RELATOS EXTRAÑOS

Joven - Vieja“He de decir que estoy bastante sorprendida. No te esperaba aquí”.

El chico bajó la mirada.

Hace mucho que no nos vemos”- prosiguió ella. “Y no era de esperar volver a tenerte tan cerca”.

Luisa, … alcanzó a decir él antes de quedarse sin aliento.

Respiró para poder continuar con su discurso. “Luisa…”- repitió de nuevo volviendo a callar como si no le quedaran fuerzas para decir ni una sola palabra más.

Luís…”- se escuchó de los labios de ella. Y ella también calló.

Los dos miraron al suelo. Una especie de viento cargado de polvo y mugre comenzó a elevarse de entre los pies de ambos. El cabello de Luís y de Luisa empezó a agitarse empujado por el efecto de aquel extraño remolino de aire en movimiento.

“¡Luís!”- gritó ella con una voz sin sonido en la que solo chirriaban las cuerdas vocales de su garganta.

“¡Luís!”- volvió a gritar sin conseguir sacar hacia fuera el sonido de aquel nombre.

Angustiada al presenciar su incapacidad de habla, agarró a Luís por el cuello y zarandeándolo, le gritó: “¡¡Dime algo, Luís!!. Ahora sí conseguía escucharse el sonido de sus palabras. “¡Te he dicho que me digas ALGO!”- volvió a suplicar Luisa en tono imperativo y con afán de suprema relevancia y autoridad.

La corona de Luisa cayó de su cabeza y fue a parar a aquel suelo firme aunque sin claros cimientos.

Luís se agachó a recoger la corona. La miró- a la corona. La abrazó- a la corona. Y la volvió a poner en la cabeza de ella.

Estúpida”- le dijo él. “Crees que por llevar oro eres digna de todas nuestras miradas. Crees que por llevar algo pesado en tu cabeza, los demás tenemos que agachar la nuestra ante tu presencia”.

Luís se puso de rodillas para comenzar a lavar los pies de Luisa. El viento ya había parado y los pies de Luisa se habían llenado de un polvo grisáceo casi negro. Al poner la toalla mojada en agua en los pies de ella, encontró que su piel estaba tremendamente arrugada. Las uñas eran largas. Parecía estar lavándole los pies a una anciana.

Luís elevó sus ojos y vio a una vieja petrificada.

Le estaba lavando los pies a la muerte.

A la vez que Luís se elevaba para observar la imagen de aquella inerte dama, ella caía al suelo por debajo de su mirada.

No quedó rastro de ella. No dejó huella. No se supo nada.

Ni de Luisa, ni de una vieja, ni de una dama. Ni la corona, ni una palabra, ni un gesto amargo en sus miradas.

EL AMOR EN EL OPUESTO

Hoy estoy sintiendo muchas emociones de manera intensa desde que me levanté. Tuve un día ocupado así que no pude atenderlas debidamente durante el día. Ahora que es de noche, siento que hay una larga lista de espera en mi interior, esperando ser atendida.

Con mucho dolor- que siento internamente- me dispongo a trabajar y escuchar a cada una de esas emociones atentamente. Me pongo el traje de trabajo -un desnudo total- y abro la puerta para dejar pasar a la primera de ellas:

DESAZÓN

“Desazón”, así me ha dicho que se llama. Apunto su nombre en el papel de la consulta aunque, realmente, no sé que es lo que ella misma significa. Así, para empezar y entrar en calor le pregunto:

“¿Quién eres?”

“Soy la desazón – me responde- esa que, a veces, viene a visitarte pero nunca atiendes. Esa que te hace sentir que no hay salida y que no va a ver otra opción más que el camino que te desagrada.” 

La miro con curiosidad y me muestro sorprendida. Es cierto que sabía de su existencia hacía tiempo pero que nunca había llegado a notarla tan dispuesta a hablar conmigo. Esta sesión pintaba que iba a ser bastante interesante.

“Bien, desazón. Sí, es cierto que sabía de tu existencia. ¿Qué me vienes a decir?”

“En realidad, soy yo la que viene en busca de tu mirada, de tu atención, de tu escucha y tu consuelo.”

Respiro hondo, no sé qué decir.

“¿No vas a decirme nada?”.

El tono de su voz me intimida. Siento cierta vergüenza en mi interior. Es cierto que yo sabía que ella rondaba por los alrededores de mi consulta, sabía que me buscaba… y, yo, estaba bastante cabreada con lo que ella en sí representaba y, por tanto, nunca quise abrirle la puerta ni saber qué tendría ella para contarme…

“He sido cobarde, he de reconocerlo”- le dije. “Sinceramente, tu mensaje no es un mensaje que me interese. Tú siempre vas con la cabeza agachada, creyendo que no hay nada más por encontrar, que la vida no tiene sentido y que da igual hacia donde camines que todo va a ser igual. Pero es que, Desazón, vas como un alma en pena, sin rumbo fijo… ¿qué podría aprender yo de ti?”

“Como bien te decía al comienzo, soy yo la que quería saber de tu existencia, la que necesitaba un guía o una escucha, nunca te prometí ser yo la que te aportaría algo a ti… pero ya veo, claramente, tu altivez, tu hipocresía, tu avaricia y tu poca sensibilidad…”

De repente, en lugar de molestarme sus palabras, sentí un gran alivio. Últimamente, solo recibía halagos y mensajes positivos y, en realidad, podría ser que sus palabras SÍ tuvieran algo que aportarme.

“Es verdad que te he juzgado – le dije- es verdad que no quería saber nada de tu andrajosa presencia y tu negatividad pero, ahora que hablas, comienza a interesarme lo que cuentas…”

Se hizo un silencio entre nosotras dos.

“Sandra, siempre he vivido dentro de ti. ¿Por qué has hecho oídos sordos? ¿Por qué has cerrado los ojos a verme por quien yo soy? ¿No eres tú la que siempre busca que se le acepte al completo? ¿Quién quieres que te acepte si tú misma no eres capaz de ver todo lo que hay en ti?”- me dijo.

“No es de buen gusto saber que una tiene una parte oscura, desgastada y roída… eso debes saberlo…”– le respondí yo.

“Sí, ese es el papel que me ha tocado a mí pero… ¿te has planteado que puedes estar perdiéndote por no tenerme en consideración?”

“Si te digo la verdad, no se me ocurre nada que una parte tan miserable como la que tú supones en mi interior, tenga algo que aportarme….”- le dije con total sinceridad y apertura.

“PIENSA”.

“A ver, es verdad que sé que he atraído en mi vida a muchas personas en las que TÚ estás bien presente. Gente desanimada, depresiva, con pocas ganas de ver más allá, sin pasión ni interés por la vida… Sé, también, que la vida te pone delante a aquellas personas con características similares a las que uno mismo no puede ver en su interior… Sé que la vida quiere que sepa que yo SOY una persona COMPLETA y pone fuera de mí todo lo que no consigo ver dentro…”

“Así es…”– me reafirmó la emoción.

“Pero, aún así, no se me ocurre que puedes tener tú de bueno…”– le dije con aires dubitativos.

“Quizás, ese sea el principal problema, que intentes ver en mí un ápice de bondad…”

“Tiene que serlo, tiene que haber en ti algo bueno. Eso es lo que yo pienso, mi modelo mental de este Universo es que no hay nada en él que no tenga una utilidad…”

“¿Es para ti BONDAD igual a UTILIDAD?”- recalcó de manera muy aguda.

“Puede” – le dije.

“¿Y qué es para ti la utilidad?”

“Aquello que me enseña ALGO”.

“Bien, entonces yo soy buena si aporto y te enseño algo en tu vida, ¿no?”.

“Sí, así es”.

“¿Y qué crees que he venido a enseñarte?”.

“La realidad es que veo que lo único que tienes para aportarme es mostrarme la otra cara de la moneda. Es decir, sabiendo que existes tú, sé que también existe el lado opuesto. Ese lado en el que uno vive de buen agrado, encontrando diferentes caminos en su vida, dispuesto a comerse el mundo y saborear con gracia cada una de sus experiencias… Ese estado de corazón contento y cuerpo preparado para recibir en completa apertura y disponibilidad…” 

Me quedé pensando sobre las palabras que acababa de decirle y me reafirmé diciéndole: “Mmmm, sí, ¡es así! Ya lo veo…”

Me dio las GRACIAS con un simple beso, acarició con un susurro mi oído izquierdo y desapareció en ese justo momento…

Y, aunque, como le decía a Desazón, esto puede sonar a topicazo, me doy cuenta que esto es REAL. Es decir, es real que necesito entender que soy las dos partes y que ambas dos viven en mí. No soy esa persona que se come el mundo, que ve posibilidades más allá de dónde no las hay, que exprime, descubre y redescubre su propia esencia dándole gracias a la vida a cada instante. No, no soy esa… Y lo que es verdadero también es que no soy, tampoco, ese alma en pena perdida sin rumbo, desgastada y roída por los oscuros anocheceres de la vida, sin sentido ni pulso para vivir… No soy una, no soy la otra y, sin embargo, he de reconocer que soy las dos a la vez. Que me como el mundo a la vez que lo detesto, que AMO a la vez que ignoro, que atesoro a la vez que cierro mis ojos, que escucho a la vez que evito y que me entrego a la vez que me repliego.

Soy dos, soy una; soy todo y nada a la vez. Y celebro que tú estés hecho de lo mismo. Amo las diferencias que nos unen y los reflejos que nos damos el uno al otro. Te quiero tal cual eres. Adoro tus incongruencias pues no son más que la muestra viva de las posibilidades que atesoramos en nuestro interior.

Somos opuestos y a la vez iguales. Y eso es algo que nunca espero llegar a entender. Hoy solo quiero disfrutarlo. Disfrutar aquello que es dispar pero que baila abrazándonos con UNA misma música.

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* Pintura personal que ADORO – realizada con acrílicos

OBSERVO ESA VIDA PASAR

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OBSERVO ESA VIDA PASAR

Me he enamorado de esta pintura, la mujer que aparece en ella me seduce de manera especial. Toda ella en sí me inspira, desde sus tersos, firmes y voluptuosos pechos hasta ese gesto de la cara que revela cierto inconformismo y cierta resignación a su vez. La noto fuerte, poderosa, completamente a gusto en su tierno cuerpo desnudo. Asentada con firmeza en su sabiduría, contemplando con amor y presencia todos los vaivenes que se dan dentro y fuera de su ser.

Su mirada me lleva a ningún lugar, su boca cerrada me evoca esos momentos en los que a disgusto con la realidad, decides aceptarla pero sigues sin querer catarla.

Esa manta que se ha echado por encima, el suelo que parece ir a juego con su emoción, el jarrón que está presente pero le deja a ella tener toda la atención y esa luz viva y tenue del lugar se me hacen como el ambiente perfecto en el que quitarte tu propia ropa y sentarte junto a ti y en tu propio peso a meditar.

Sentarse a meditar o, mejor dicho, algo que me gusta más: ver la vida pasar. Observar, sentir, echar algunas lágrimas, reír o cantar; escuchar a la cabeza parlotear, desear la llegada de algo “más” o inspirarse notando el propio ritmo y calor corporal.

Por nada del mundo irrumpiría dentro del cuadro en el que ella habita. Prefiero observarla infinitamente mientras la siento contemplar que es posible encontrarse como ella es y está: poderosa a la vez que parada, firme a la vez que derrumbada, conectada a la vez que separada, resignada a la vez que inconformista, confusa a la vez que confiada, presente a la vez que ida.