La libertad dentro del orden

Llevo varios días sin escribir ni sentarme a sentir lo que siento. Puede que ande un poco abrumada ante la cantidad de emociones que se han presentado ante mi puerta, últimamente. Son tantas y me llaman de una manera tan desesperada por ser escuchadas, que no consigo diferenciar cuáles son sus nombres (¿miedo?, ¿entusiasmo?, ¿rencor?). Tampoco consigo entender el motivo por el que están aquí, haciéndose sentir dentro de mi cuerpo.

Me siento como una olla exprés justo en ese momento en que el humo comienza a salir de entre las rendijas. A punto de estallar o, quizás, simplemente, a punto de SER SERVIDA en el plato de la vida.

Cuando comencé este blog hace ya casi tres años, lo hice por motivos que ya no recuerdo con claridad. Por un lado, acababa de despertar a una nueva forma de ver la vida y quería compartirlo con otros. Por otro lado, me gustaba escribir y creía que podía ser una buena forma de expresarme, de compartirme desde lo más profundo. Creo que otro de los motivos que me llevó a escribir y publicar fue la búsqueda de gente que vibrara con mis mismos motivos de vida.

La vida siempre se me ha hecho como un laboratorio en el que probar cosas nuevas. La vida siempre la he sentido como Eso que se me ha dado para experimentar. Creo que nunca la he subestimado o la he dado por hecha. Sabía que esto de vivir era algo muy especial y que no “todo el mundo” tiene la suerte de caer en este planeta con unos pulmones que se vacían y se llenan.

Escuchaba el otro día a un pensador que decía que todo humano es un gran héroe. Según él, nuestra primera aventura es la de nacer. Pasamos de ser algo minúsculo y sintiente en el vientre de nuestra madre que vive en un medio acuoso a un bebé que respira y vive fuera de él. Solo el momento del parto es para el bebé una gran aventura o, como decía una amiga mía, un rito de pasaje.

Decía él también que nuestro acto heroico no acaba ahí, hay un segundo acto heroico y es el de nacer a una vida decidida por nosotros mismos. Esto supone despertar a una realidad más profunda, a un sentir propio y auténtico que reconocemos de manera innata en nuestro interior. 

Este segundo nacimiento es el que podemos presenciar de una manera todavía más consciente. Podemos acompañarnos en ese proceso en el que dejamos los patrones antiguos, estudiados y heredados por entrar a una vida auténtica y fascinante que se revela a sí misma desde tu corazón y tu propia mente sintiente.

Para el humano común este segundo nacimiento, esta segunda aventura, debería ser algo relativamente fácil. Debería serlo porque a ello estamos destinados, a nacer de nuevo. Sin embargo, el apoyo externo con el que se cuenta para este necesario proceso es nulo o mínimo.

En otras culturas y en otros tiempos, sí se realizaban rituales y se contaba con el apoyo de la comunidad para acompañar a las personas a abrirse a una realidad mayor. Se acompañaba a todos los niños a convertirse en adultos.

Leí en el libro “The human cycle” de Colin M. Turnbull que es a la edad de 21 cuando en determinadas culturas, se llevaban a los jóvenes lejos de sus madres por un largo período para que encontraran el sentido de sus propias vidas. Tras ese momento de transformación, esos humanos conseguían meterse de lleno en lo que era su llamada, su sentido de vivir. Se casaban, tenían hijos, trabajaban… siempre conectados con su llamado y con su esencia.

Según este autor, a la edad de 45 llegaba otro momento para algunas personas: abandonarlo todo y dedicarse a una vida contemplativa.

Pero, como el autor decía, uno no puede pasar a la etapa de renuncia de los 45 si no entró de lleno a vivir su propia vida en la edad de los 21 ya que, ¿si nunca viviste tu propia vida diseñada por ti, si nunca arriesgaste, si nunca tuviste, probaste, sentiste… a qué vas a renunciar?

El ciudadano de hoy en día ha vivido su primer rito de pasaje: el nacimiento. Sin embargo, la mayoría de personas no han vivido el segundo: su propio nacimiento consciente a lo que ellos son. Sin este segundo nacimiento, uno no puede diseñar la vida por sí mismo y solo se limita a continuar con el legado de los otros. Obviamente, sin este segundo nacimiento, tampoco se puede llegar a la etapa de renunciación si es que se quisiera optar por ese camino.

Yo, desde mi sentir, desde mi forma de ver la vida, invito a las personas a que se sientan únicas. Como me dijo mi hermana mediana con mucha claridad y sabiduría: “la sociedad es una ESTRUCTURA, la familia es una ESTRUCTURA… y de esa estructura tú formas parte”. Ahora bien, la estructura es aquello que mantiene un orden y que existe “per se”. Tú formas parte de pequeñas y grandes estructuras, de miles y variados tipos de sistemas y estás interconectado con todo lo que te rodea de una manera compleja e inteligente. Ahora bien, ¿será el ser humano capaz de encontrar la LIBERTAD dentro de aquello que tiene un ORDEN? ¿Seremos capaces de renacer a nuestra propia autenticidad sabiéndonos parte de algo mucho más grande? ¿Seré yo capaz de entender que es, precisamente, la estructura lo que me está permitiendo a mí y al Universo al completo desarrollarse?

La libertad dentro del orden, ¡qué bello!

Mentes creativas. Espacios desordenados.

Mi tendencia suele ser dejar la casa desordenada. Incluso cuando acabo de limpiarla y organizarla y todo se queda reluciendo como los chorros del oro, siempre tengo ese primer momento de placer de poder dejar una camiseta bellamente tirada en la esquina de la cama. ¡Es casi poético!

Hasta ahora, no lo he podido evitar. Aunque mi señorita Rottenmeier me pedía que lo tuviera todo organizado para poder desempeñar con más eficiencia las tareas de mi vida; había una parte en mí que lo único que quería era poner todos los trastos de la casa en movimiento para poder ordenarlos una y otra vez más.

A veces me sorprende como llega el desorden y se presenta ante mí sin haberme avisado previamente. Cuando hace solo unas horas que lo he dejado todo bien organizado, miro a mi alrededor y objetos que no pertenecen a un determinado lugar yacen desorientados manteniendo relaciones con otros objetos que, claramente, no son de su círculo. Por ejemplo, una cucharilla de plástico pasándoselo en grande dentro de la caja de rotuladores de colores, la botellita de hacer pompas de jabón disfrutando en mi altar al lado de la figurita de una diosa budista, la tarjeta de visita de la consulta de un amigo asomándose expectante desde el estuche de maquillaje,… y así decenas de objetos más que empiezan a hacer de las suyas.

Hasta ahora, todo este juego me había parecido gracioso u odioso, dependiendo la ocasión. Hoy, no tengo sentimientos al respecto, solo sé que quiero sacar algo en claro que me lleve a la acción al respecto del orden caótico en mi existencia.

Por un lado, leyendo un artículo en internet, he encontrado que el caos en el hogar no es algo “tan malo”. Afirma que se hizo un estudio y se comprobó que la gente que se encuentra en espacios caóticos tiene ideas más creativas que la gente que está en espacios completamente ordenados. Parece ser que el orden promueve los valores de la convencionalidad, lo que está establecido, lo tradicional. Así, encontrarse en un espacio desordenado, ayuda a la persona a salirse de lo establecido y dar con ideas nuevas.

De hecho, ahora que recuerdo, en la empresa en la que yo trabajé un par de años, había una sala que se llamaba “la creativa”. Íbamos allí para relajarnos, salir del ambiente cuadriculado del trabajo y poder inspirarnos para tener ideas innovadoras. La sala tenía puffs, suelo verde, almohadas y elementos poco comunes en una oficina…

Por otro lado, he seguido investigando en internet, y he encontrado otro artículo en el que se hablaba de que el desorden en el hogar es un reflejo de los miedos inconscientes que tenemos más allá de la mente. Se decía que el caos externo, puede significar incertidumbre acerca de tus metas, de tu identidad o de lo que quieres de la vida y que, precisamente por ello, los niños pequeños tienen sus habitaciones desordenadas ya que ellos todavía no tienen consciencia ni de su identidad ni de sus metas.

En este segundo artículo, también se mencionaba que el desorden y la acumulación innecesaria de objetos bloquean las vías de acceso de nuevas oportunidades y nuevas personas (todo lo nuevo en la vida) y nos hace perder tiempo que puede ser muy valioso para estructurar de manera ordenada y disciplinada nuestro plan de vida.

Así que me encuentro una vez más con mis dos “yo”, las cuales quieren cosas diferentes. Una de ellas es una desmelenada que disfrutaría viviendo desnuda en la selva comiendo frutas frescas y dejando que su jugo se derramara en parte fuera de su boca (si alguien conoce a la diosa hindú Kali, digamos que esa sería una de mis yo); la otra quiere un poquito más de orden y estabilidad. Como siempre, habrá que llegar a un punto medio y quizás, ayudar a mi parte salvaje a incorporarse un poco al mundo del orden y de la forma. Y, también, enseñar a mi parte más disciplinada a valorar la locura extática que viene del caos y las ideas nuevas que surgen de todo ello y que también me ayudan mucho a desenvolverme en esta vida.

En cuanto al lugar en el que vivo, sí que quiero ponerme manos a la obra y esto es lo que saco en claro después de lo escrito:

–   Me doy cuenta que querer tener la casa desordenada tiene que ver con la rebeldía que se genera en mi interior al ver un mundo tan estructurado y que vive tanto en lo “socialmente aceptado”. Me cansa tanta apariencia, convencionalidad, apatía y rutina externa y me rebelo mostrando lo más salvaje y caótico que hay en mi interior.

–   Veo también que quizás yo misma esté reprimiendo en parte mi caos interno sin llegar a expresarlo y es por eso que sale disparado a modo de objetos desordenados.

–  Contemplo la posibilidad de que desordenar me lleva a tener que hacer algo luego (ordenar) y así puede que esté evitando momentos de tiempo libre en el que plantearme preguntas que a veces quiero evitar sobre mí y mi vida.

–  Puede que el desorden –típico en los niños- lo provoque para mantenerme alejada de responsabilizarme de mi vida adulta o, simplemente, por alejarme de aquello que se llama ser adulto. Quizás porque tengo un concepto erróneo de lo que es ser adulto o porque los adultos en sí tal cual viven me suelen inspirar menos que los niños.

–  Intuyo que la clave es crear un espacio lo suficientemente creativo y maleable de por sí para que no tenga que desordenarlo en búsqueda del caos que añoro.

Así que, tal cual he comentado, este es mi plan:

  1. Añadiré algo más de decoración a la casa que le dé un toque más creativo/caótico y así poder sentirme arropada al completo: tanto la yo convencional como la yo más loca.
  2. Me aseguraré de dejar que se exprese mi caos de manera creativa y constructiva (pintar, bailar, sacar la voz…) para que no salga en forma de desorden por haber sido reprimido.
  1. Empezaré a plantearme qué preguntas son las que me dan tanto miedo y he estado queriendo evitar.
  1. Redefiniré en mi mente lo que es ser adulto y buscaré adultos que sean una fuente de inspiración. ¡Seguro será alguno que haya dejado salir de manera constructiva al loco que lleva dentro!
  1. Acabaré de revisar si quedan más cosas por retirar que ya no utilizo para abrirle la vía a todo lo nuevo.

Mmmmm…. Seguro que tú tendrías otra historia que compartir acerca de tu relación con las cosas y su orden. ¿Tu eres ordenado o desordenado? ¿Qué representa esto para ti? ¿A quién le das más espacio a tu lado convencional o al salvaje desinhibido? ¿Se puede hacer algo en tu casa para equilibrar la balanza?

Hace tiempo encontré esta foto de un anuncio en internet de una casa que se alquilaba… Me gusta… Caótico y creativo a la vez que lo que yo necesito de ordenado.

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Fuentes mencionadas: www.psycologicalsience.org , https://www.facebook.com/tucoach?fref=ts