TENEMOS HAMBRE

Las mujeres tenemos hambre, mucha hambre.

En primer lugar de RECONOCIMIENTO. Necesitamos sentirnos valoradas, saber que se nos ve más allá de nuestra belleza, que tenemos algo que aportar y que procrear no es la única misión que la vida tiene pensada para nosotras.

Tenemos hambre de ACCIÓN. Queremos ser valientes, decididas, estructuradas, poderosas. Necesitamos construir nuestros propios castillos, templos, reinos e imperios.

Tenemos hambre de AMOR. Queremos poder ser libres enfrente de otra persona, entregarnos a ella sin sentir pecado y rendirnos al éxtasis de esta existencia.

Tenemos hambre de COMIDA. Esa que los anuncios de televisión y las revistas demonizan y apartan de nosotras. Queremos volver a sentir que la comida nos pertenece y que somos uno con el alimento mismo.

Las mujeres tenemos hambre, estamos famélicas, comemos migas poco interesantes que solo acarician nuestros vacíos pero no los llenan. Por ello, debemos acceder pronto a ese hueco, a ese hueco que nos habita para hacer magia en su interior y transformar aquello que consideramos carencias en los frutos que nos llenen de vida desde adentro.

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SUCUMBIR

Podría decirte que el infierno no existe. Podría engañarte. Hacerte creer que las flores crecen en lugares desérticos y que incluso la lluvia riega los lugares más inhóspitos. Podría engañarte con el brillo de una mirada, seducirte con un perfume cautivador. Podría embriagarte a altas horas de la madrugada. Podría hacerte arder en un suave y delicioso calor. Podría entregarme abierta a la inmensidad de tus brazos. Beberte borracha. Deshacerme de juicios y de pudor.

Podría gritarte hasta caer barrida hacia atrás por la intensidad del sonido. Borrar todas las letras que escribo. Descomponer esta puta realidad.

Podría volar dejando un rastro dormido. Desaparecer como aquella diminuta luz que sucumbió en su propia oscuridad.

Podría acariciarte cuando camines perdido. Ser esa loca que gira sin sentido. Volver los ojos hacia dentro cuando te muestres despierto. Fraccionar este dolor que se siente tan intenso. Y verterlo en el suelo.

Que los perros laman aquello que debería vivir en el olvido. Déjate de rollos, amigo. No confundas corazón con castigo.

Bailemos al compás de un suave y dulce vals. Busquemos aquellos trozos de carne que tienen el color de la sangre. Despiértame con la brisa que se mueve a tu paso. Cántame con el alma, dánzame con la calma.

Ven a la fiesta de esta cama en llamas.

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Fotografía de Anne-Laure Etienne

A CARA DESCUBIERTA

Nos han dicho que no somos buenos. 

¿Lo crees o no lo crees?

En primer lugar, este punto se hace notar si te has movido en una cultura bañada en lo religioso. La mayoría de las religiones, hacen de lo humano, el pecado en sí mismo. Solo por nacer, te alejas de Dios, y has de pedir perdón. Eres un pecador. ¿Alguna vez te has dado con la mano en el pecho mientras rezabas en la Iglesia la oración en la que se dice “por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa”? La religión católica- como algunas otras religiones- tal cual es transmitida, sienta las bases de que somos seres no impecables, estamos manchados y necesitamos del perdón de todos nuestros incesantes pecados. No intentes hacer nada para cambiarlo, ser pecador e impuro es tu condición.

En segundo lugar, el poder que gobierna a los países no suele estructurarse con la intención de crear seres libres y poderosos, sino dependientes y consumistas de las instituciones mismas. Si tú fueras libre y poderoso, ¿qué función tendrían los que quieren decirte como se deben hacer las cosas? De ahí, que se permita que vivamos en una sociedad corrupta con pocas vías para el autoconocimiento y la liberación personal. Si todos supiéramos que somos fantásticos y buenos, otro gallo cantaría.

En tercer lugar, al estar tan alejados de nuestra verdad personal, buscamos el éxito en lo externo. Un éxito puede ser ganar mucho dinero en el ámbito laboral, resultando ser influyentes para un gran número de personas. Si quiero tener éxito y ganar dinero con mi empresa, querré que consumas mis productos o servicios. La competencia cada vez crece más y necesito que consumas todavía un poco más de lo que consumías antes. Te diré que no eres lo suficientemente guapa (¡cómprate ya esa crema de la cara!), que tus relaciones sexuales todavía no son la bomba (¡cómprate el nuevo lubricante sabor fresa del trópico!) o que tu vergonzosa calva todavía tiene solución (¡vé ya a por las pastillas a la farmacia!). Ser exactamente como eres no es bonito ni maravilloso, tú todavía no encajas ni estás preparado para triunfar. Algo falla en tu interior, lo mejor es que sigas consumiendo algo que te haga ser diferente a quien tú eres.

En cuarto lugar, y por ser nacidos en una sociedad que no valora su interior, los padres y profesores educan a los más pequeños con el ejemplo. Si yo no siento que valgo y soy bueno, no voy a poder mostrar a mi hijo lo maravilloso que es él pues ellos aprenden del comportamiento que ven en los mayores. Si además, enfatizo la situación con frases del tipo “eres muy malo” cuando hacen algo que me disgusta, sólo estoy creando más dolor interno en ese ser humano que solo quiere ser comprendido.

Si, desde que nacemos, somos invalidados constantemente por ser quiénes somos, si vivimos en una sociedad que niega la realidad de la naturaleza humana, si recibimos miles de impactos publicitarios al día que nos piden cambiar, si nuestros padres, educadores y gente que hemos querido seguir en el ejemplo, no se quieren a sí mismos,… acabamos, por ignorancia o tentación, cayendo todos en el mismo saco.

Creo que, en el fondo, todos sabemos que algo va mal en la forma en que se ha estructurado la sociedad actual pero decidimos de manera conjunta hacer oídos sordos. Tampoco es fácil salir de ella y sus pautas, sin causar cierta incomodidad en la gente que nos rodea y que prefiere quedarse donde estaba. A veces, que tú abras los ojos, implica que los demás los tengan que abrir también. Y, entonces, se sentirán molestos por tu comportamiento y, una vez más, te volverán a hacer sentir que eres malo. Si tú no has calmado esas ansias de corroborarte a ti mismo que no lo eres, les querrás complacer y evitar ante todo que vuelvan a ponerte tal dolorosa etiqueta.

Eres tan malo o tan bueno cómo quieras tú creer en tu cabeza lo que se dice en la cultura que moldea todo lo que te rodea. A lo mejor, lo ideal sería que buscaras dentro de ti mismo la respuesta real de quién eres tú y de cómo eres en verdad.

El otro día mi sobrino de 3 años y yo mirábamos una revista. Habían unos hombres con la cara cubierta de blanco y me dijo “esos son buenos”. Luego vimos a otros cubiertos con la cara de negro y me dijo “esos son malos”. Y, entonces, cuando le pregunté por el único hombre que tenía LA CARA DESCUBIERTA me dijo: “ESE ES BUENO Y TAMBIÉN ES MALO”. ¡Me quedé alucinada!

¿No será cuestión de QUITARSE LA CARETA, mostrar nuestra totalidad y dejar de querer aparentar que somos totalmente buenos o totalmente malos?

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