Masculinidad y machismo no representan lo mismo

Cuando hablamos del machismo y de lo mucho que ha aplastado la soberanía, el disfrute y el poder de la mujer; olvidamos hablar de lo mucho que el patriarcado aplasta la soberanía, el disfrute y el poder de los hombres.

Suena fatal. Lo entiendo. Muchas y muchos pensaréis que es absurdo lo que escribo. Que las mujeres somos las más afectadas. Sí, lo somos. Y a un nivel muy obvio y brutal. Cuanto menos desarrollado el país y menos abierta de mente es la cultura, más aberraciones se cometen en contra de la mujer. Pero, ¿por qué se hacen?

Porque nuestra sociedad detesta lo femenino (lo vulnerable, intuitivo, el ser) y adora lo masculino (el hacer, la fuerza externa, los resultados). Y prohíbe, especialmente a los hombres, estar en contacto con su lado femenino.

Un hombre castrado de su propia feminidad, no puede ser otra cosa más que violento. Un hombre hermético, que no llora ni siente, ni abraza, ni canta, ni juega, ni mima… no puede ser otra cosa más que violento. Un hombre al que acallaron su deseo creativo, instintivo e intuitivo, no puede ser más que violento. Las mujeres representamos, a nivel externo y dual, todas esas cualidades que a los hombres se les ha reprimido desde siempre: la vulnerabilidad, la emocionalidad, la dulzura, la intuición, la ternura, el juego, el cuidado, …

Una sociedad que castra e impide al hombre estar en contacto con su lado femenino y expresarlo; crea hombres falsamente fuertes y, por tanto, altamente agresivos.

Esta violencia del hombre puede expresarse hacia fuera e ir dirigida a la mujer que, como digo, representa todas aquellas cualidades de la que el hombre fue castrado.

Si el hombre es consciente del dolor que causa el machismo y asocia el machismo con ser masculino, entonces dirigirá su violencia hacia su interior y arremeterá contra sí mismo y sus cualidades masculinas. Buscará ahogar cualquier brote de masculinidad, perdiendo forma, estructura, capacidad de autoliderazgo y confianza en sí mismo.

En las mujeres ocurre igual.

Es como si dentro de nosotros habitara un hombre y una mujer, una parte masculina y otra parte femenina. Tenemos por un lado, una parte intuitiva, emocional, conectada con el todo, dulce y tierna; así como también tenemos un lado más estructurado, al que le gusta liderar, dirigir, dar forma a las ideas y ponerlas en práctica en este mundo.

Si asociamos la masculinidad con el machismo, si asociamos ser hombre con el machismo; los hombres ahogan a sus hombres interiores y nosotras también. Arremetemos no solo en contra de todo hombre exterior y/o sus cualidades masculinas; sino que también nos desconectamos de nuestra masculinidad, es decir, de nuestra capacidad para expresar, liderar, defender y dar forma a aquello en lo que creemos.

Me gusta entender sobre estas cualidades femeninas y masculinas que habitan en nuestro interior. La mitología india me fascina porque detalla mucho sobre cómo se relacionan ambos polos dentro de nosotros. Pero más allá de la mitología y de mis propias indagaciones, me es difícil encontrar autores que abracen ambos polos y vayan más allá de una dualidad que condena a la mujer a sentirse superior o inferior al hombre.

Encontré este libro este verano y ya lo estoy acabando. La portada y el título pueden llevar a engaño y temía que iba a ser un canto a lo genial que somos nosotras y el daño que nos hacen ellos. Pero no, es un libro que te explica como el machismo más peligroso no es el que vive fuera sino el que vive dentro de nuestras mentes. Ayuda a recalibrar esa voz que llevamos dentro las mujeres de todo lo que no podemos hacer o debemos hacer sólo por el hecho de ser mujeres.

Queremos levantar la voz y alzarnos bien alto, queremos tener corazón abierto y expresarnos y abrirnos al mundo. Entonces, ¡qué necesario es que hablemos un poco con esa voz interior que nos dice que no podemos!

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Recomiendo:
“El patriarca interior” de Sidra Stone

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La niña que habita en mí

A veces no soy yo la que escribe, no todo mi ser, tan solo una parte de mí toma el control en la escritura. Esto quiere decir que hay veces que estoy feliz pero ese lado oscuro necesita decirme algo. Entonces, esa parte mía que se encuentra en la oscuridad, se pone frente al teclado y me cuenta, con sus propias palabras, qué es lo que le está pasando.

Acostumbramos siempre a escuchar aquello alejado de la oscuridad; la noche nos da miedo, nos asusta, nos recuerda nuestra cueva interior y esas voces que, a veces, evitamos. Pero lo negro e inalcanzable con la mirada, también forma parte del espectro de nuestra realidad. Y es de ahí, justo, precisamente, de donde podemos traer nueva luz que ilumine con mayor intensidad nuestro día a día.

Vine pedaleando desde una escuela a la que he ido a ofrecer algunas actividades de voluntariado. Eran las seis, no quería que se me hiciera de noche; así que pedaleaba fuerte, de manera constante, mi foco estaba en llegar cuanto antes a mi destino. No me quería ver a oscuras en ninguna carretera o lugar que se me hiciera espantoso al no iluminarle la luz del sol.

Tal cual deseaba y planeaba, llegué a mi destino a tiempo y con luz justo antes del anochecer.

En pocos minutos el cielo estaba negro y pensé: “¡Uff! ¡Por los pelos!

Sin embargo, no solo el exterior oscureció sino que yo misma, muy adentro, también me volví, por un momento, de color negro. Cierta tristeza estaba llegando, se hacía presente en mi interior. Cierto cansancio, quizás. Agotamiento. O una mezcla de todo.

Así que tras una ducha fría, preparé una alfombra en el suelo y me senté dispuesta a escuchar. A escucharme. A saber con atención, con cariño, con ganas, qué era aquello que me pasaba.

Imaginé enfrente de mí, en el otro lado de la alfombra, a la niña que fui; la que todavía siente, la que sueña, la que vibra a cada día con todo lo que le sucede. Y le pregunté: “¿Qué te pasa?

Ella ya me conoce, sabe que la escucho bien. Así que, en cuanto la vi dispuesta a responderme, cambié de lugar, me senté justo donde la imaginaba a ella y comencé a sentir lo que había en su interior. Empecé a llorar y me di cuenta de lo cansada que estaba.

Comenzó a contarme algunas cosas que le preocupaban y me informó de algunos aspectos que yo desconocía y que pensaba que eran ya algo del pasado. La escuché, con tranquilidad, en armonía. Y nos fuimos a cenar. Bueno, fui a cenar yo sola sabiéndola a ella en mi interior.

La niña interior es algo que todas llevamos dentro. La niña interior es la niña que fuimos. La que traía todos sus regalos intactos consigo, la que sufrió, la que vio algunas de sus necesidades cubiertas y algunas otras no. La niña interior es la pureza, la energía, la pasión, la convicción de aquello que queremos y no queremos, es nuestra fuerza interior y, además, es la vulnerabilidad más sublime y bella.

Nosotras, las que somos, somos las adultas; las que pueden convertirse en madres de esas niñas que llevamos dentro. Las que podemos darles a ellas todo lo que no tuvieron en su infancia y sí necesitaron, las que les podemos escuchar y abrazar y hacerles entender que el amor, en primer lugar, han de buscarlo en nosotras mismas.

Tuvimos una infancia, una mamá, un papá, unos educadores, unas circunstancias… Y fueron aquellas circunstancias y aquellas personas las que nos abrieron muchos caminos y también las que se interpusieron para que no transitáramos otros. Aprendimos, de pequeñas, que eran los mayores quienes poseían la Verdad y tenían el Poder de dirigir nuestras vidas.

Pero una vez crecemos, debemos hablar con ese lado vulnerable -nuestra niña interior- atenderla (atendernos) y hacernos comprender que la Verdad se encuentra dentro de nosotras y que el Poder, el poder de hacer aquello que queremos, también.

Conforme empezamos a desarrollar una relación de amor, cariño y respeto con nosotras mismas, nos hacemos menos dependientes de la opinión ajena; especialmente, de la opinión de aquellas personas que en nuestra infancia representaban la Verdad y el Poder.

Es importante saber que la Verdad reside dentro. Y que el Poder también.

Una vez sabes eso, se reduce el miedo. Entonces, tu camino se abre de una vez.

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Ilustración de Claudia Tremblay

NO SOY TU CONCEPTO

shiva-shaktiSupongo que no solo somos las mujeres las que sentimos y nos expresamos, supongo que no es algo que solo me atañe a mí y quizás sea independiente de mi sexo. Si soy o no soy mujer y si el otro es o no hombre. Dicen que depende de lo que tú te consideres. Dicen que incluso hay quienes se les denomina “de género fluido” y también dirán que hay quienes no se identifican con un género.

Creo que soy de estos últimos; soy mujer y también albergo al hombre dentro de mí. Creo que soy dos y no solo una, que ambas energías conviven en mi interior y que no puedo identificarme solo con una de ellas.

Creo que por ello debiera sacar más a juego a mi lado masculino porque algo de hombre hay en mí, por no decir que soy mitad y mitad y que no explorar mi masculinidad sería como tener a la mitad de mi jardín muerto y seco; como dejar a una parte de mi ser a un lado, como ignorar parte de mi potencial.

Y me veo aquí escribiendo, reflexiva, pensativa, creadora y creativa; y quiero ignorar las invitaciones sociales a creer que la mujer no crea y solo copia, que la mujer no genera y solo repite; que carece de carisma, de dones y regalos y que no tiene la capacidad para obrar y hacer arte. Porque si la mujer es un ser incapaz de traer Belleza y cosas innovadoras a este mundo, entonces tendría que quitarme el calificativo de mujer y eso no es, precisamente, lo que quiero.

Y quizás eso es lo que haya ocurrido que, con el paso de los años, el concepto de mujer ha ido cargándose de connotaciones aburridas, asépticas, insulsas… Que se nos consideró por mucho tiempo como inválidas y así fue como nosotras interiorizamos las características de ser mujer. Y tu abuela, tu bisabuela y todo tu linaje tuvieron que vivirlo de lleno hasta que llega el día en que tú te planteas si, realmente, eres mujer y te das cuenta que, quizás, ese concepto que ellas crearon a base de lo que les contaron, a ti no te plazca, contigo no vaya, en ti no se adapte.

Y entonces te ves obligada a rehacer un concepto, a rehacer una idea, a reencontrarte con la palabra mujer y con tu cuerpo. A intentar entender si aquellas características arcaicas que se le asignaron al cuerpo femenino realmente encajan con tu figura y a determinar si tú, efectivamente, eres esa mujer de la que te hablaron o eres algo nuevo que absolutamente nadie te mostró.

Te descubres inteligente, llena de belleza y amor, completamente capacitada para desarrollar nuevas ideas e incluso con las herramientas para generar cambios en el mundo. La fuerza toma cuerpo en tus manos y tus piernas quieren correr y hacerse grandes y poderosas. Quieres gritar y lo haces y tu pelo se vuelve libre y alocado, a la vez que tu útero se ensancha y sangras por toda esa vida que ya llegó y por la vida que tú misma eres.

Y, entonces, lloras y te derrumbas, hueles el perfume de una flor y te embriaga, y disfrutas y juegas y bailas y junto a tus cantos aparecen los cantos de la naturaleza, la esencia de aquella flor, la belleza de una idea, la potencia de tu voz.

Y te redescubres y te sales de un insulso y absurdo concepto y no buscas la etiqueta que te defina en la sociedad porque no todas las mujeres ni los hombres con los que te comunicas decidieron reconocerse ni emprender un viaje hacia sí mismos.

Por eso ya no buscas la etiqueta, ni el nombrarte de una manera ni de otra porque, de alguna manera, sabes que aquellos seres con los que te relacionas bien y te dan placer y consuelo son aquellos que también dejaron de darse nombres, de meterse en categorías, de encasquetarse un traje inadaptado para la presente ocasión.

EN CUERPO DE MUJER

Captura de pantalla 2015-12-31 a la(s) 11.09.43Algo que me gusta hacer cuando llega el último día del año es un pequeño y sencillo calendario cronológico en el que anoto, mes por mes y con muy pocas palabras, aquellas cositas especiales que han ido ocurriendo. En cada mes anoto dos, tres, cuatro palabras significativas que pueden corresponder a personas, emociones, acontecimientos, lugares, proyectos que tenía entre manos…

Luego observo el calendario a vista de pájaro e intuyo en qué momentos me he sentido más plena, en cuáles más perdida, en cuáles más feliz y, veo, claramente, con los conceptos escritos, el por qué de mis sensaciones internas en aquellos momentos.

Cuando era niña, me encantaba un libro que se llamaba “Lluvia de Estrellas”. En él, una niña de mi edad, huérfana y sin casa; y que solo disponía de un trozo de pan, vagaba por las calles. Se encontró a alguien con hambre y le dio su trozo de pan, se encontró a alguien con los pies descalzos y le dio sus zapatos, se encontró a alguien con frío y le dio sus ropas… Al final del cuento, la niña se encontraba desnuda y sin nada en medio del bosque mirando hacia el firmamento oscuro. Entonces, una impresionante lluvia de estrellas comenzó a darse allí arriba y las estrellas, convertidas en monedas de oro, comenzaron a caer en abundancia alrededor de la niña.

Me di cuenta este año que este tipo de cuentos de niñas buenas y perdidas que lo daban todo por los demás y acababan teniendo experiencias místicas, eras mis preferidos cuando era pequeña. Me encantaba ver en ellos la ilusión de la niña, las ensoñaciones, su confianza en un mundo que iba mucho más allá de lo material, su despojo de sus posesiones, su atención por la emoción de todo aquel que tenía alrededor…

He de decir que no espero en este 2016 una lluvia de estrellas sobre mí, ni que el Universo me dé repentina y fortuitamente lo que haya podido estar cultivando en los últimos años. Tampoco deseo ser una niña pobre o mendiga, perdida o sin rumbo que lo da todo por los demás. No quiero vivir en la escasez ni enorgullecerme por aquello que voluntaria o involuntariamente pueda estar haciendo por los otros.

Creo que hemos escuchado demasiadas historias sobre buenos samaritanos, sobre mártires o sobre gente que da su vida por los demás. Creo que glorificamos demasiado a todo aquel que vive con poco, que todos queremos dinero pero luego lo detestamos a su vez, que tenemos una extraña relación de deseo de la abundancia desde la comodidad conocida de la escasez.

Y yo, para variar en mis textos que escribo que acaban siendo una especie de protesta personal, estoy muy cansada de esa idea de que “hay que tener poco”, “hay que ser poco”, para que los demás te quieran y se sientan cómodos a tu lado. Estamos acostumbrados a no presumir de nosotros mismos, a no enaltecer nuestros propios logros, a que no se nos llene la boca al hablar de nuestras proezas, a ocultar nuestros éxitos e incluso nuestras ventajas, comodidades y posesiones económicas si es que las tenemos… solo por no herir los egos de los demás. Y, como decía anteriormente, estoy cansada de todo ello.

Al 2016 no le pido buenas acciones desinteresadas, shhhhh…. silenciosas y shhhhhh…. sutiles. No le pido es-ca-sez, ni pobreza, ni pocas posesiones. No le pido escondites, ni cuevas, ni trajecitos de lunares rosas con volantes que ya no le caben a este cuerpo de mujer. Al 2016 le pido fuerza y potencia; coraje para estar en pie, alegría para mostrarme y expresarme; y confianza plena hacia el mundo en el que vivo para abrirme completamente a él.

flamenco

 

 

A CARA DESCUBIERTA

Nos han dicho que no somos buenos. 

¿Lo crees o no lo crees?

En primer lugar, este punto se hace notar si te has movido en una cultura bañada en lo religioso. La mayoría de las religiones, hacen de lo humano, el pecado en sí mismo. Solo por nacer, te alejas de Dios, y has de pedir perdón. Eres un pecador. ¿Alguna vez te has dado con la mano en el pecho mientras rezabas en la Iglesia la oración en la que se dice “por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa”? La religión católica- como algunas otras religiones- tal cual es transmitida, sienta las bases de que somos seres no impecables, estamos manchados y necesitamos del perdón de todos nuestros incesantes pecados. No intentes hacer nada para cambiarlo, ser pecador e impuro es tu condición.

En segundo lugar, el poder que gobierna a los países no suele estructurarse con la intención de crear seres libres y poderosos, sino dependientes y consumistas de las instituciones mismas. Si tú fueras libre y poderoso, ¿qué función tendrían los que quieren decirte como se deben hacer las cosas? De ahí, que se permita que vivamos en una sociedad corrupta con pocas vías para el autoconocimiento y la liberación personal. Si todos supiéramos que somos fantásticos y buenos, otro gallo cantaría.

En tercer lugar, al estar tan alejados de nuestra verdad personal, buscamos el éxito en lo externo. Un éxito puede ser ganar mucho dinero en el ámbito laboral, resultando ser influyentes para un gran número de personas. Si quiero tener éxito y ganar dinero con mi empresa, querré que consumas mis productos o servicios. La competencia cada vez crece más y necesito que consumas todavía un poco más de lo que consumías antes. Te diré que no eres lo suficientemente guapa (¡cómprate ya esa crema de la cara!), que tus relaciones sexuales todavía no son la bomba (¡cómprate el nuevo lubricante sabor fresa del trópico!) o que tu vergonzosa calva todavía tiene solución (¡vé ya a por las pastillas a la farmacia!). Ser exactamente como eres no es bonito ni maravilloso, tú todavía no encajas ni estás preparado para triunfar. Algo falla en tu interior, lo mejor es que sigas consumiendo algo que te haga ser diferente a quien tú eres.

En cuarto lugar, y por ser nacidos en una sociedad que no valora su interior, los padres y profesores educan a los más pequeños con el ejemplo. Si yo no siento que valgo y soy bueno, no voy a poder mostrar a mi hijo lo maravilloso que es él pues ellos aprenden del comportamiento que ven en los mayores. Si además, enfatizo la situación con frases del tipo “eres muy malo” cuando hacen algo que me disgusta, sólo estoy creando más dolor interno en ese ser humano que solo quiere ser comprendido.

Si, desde que nacemos, somos invalidados constantemente por ser quiénes somos, si vivimos en una sociedad que niega la realidad de la naturaleza humana, si recibimos miles de impactos publicitarios al día que nos piden cambiar, si nuestros padres, educadores y gente que hemos querido seguir en el ejemplo, no se quieren a sí mismos,… acabamos, por ignorancia o tentación, cayendo todos en el mismo saco.

Creo que, en el fondo, todos sabemos que algo va mal en la forma en que se ha estructurado la sociedad actual pero decidimos de manera conjunta hacer oídos sordos. Tampoco es fácil salir de ella y sus pautas, sin causar cierta incomodidad en la gente que nos rodea y que prefiere quedarse donde estaba. A veces, que tú abras los ojos, implica que los demás los tengan que abrir también. Y, entonces, se sentirán molestos por tu comportamiento y, una vez más, te volverán a hacer sentir que eres malo. Si tú no has calmado esas ansias de corroborarte a ti mismo que no lo eres, les querrás complacer y evitar ante todo que vuelvan a ponerte tal dolorosa etiqueta.

Eres tan malo o tan bueno cómo quieras tú creer en tu cabeza lo que se dice en la cultura que moldea todo lo que te rodea. A lo mejor, lo ideal sería que buscaras dentro de ti mismo la respuesta real de quién eres tú y de cómo eres en verdad.

El otro día mi sobrino de 3 años y yo mirábamos una revista. Habían unos hombres con la cara cubierta de blanco y me dijo “esos son buenos”. Luego vimos a otros cubiertos con la cara de negro y me dijo “esos son malos”. Y, entonces, cuando le pregunté por el único hombre que tenía LA CARA DESCUBIERTA me dijo: “ESE ES BUENO Y TAMBIÉN ES MALO”. ¡Me quedé alucinada!

¿No será cuestión de QUITARSE LA CARETA, mostrar nuestra totalidad y dejar de querer aparentar que somos totalmente buenos o totalmente malos?

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OBSERVO ESA VIDA PASAR

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OBSERVO ESA VIDA PASAR

Me he enamorado de esta pintura, la mujer que aparece en ella me seduce de manera especial. Toda ella en sí me inspira, desde sus tersos, firmes y voluptuosos pechos hasta ese gesto de la cara que revela cierto inconformismo y cierta resignación a su vez. La noto fuerte, poderosa, completamente a gusto en su tierno cuerpo desnudo. Asentada con firmeza en su sabiduría, contemplando con amor y presencia todos los vaivenes que se dan dentro y fuera de su ser.

Su mirada me lleva a ningún lugar, su boca cerrada me evoca esos momentos en los que a disgusto con la realidad, decides aceptarla pero sigues sin querer catarla.

Esa manta que se ha echado por encima, el suelo que parece ir a juego con su emoción, el jarrón que está presente pero le deja a ella tener toda la atención y esa luz viva y tenue del lugar se me hacen como el ambiente perfecto en el que quitarte tu propia ropa y sentarte junto a ti y en tu propio peso a meditar.

Sentarse a meditar o, mejor dicho, algo que me gusta más: ver la vida pasar. Observar, sentir, echar algunas lágrimas, reír o cantar; escuchar a la cabeza parlotear, desear la llegada de algo “más” o inspirarse notando el propio ritmo y calor corporal.

Por nada del mundo irrumpiría dentro del cuadro en el que ella habita. Prefiero observarla infinitamente mientras la siento contemplar que es posible encontrarse como ella es y está: poderosa a la vez que parada, firme a la vez que derrumbada, conectada a la vez que separada, resignada a la vez que inconformista, confusa a la vez que confiada, presente a la vez que ida.

DESPIERTA, POR FAVOR

Lo mejor que tiene esto de escribir es que antes de empezar una no sepa de qué va a acabar hablando. Sentarse, abrir el ordenador o el diario y comenzar a escribir es como si una tuviera una cita consigo misma sin saber qué conversaciones o qué sorpresas pueden darse en esta ocasión tan íntima, privada y personal.

Así que hoy, después de haberme hecho un masaje en el que han acabado rociándome con agua caliente llena de rosas, me siento aquí, como si fuera un bebé, a escribir algo que desconozco por el momento y que voy a desvelarte a ti y a mí de una sola vez.

Ya que he mencionado lo del baño de flores, comenzaré hablando de ello. He estado haciendo un tratamiento de la medicina tradicional de la India –ayurveda- durante varios días, basado principalmente en la depuración de los órganos de tu cuerpo mediante masajes, dieta específica y algunas técnicas de relajación. Mi cuerpo ahora se siente completamente puro y empiezo a entender mejor de qué va este juego de la vida.

Nunca me ha gustado criticar a la sociedad y a la gente que está en el poder, especialmente, porque creo que ellos son tan inconscientes y víctimas como nosotros. Sin embargo, me cuesta entender quién tiene esta intención de que la sociedad no salga hacia delante de la miseria en la que todo el mundo vive. Cuando hablo de miseria, me refiero a la desconexión que la mayoría de nosotros tenemos con respecto a lo que llena a nuestro espíritu de gozo y de alegría.

Una, cuando despierta, y ve lo que se ha organizado alrededor del ser humano se queda un poco estupefacta ante tal “show de Truman”. En primer lugar, porque todos hemos sido educados con ciertas normas y valores que nunca hemos llegado a pensar si tienen sentido o no y que hemos acabado siguiendo por sentirnos parte del grupo y poder sentirnos respetados y queridos. En segundo lugar, porque como hemos querido que nuestros hijos también se integren en la vida “normal”, hemos decidido inculcarles las mismas normas y reglas que nosotros nunca llegamos a plantearnos y que de hecho nos hacen infelices. Y en tercer lugar, porque no hay NADA a nuestro alrededor que nos lo ponga fácil para despertar y ver que todo esto es un juego para que sigamos dormidos y actuemos como robots automáticos.

Encender la televisión en España solo sirve para que tu mente se active de tal manera que no consigas ver nada más allá que críticas al vecino y superficialidades, si sales a la calle no dejarás de recibir impactos publicitarios para que pongas el foco en cómo deberías ser (que, por supuesto, no es de la forma en la que eres), si no trabajas toda la sociedad se empeñará en que deberías estar trabajando tus ocho horas diarias para ser alguien en esta vida, si no tienes familia algo raro debe pasar contigo…. Y no solo los medios de comunicación (por cierto, las noticias son como la prensa rosa sobre políticos), la publicidad que quiere que dejes de ser tú y sigas consumiendo, las ideas y valores que se nos meten en la cabeza desde pequeños y que no dan paso a que nazca la espontaneidad desde dentro de nosotros… sino también ¡¡la comida que consumimos y que el Estado permite que sea así!!

Hace mucho que me he dado cuenta de los efectos que tienen diferentes alimentos en mi cabeza y como, cuando consumo ciertas sustancias, pierdo completamente mi “centro” y entro en este estado de sueño siendo un robot más como el resto. Siempre me he preguntado, ¿por qué el estado permite que en las golosinas de los niños y en las bolsas de “patatas” se puedan incluir ingredientes adictivos? Y es que, parece ser, que con la alimentación también se pretende que sigamos todos medio dormidos.

Cuando uno comienza a tener una dieta saludable (una dieta saludable de verdad, no las de las revistas), entiende la importancia de su cuerpo, se cuida y se respeta,… uno consigue ver las cosas con mayor claridad y empezar a pensar por uno mismo. Sin embargo, cuando uno no se mueve y no hace ejercicio, y consume alimentos que nos llenan la cabeza de pájaros (especialmente aquellos con agentes químicos y con azúcar – y estoy dejando de lado lo que hace el alcohol o las drogas que hacen lo mismo pero en mayor medida); bien, como decía, cuando uno consume porquerías, no se mueve, ve los programas absurdos de la tele y solo piensa en consumir; por supuesto, uno no tiene ni el cuerpo, ni la mente ni el alma a disposición de darse cuenta de algo que se vea claro.

Así, la mayoría de la sociedad vive en la confusión. Porque no hay nada a nuestro alrededor que verdaderamente nos apoye a redescubrirnos, a querernos de verdad, a cuidarnos, a buscar la verdad que hay dentro, a explorar, a salir del cuadrado que la sociedad ha vallado… Y cómo te salgas del cuadrado, ¡vas apañado con los comentarios!

No es casualidad que la sociedad esté constituida de esta manera. Y que las normas nunca lleguen a cuestionarse y se pasen de generación en generación. Pero, realmente, yo me pregunto: ¿Quiénes son los interesados en que esto sea así? Habrá gente que diría que son los gobiernos… pero, con todos mis respetos, yo a los políticos que veo no me parece que sean tan inteligentes como para manipularnos de esta manera… creo que ellos son los primeros manipulados.

Así que, me encuentro completamente vacía de respuestas en cuanto a quién provoca esto y porque se quiere que esto siga siendo así. He leído en algunos sitios que es por interés de crear más dinero, por los patrimonios, por el capital… pero, ¿quién puede tener la mente tan retorcida para querer seguir con este juego en el que se tiene a la mayoría de la población medio drogada con sucedáneos?

No lo entiendo. En serio, no sería muy difícil acabar con las agonías que hay en el universo de cada uno. Si en vez de los impactos publicitarios que recibimos y la educación que se nos da en casa y en la escuela, se nos educara un poco en lo que es ser auténtico y verdadero, otro gallo cantaría.

Mientras tanto, algunos perdidos vamos buscando a ver si hay algo coherente en todo esto que nos rodea.

No creo en Dios –me refiero al Dios ajeno que suele definirse-, creo en mí, creo en ti y en el Universo al completo. Creo que todos somos uno y todo está unido y que el poder está en mí, en ti y en todo a mi alrededor. No creo en ese señor del sillón que vive ahí arriba poniendo normas, pero sí creo en la belleza y en el potencial de las personas, y en todo aquello que podríamos crear todos juntos. Creo en nosotros y en que todo tiene un sentido.

Algún sentido tendrá que la mayoría de la población viva dormida… aunque siento que mayor sentido habría si la gente estuviera despierta regalando sonrisas espontáneas a los demás.

Por favor, que la próxima vez que enciendas la tele, comas alimentos con ingredientes químicos adictivos que van directos a tu cerebro, recibas impactos de la publicidad que te pidan que no seas tú, escuches todos los “deberías de” que vienen de los demás… entiendas que todo esto es un tinglado para mantenerte fuera de tu centro y desconectado de tu belleza interior.

Y como decía, cuando te pido algo por favor, no es que esté hablando solo contigo, estoy hablando conmigo también. Porque esto es una cita que he tenido conmigo misma y que he querido compartir contigo públicamente.

Gracias por estar aquí.

OTRAS CALLES

«1) Bajo por la calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Me caigo dentro.
Estoy perdido… me siento impotente.
Tardo una eternidad en salir de él.
 
2) Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Finjo no verlo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en el mismo lugar.
Todavía me lleva mucho tiempo salir de él.

3) Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Veo que está allí.
Caigo en él de todos modos… es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé dónde estoy.
Salgo inmediatamente de él.

4) Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Paso por el lado.

5) Bajo por otra calle.»

Este texto que se encuentra en «El libro tibetano de la vida y de la muerte» nos acerca a ese hoyo particular que todos conocemos. Ese lugar personal en el que nos dejamos caer consciente o inconscientemente para buscar cierta seguridad. Muchas veces, nos tendemos a nosotros mismos la trampa, preferimos la dureza de la caída y la incomodidad de ese hueco pequeño enterrado en el suelo, antes que arriesgarnos a probar otras calles cercanas que nos prometen una mayor libertad y felicidad.

Llega un momento en que el hueco se queda demasiado pequeño, el sufrimiento se hace innecesario y es hora de salir de él. Nos ponemos de pie a su lado, nos limpiamos el polvo que haya quedado en nosotros, le devolvemos lo que es suyo y ponemos rumbo hacia un destino que nos sea propio, ese que vamos a diseñar para nosotros mismos. Nos marchamos lejos de él pero le llevaremos siempre dentro como muestra de nuestro agradecimiento al servicio que nos ha dado en tantos momentos de inseguridad.

Mira a ese hoyo en el que siempre caes. Míralo con amor. Devuélvele lo que es suyo. Y si sientes que es difícil marchar, haz tú misma un hueco en tu corazón para incorporar la esencia de ese hoyo. Ámale e incorpóralo dentro de ti. De esa manera, nunca más caerás en él pero siempre le tendrás presente con amor y agradecimiento.

CARTA A LA RABIA

Depende de la familia en la que hayas nacido y cómo se te haya educado, habrás aprendido a exteriorizar determinadas emociones y, algunas otras, habrás decidido guardarlas dentro de ti. La rabia o la ira de un niño pequeño puede ser vista como una amenaza para el padre que quiere tenerlo todo bajo control o quizás simplemente se vea como algo negativo del niño que le puede dar problemas a la hora de desenvolverse en la sociedad. Sin embargo, la rabia de un niño bien recibida, se convertirá precisamente en algo muy valioso para él en el futuro; le ayudará a marcar barreras, a ir con seguridad en pos de lo que desea, a no tener miedo a expresarse, a sentirse seguro y poderoso y, sobre todo, hará que el niño se encuentre en paz consigo mismo al saber que esa emoción, como todas las otras, es algo bello y completamente natural.

Necesitamos estar abiertos a recibir nuestra propia rabia para así dar la bienvenida a la rabia de los más pequeños, a abrigarla con amor, a entenderla. Comprender mediante la observación y el cariño qué se cuece bajo dicho comportamiento y no cambiar nuestra actitud cuando dicha emoción se presenta. Si transmitimos a los niños que no les queremos cuando externalizan su rabia, esas personitas (al igual que hicimos nosotros) acabarán guardando la rabia para dentro de sí y la dejarán bien escondida, creyendo que es algo malo y contaminando su paz interior.

Así, muchas personas caminamos la faz de la tierra con algo que ruge ahí dentro. Es simplemente nuestra propia fuerza, nuestra poderosa expresión… que un día reprimimos para conseguir amor y que seguimos reprimiendo para no salir de nuestra zona de comfort.

Hoy escribo una carta a la rabia que nunca acepté ni quise ver. Hoy escribo una carta a eso que ha vivido siempre dentro y que se ha mostrado de mil maneras con dolores en mi cuerpo. Hoy me abro a ella y estoy dispuesta a reconocer su verdadero y bondadoso poder.

“Rabia, ¿quién eres? ¿cómo vistes? ¿qué aspecto tienes? Rabia, quiero saber muchísimo más acerca de ti. De tu personalidad, de tus gustos y aficiones. Quiero saber qué detestas, qué es aquello que no puedes soportar, cómo te muestras, qué necesitas y de qué te alimentas. Rabia, quiero cuidarte, quiero quererte como a uno más, quiero invitarte a mi casa y sentarte con los demás en la mesa. Es cierto que nunca antes te abrí la puerta. Ni en aquellas noches de frío en las que nevaba en el exterior y tú llamabas insistente para no quedarte fuera. Es cierto que nunca quise ver tu cara, ni escuchar tu voz, ni ver qué baile me traerías. Yo jugaba con Alegría, le daba besos a Tristeza, acurrucaba en mis brazos a Ilusión, tenía largas y profundas conversaciones con Miedo, bañaba a Amor mientras le dejaba jugar con las pompas de jabón… pero a ti, Rabia, nunca dediqué ni la más mínima atención.

Ahora me doy cuenta de lo excluida que te has sentido en esta vida, de tu necesidad de escucha y de la gran desazón con la que has luchado por sobrevivir. Creo que me aproximo a comprender lo mucho que has sufrido y la tristeza que yo he debido sentir por haberte excluido a ti.

Rabia, cansada estoy de haber querido vivir sin ti. Siento que últimamente me ha faltado fuerza, coraje y determinación a la hora de decidir por mí y sé que esa es la factura que paga cualquiera que no quiere dirigir hacia ti su mirada. Feliz me encuentro de saber que sigues esperando y por fin, mi cuerpo te entrego para que puedas desarrollar tus dones dentro de él. He oído decir que eres una gran guerrera, que luchas desde el corazón y que das fuerza a la gente para empuñar la espada del discernimiento que llevamos todos clavada en nuestro pecho. Empuñar dicha espada quiero así como también deseo sacar contigo a esa guerrera que sé que ha despertado aquí dentro.”

Hoy ratifico que la ira es un sentimiento más que fue dado en este universo para poder canalizarlo de manera constructiva. Hoy entiendo que si no miro a la rabia de frente, que si no la abrigo y la quiero, nunca podré sacar de ella esas perlas guardadas bajo su concha.

rabia reprimida expresada