartiendo nuestras ideas, nuestra peculiar belleza y nuestro modo natural de comportarnos; eso tiene sentido.

¡Cuán rico sería el planeta si lo llenáramos de gente valiente dispuesta a mostrarse tal y como es! ¡Cuánto sentido cobrarían nuestros días si respetáramos y mostráramos lo que nace de dentro de nosotros! ¡Y cuánta gente se vería beneficiada disfrutando de eso que sólo tú puedes traer a este mundo!

El otro día leí en una postal que me regalaron con la imagen del Dalai Lama que para él, el verdadero sentido de la vida se encuentra en hacer algo útil que ayude a los demás. Tengo esa postal puesta en mi mesilla, no porque comparta su punto de vista sino porque me recuerda que todos y cada uno de nosotros vemos y vivimos la vida de manera diferente. Por eso creo que está en nosotros la responsabilidad de encontrar qué es aquello que nos da sentido y llenar a nuestra vida de ello.

AMAR LO MATERIAL

Imagen

AMAR LO MATERIAL

Hasta lo que a ti pueda parecerte más banal, tiene siempre un sentido profundo. No rechaces lo material pues lo espiritual vive y se muestra a través de ello. Ama todo en la vida pues tú eres la vida misma.

ERES TÚ

«No soy saludo, ni despedida; ni lo blanco ni lo negro soy. No como me defines, ni como me lees, ni aquel del que te hablaron o de quien oíste hablar.

No soy el cielo, no soy la tierra; de nadie a su cadena voy atado, ni siervo de ningún credo soy.

No soy una ilusión, ni copa de vino para tu corazón solitario.

No estoy cautivo, de nadie soy rehén; no soy alguien sin valor, ni me envía maestro alguno.

No soy mendigo de cualquier templo o mezquita o taberna. Ni el infierno ni el paraíso soy, así es mi esencia.

No digo estas palabras hoy, ni hoy las escribo; con pluma de luz lo hice en la aurora de la preeternidad.

Si eres capaz de entender tal sutileza, te lo revelo en secreto y susurrando, para que nadie escuche este secreto precioso del universo:

todo cuanto han dicho y recitado, eres tú; tu eres el alma del mundo, oculto y visible eres tú.

Tú eres aquel a quien toda una vida buscas con sollozos; no sabes que tú mismo eres el núcleo mismo del amor.

Tú eres los misterios ocultos, tú el jardín del Edén. Tú la respuesta a toda filosofía, a todo cómo y porqué.

Juro por ti que te mostraron este misterio, y tú, sin temor, despertaste: más inmenso que los universos, no eres parte alguna ni agua en cuenco de barro.

Tú eres Él, hazte consciente de ti mismo, para que no te quedes junto  a cualquier casa en ruinas y veas el fulgor de tu propia luz.»

Rumi

Sin título 2

Déjales entrar

Hacía tiempo que no pasaba una semana tan mala, tan aislada, de bajón. Hacía tiempo que mis antiguos amigos Parálisis, Incomunicación, Aislamiento y Juicio no venían a visitarme de este modo. Llegaron, acamparon y aquí se quedaron sin intención de moverse por varios días. Parálisis consiguió que los músculos de mi cuerpo dejaran de ser mis músculos, Incomunicación bloqueó mis oídos y Juicio no hacía más que reír y reír mientras yo corría desesperada hacia mi querida cueva del Aislamiento. Es duro para el cuerpo tener que abrir la puerta a tales visitantes. Es duro para aquella persona que siempre escuchó que la alegría y la felicidad debían ser los platos a servir en el menú de cada día. Es duro dejar que estos visitantes entren cuando sabes que van a hacerte sentir tu más profunda y delicada vulnerabilidad.

La sociedad nos ha enseñado que estos estados de “caída libre” son inaceptables, vergonzosos; que nos hacen ser menos valiosos. La sociedad nos ha invitado a reprimirlos, a ocultarlos. Y nosotros, así lo hacemos, los reprimimos y los ocultamos dejando que la herida se haga grande muy adentro de nosotros. Salimos a la calle y damos enérgicos “Buenos Días” a la gente aunque nos encontremos hundidos, cantamos a los cuatro vientos todas nuestras fortalezas y todos nuestros logros, publicamos en todas nuestras redes sociales lo bien que nos va y lo guapos que estamos… Y todo esto está muy bien siempre y cuando estemos siendo sinceros con nosotros mismos.

¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Te estás viendo a ti, a todo tu ser o tan solo a esa parte de la que tan orgulloso te sientes? ¿No son acaso valiosos maestros todos estos sentimientos que llamamos indeseados? ¿Por qué no nos damos cuenta que lo que nos hace únicos y especiales es toda esa gama de facetas que cada uno de nosotros posee? ¿Es que no nos damos cuenta que hasta que no le demos la bienvenida a todo nuestro «yo» no vamos a sentir la libertad plena?

Cada día me doy más cuenta que la autenticidad es la llave de nuestra libertad. Ser reales, dejar a un lado los maquillajes. ¡Cuánta valentía es necesaria para abrir los ojos, expandir nuestros brazos hacia el cielo y gritarle al viento quienes somos con total naturalidad y vitalidad!

Bien, manos a la obra, he aquí las opciones que tenemos cada vez que estos valiosos maestros llamados tristeza, desgana, rabia, juicio… vienen a visitarnos a nuestra casa:

OPCIÓN 1) Los ignoro. Continúo sonriendo como si nada, me convenzo de que a mí esto no me está pasando y sigo haciendo lo que estaba haciendo. Esto lo único que va a conseguir es que lo vayas acumulando muy adentro de ti. Al principio no te pesará pero a la larga tus sonrisas serán falsas sonrisas, tus diálogos estarán desconectados de tu interior, tus relaciones estarán basadas en el maquillaje externo y el automatismo de no querer sentir hará que acabes por no sentir nada. ¿La descartamos?

OPCIÓN 2) Lucho. Me enfado conmigo mismo por estar sintiendo esto. Aquí lo único que vamos a conseguir es minar nuestro amor propio y hacer que los sentimientos que provocaron nuestro enfado se hagan todavía más grandes. Nos enfadamos con nosotros mismos por sentirnos tristes, inseguros, aislados… y ese enfado solo provocará que nos sintamos más tristes, más inseguros con nosotros mismos y más aislados. Descartada.

OPCIÓN 3) Decido culpar a los demás de mis sentimientos. Tan solo piensa en el poder que estás dando a todo el mundo que te rodea. Mediante la vocecita que tenemos en nuestra cabeza, somos nosotros los que creamos nuestros propios sentimientos. Por eso es bueno tener una vocecita dulce y cariñosa que nos ayude a ver las cosas como son y nos ayude a mejorar en el día a día. Es necesario cultivar nuestro interior para sentirnos bien y lo suficientemente fuertes para hacernos responsables de aquello que sentimos. Es sano descartar esta opción ya que nos quita poder y libertad. Además, tiene un efecto colateral en las personas que nos rodean ya que al sentirse culpabilizadas puede que respondan de tal manera que estos sentimientos que tú querías evitar se hagan más grandes (por ejemplo: me siento triste, te culpo a ti por estar yo triste, tú te enfadas conmigo por culpabilizarte y yo acabo sintiéndome más triste por sentirme incomprendida o no querida).

OPCIÓN 4) Me paro, observo, expreso, entiendo y acepto. ¡Probemos con esta opción!

a) Lo primero de todo es pararme. En cuanto me doy cuenta de lo que está ocurriendo en mi interior o de lo que estoy haciendo o cómo estoy reaccionando… me paro. Me paro un momento, respiro y observo.

b) Observo lo que está ocurriendo alrededor, observo cómo me estoy sintiendo. Hace falta mucha compasión, objetividad y cariño. Me veo a mí mismo como un ser humano que tiene diferentes estados de ánimo, veo la situación a grandes rasgos. Puede ayudarme poner la mano en el corazón, cerrar los ojos, respirar…

c) Expreso. Agarro un lápiz y comienzo a escribir. Cojo pinturas y comienzo a pintar. Pongo música y empiezo a bailar. Nada está bien, nada está mal. No se trata de ser Picasso o Paulo Coelho. La clave está en expresar cualquier cosa, de cualquier manera y no tener miedo. No tener miedo de estos sentimientos que acaban de llegar. ¿Ha llegado la tristeza? Sumérgete en la expresión de la tristeza. ¿Ha llegado el odio? Este es tu momento de odiar de verdad. ¿Tienes rabia dentro? Vuélvete loco expresando esa rabia incontrolable que ha venido a visitarte. No tengas miedo, tocar fondo solo va a hacer que salgas a la superficie. Date el permiso; un lápiz, una brocha, un baile… expreses lo que expreses no hará daño a nadie y si das rienda suelta a ese sentimiento que te ha llevado hasta aquí, lo siguiente que experimentarás es una total libertad. Pinta el dibujo más oscuro que puedas imaginar, garabatea hasta romper el papel, date el derecho de quejarte mediante la escritura, baila liberando la mayor energía posible y grita, llora o ríe mientras estés expresando todo esto. Créeme, expresar y honrar aquello que llevamos dentro es el único camino a la verdadera felicidad y el único camino que nos puede llevar al entendimiento y a la aceptación. (Si además de expresarlo por ti mismo, te apetece conocer más sobre esto o hacer esto en comunidad, échale un vistazo a las clases y talleres del baile de los 5 ritmos; también te puede interesar la biodanza o talleres de arte-terapia)

d) Entendimiento y aceptación. Esa liberación de energía mediante tu propio arte, te llevará a un lugar de paz. Aquí, pudiendo ya respirar, te será muy fácil entender. Entender porqué te sentías así, comprender más sobre cómo eres… aceptarte y quererte tal cual eres. Entiendes que nada está bien, que nada está mal, las cosas simplemente son, tú simplemente eres…

Una última observación. Si eres de los que, como yo, cuando se siente mal, se va a su mundo, lo intenta solucionar por sí mismo y no lo comparte con nadie más; prueba a contar con la ayuda de los demás. Esto es, quedar con un amigo de confianza, llamar a algún familiar que sea muy cercano a ti… La vida nos ha dado mucha gente que nos quiere, hagamos uso de estos tesoros. Si por el contrario, eres de aquellos que cuando no se encuentra bien, sale corriendo en busca de gente que le pueda aconsejar; frena un momento, respira, escucha dentro de ti e intenta buscar la respuesta por ti mismo. Los demás nos pueden apoyar, pero sólo nosotros sabemos hacia que dirección navegar.

Y, por último, como Rumi escribió:

“El ser humano es como una casa de huéspedes. Cada mañana, una nueva llegada.

Una alegría, una decepción, un sin sentido, un sentimiento del que de repente somos conscientes, se presentarán como visitantes inesperados.

¡Dales la bienvenida y acógelos a todos!  Incluso si es una muchedumbre de preocupaciones que violentamente barre y se lleva todos los muebles de tu casa.

Aún así, trata a cada huésped honorablemente, puede que él esté limpiándote la casa para dar la bienvenida a una nueva delicia.

El pensamiento oscuro, la vergüenza, la malicia; ¡recíbelos riendo en la puerta e invítales a pasar!

Sé agradecido con cualquiera que venga, porque cada uno de ellos ha sido enviado como un guía del más allá”.