NO DEJAMOS NUNCA DE QUERER

Como bebés, no dejamos nunca de querer a nuestras madres. Nuestro cuerpo es consciente de que, a través de ellas, se nos ha dado la vida y hemos visto el mundo según sus propias percepciones.

Como niños, no dejamos nunca de querer a nuestras madres ya sean éstas bellas o feas, felices o depresivas, apagadas o entusiastas.

Como adolescentes, no dejamos nunca de querer a nuestras madres; se lo expresemos con cariño o rebeldía, con simpatía o antipatía, con calor o con dolor.

Como adultos, no dejamos nunca de querer a nuestras madres, seamos iguales o diferentes, vivamos juntos o separados, compartamos las mismas opiniones o no.

Como adultos despiertos y diferenciados de su propia madre; permitimos que ellas sigan su camino, aprendemos a crear nosotros el nuestro, nos hacemos generadores de vida redescubriendo nuestra propia capacidad creativa y nos enraizamos en unas raíces propias que son diferentes a las de ella; y así, al igual que en todas las etapas de nuestra vida, no dejamos nunca de querer a nuestras madres.

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Ilustración personal

AMOR PROPIO

Algo debe significar que, finalmente, sea capaz de escribir sobre este tema. Creo que el cambio que estaba pidiéndole a los cielos de poder sentirme segura en mi propio cuerpo, está comenzando a hacerse carne de mi propia carne.

¡Qué alivio! Poco a poco puedo volver a recuperar (si es que alguna vez la tuve) la seguridad de vivir en las curvas y en la sensualidad de la parte femenina de la vida.

Empezaré este escrito, hablando sobre el peso de mi cuerpo. ¡Nada tan material podía ocupar tanto tiempo en mi cabeza como este tema! ¿A qué viene tanta importancia? ¿Por qué tanta manía con estar en el supuesto peso adecuado? ¿Qué me lleva a poner tanta fuerza y atención en algo externo que ha dejado de ser lo que es debido a las vueltas que le he dado en mi cabeza? No sé si podría llegar a apreciar la de horas que he pasado pensando en algo que, realmente, no sé si me ha llevado simplemente a la nada. ¿Por qué tanto cabreo, tanta ira con respecto a mi propio cuerpo?

Realmente, creo que es una salvajada lo que estamos dejando que ocurra en la sociedad. Vivimos tan obsesionados con el peso y con el culto al cuerpo, que hemos olvidado realmente cuál es la función que tiene éste para nosotros. No conocemos nada de nuestros órganos internos, de cómo funciona el aparato digestivo, de qué es la grasa y para qué sirve, qué alimentos debemos realmente tomar o cómo debe ser la constitución de nuestro cuerpo en función del lugar en el que estamos y las funciones que realizamos… pero lo sabemos todo sobre la apariencia del cuerpo del vecino y, no sólo lo sabemos, sino que nos lo vamos comentando mutuamente: “Chica, ¡qué guapa! ¡¿Te veo más delgada, no!?”

Queridos vecinos de mi ciudad, la verdad es que no hay nada que me moleste más, que esa sea la segunda frase que me decís cuando me veis. ¿Es que no hay otra cosa de la que podamos hablar? Bueno, bien, vale: “quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Yo no la tiraré, pues he sido usuaria del mismo comentario durante años y puede que, por costumbre, todavía se escape de mi boca.

Así que, empezaré a pedir perdón yo: por juzgar, por mirar, por observar con ojos curiosos tu cuerpo, por etiquetarte, por compararte, por hacer mis propias indagaciones sobre qué te ha llevado a coger peso o a perderlo, por estudiar internamente si te encuentras bien en él o no, por mirarte por fuera y no por dentro… Perdóname, tu cuerpo junto con todos los otros que se pasean y lucen por el mundo, son blancos de mi mirada aunque, quizás, no lo sean tanto como lo son el mío para mí misma.

Por lo menos, sí puedo decirte que no leo el Cuore y voy tachando de “Puaj” todas las cosas naturales que nos pasan a las mujeres por vivir en un cuerpo de ser humano. Tampoco cojo el facebook y voy riéndome de mis amigos o conocidos comentándolo con la gente que tengo al lado. No, eso no lo hago y sí, de corazón a corazón, agradezco tener la suficiente claridad mental para que no me nazca hacer ese tipo de cosas.

No creo que te des por aludido en este último párrafo pero si te sientes identificado con él y eres de aquellos que se ríen de otras personas: por favor, identifica qué es exactamente lo que te duele de ti mismo para que tengas que estar poniendo tu dolor interno en el lugar de otros y pregúntate hasta qué punto ese ser humano que estás criticando, no merece buenos comentarios y la mejor de las felicidades.

Me duele mucho ver a amigos míos criticando a otros de manera cínica. Me da pena que el ser humano no entienda que, de quiénes realmente están hablando cuando hablan de otros, es de ellos mismos. Me pregunto si no entienden y no ven que esa persona es digna de todo lo bueno, si no consiguen atisbar su pasado, entender su futuro, comprenderla al completo, saber que son seres que aman y sufren como ellos mismos, ¡qué son un igual! La verdad que no lo entiendo…

Viene, como anillo al dedo, mencionar una afirmación acerca de la compasión que he escuchado varias veces en un cd de Deepak Chopra, dice así:

“Miraré a un desconocido hoy desde los ojos de la compasión. Me recordaré a mí mismo que este desconocido tiene padres y gente que le quiere, igual que yo. Me recordaré que este desconocido tiene momentos de felicidad, igual que yo. Me recordaré que este desconocido tiene momentos de angustia y sufrimiento, igual que yo. Me recordaré que este desconocido un día envejecerá, igual que yo. Me recordaré que este desconocido pasará por los ciclos de enfermedad y curación, igual que yo. Me recordaré que este desconocido un día morirá, igual que yo. A través de los ojos de la compasión, reconoceré a este desconocido no ya como un desconocido pero como un alma en vida, igual que yo.”

Y, ahora, cuando ya pensaba finalizar este texto, me pregunto lo mismo que me preguntaba al comienzo: ¿Por qué tanto cabreo, tanta ira con respecto a mi propio cuerpo?

Puede que sea, por todos esos comentarios constantes que, como tú, he recibido a lo largo de la vida acerca de quién soy yo y de cómo es o debería ser mi cuerpo y que no hicieron nada más que comenzar en la infancia. Puede que sea, esa tremenda bomba de críticas que nos hemos ido lanzando unos a otros desde tiempos inmemorables.

Si todavía te duelen las cosas que te dijeron con rabia siendo niño o críticas que hayas podido recibir recientemente, por favor, no sigas tú regando la existencia con comentarios desafortunados. Hagamos un esfuerzo por parar esta cadena interminable de juicios con respecto a los demás, que no hacen más que dañar el amor propio de la humanidad al completo.

Entendámonos a todos nosotros como un único ser, el ser humano. Cultivemos el amor propio por ser quiénes somos y, veamos como el primer paso: dejar de herir al compañero que tenemos al lado.

 

Mentes creativas. Espacios desordenados.

Mi tendencia suele ser dejar la casa desordenada. Incluso cuando acabo de limpiarla y organizarla y todo se queda reluciendo como los chorros del oro, siempre tengo ese primer momento de placer de poder dejar una camiseta bellamente tirada en la esquina de la cama. ¡Es casi poético!

Hasta ahora, no lo he podido evitar. Aunque mi señorita Rottenmeier me pedía que lo tuviera todo organizado para poder desempeñar con más eficiencia las tareas de mi vida; había una parte en mí que lo único que quería era poner todos los trastos de la casa en movimiento para poder ordenarlos una y otra vez más.

A veces me sorprende como llega el desorden y se presenta ante mí sin haberme avisado previamente. Cuando hace solo unas horas que lo he dejado todo bien organizado, miro a mi alrededor y objetos que no pertenecen a un determinado lugar yacen desorientados manteniendo relaciones con otros objetos que, claramente, no son de su círculo. Por ejemplo, una cucharilla de plástico pasándoselo en grande dentro de la caja de rotuladores de colores, la botellita de hacer pompas de jabón disfrutando en mi altar al lado de la figurita de una diosa budista, la tarjeta de visita de la consulta de un amigo asomándose expectante desde el estuche de maquillaje,… y así decenas de objetos más que empiezan a hacer de las suyas.

Hasta ahora, todo este juego me había parecido gracioso u odioso, dependiendo la ocasión. Hoy, no tengo sentimientos al respecto, solo sé que quiero sacar algo en claro que me lleve a la acción al respecto del orden caótico en mi existencia.

Por un lado, leyendo un artículo en internet, he encontrado que el caos en el hogar no es algo “tan malo”. Afirma que se hizo un estudio y se comprobó que la gente que se encuentra en espacios caóticos tiene ideas más creativas que la gente que está en espacios completamente ordenados. Parece ser que el orden promueve los valores de la convencionalidad, lo que está establecido, lo tradicional. Así, encontrarse en un espacio desordenado, ayuda a la persona a salirse de lo establecido y dar con ideas nuevas.

De hecho, ahora que recuerdo, en la empresa en la que yo trabajé un par de años, había una sala que se llamaba “la creativa”. Íbamos allí para relajarnos, salir del ambiente cuadriculado del trabajo y poder inspirarnos para tener ideas innovadoras. La sala tenía puffs, suelo verde, almohadas y elementos poco comunes en una oficina…

Por otro lado, he seguido investigando en internet, y he encontrado otro artículo en el que se hablaba de que el desorden en el hogar es un reflejo de los miedos inconscientes que tenemos más allá de la mente. Se decía que el caos externo, puede significar incertidumbre acerca de tus metas, de tu identidad o de lo que quieres de la vida y que, precisamente por ello, los niños pequeños tienen sus habitaciones desordenadas ya que ellos todavía no tienen consciencia ni de su identidad ni de sus metas.

En este segundo artículo, también se mencionaba que el desorden y la acumulación innecesaria de objetos bloquean las vías de acceso de nuevas oportunidades y nuevas personas (todo lo nuevo en la vida) y nos hace perder tiempo que puede ser muy valioso para estructurar de manera ordenada y disciplinada nuestro plan de vida.

Así que me encuentro una vez más con mis dos “yo”, las cuales quieren cosas diferentes. Una de ellas es una desmelenada que disfrutaría viviendo desnuda en la selva comiendo frutas frescas y dejando que su jugo se derramara en parte fuera de su boca (si alguien conoce a la diosa hindú Kali, digamos que esa sería una de mis yo); la otra quiere un poquito más de orden y estabilidad. Como siempre, habrá que llegar a un punto medio y quizás, ayudar a mi parte salvaje a incorporarse un poco al mundo del orden y de la forma. Y, también, enseñar a mi parte más disciplinada a valorar la locura extática que viene del caos y las ideas nuevas que surgen de todo ello y que también me ayudan mucho a desenvolverme en esta vida.

En cuanto al lugar en el que vivo, sí que quiero ponerme manos a la obra y esto es lo que saco en claro después de lo escrito:

–   Me doy cuenta que querer tener la casa desordenada tiene que ver con la rebeldía que se genera en mi interior al ver un mundo tan estructurado y que vive tanto en lo “socialmente aceptado”. Me cansa tanta apariencia, convencionalidad, apatía y rutina externa y me rebelo mostrando lo más salvaje y caótico que hay en mi interior.

–   Veo también que quizás yo misma esté reprimiendo en parte mi caos interno sin llegar a expresarlo y es por eso que sale disparado a modo de objetos desordenados.

–  Contemplo la posibilidad de que desordenar me lleva a tener que hacer algo luego (ordenar) y así puede que esté evitando momentos de tiempo libre en el que plantearme preguntas que a veces quiero evitar sobre mí y mi vida.

–  Puede que el desorden –típico en los niños- lo provoque para mantenerme alejada de responsabilizarme de mi vida adulta o, simplemente, por alejarme de aquello que se llama ser adulto. Quizás porque tengo un concepto erróneo de lo que es ser adulto o porque los adultos en sí tal cual viven me suelen inspirar menos que los niños.

–  Intuyo que la clave es crear un espacio lo suficientemente creativo y maleable de por sí para que no tenga que desordenarlo en búsqueda del caos que añoro.

Así que, tal cual he comentado, este es mi plan:

  1. Añadiré algo más de decoración a la casa que le dé un toque más creativo/caótico y así poder sentirme arropada al completo: tanto la yo convencional como la yo más loca.
  2. Me aseguraré de dejar que se exprese mi caos de manera creativa y constructiva (pintar, bailar, sacar la voz…) para que no salga en forma de desorden por haber sido reprimido.
  1. Empezaré a plantearme qué preguntas son las que me dan tanto miedo y he estado queriendo evitar.
  1. Redefiniré en mi mente lo que es ser adulto y buscaré adultos que sean una fuente de inspiración. ¡Seguro será alguno que haya dejado salir de manera constructiva al loco que lleva dentro!
  1. Acabaré de revisar si quedan más cosas por retirar que ya no utilizo para abrirle la vía a todo lo nuevo.

Mmmmm…. Seguro que tú tendrías otra historia que compartir acerca de tu relación con las cosas y su orden. ¿Tu eres ordenado o desordenado? ¿Qué representa esto para ti? ¿A quién le das más espacio a tu lado convencional o al salvaje desinhibido? ¿Se puede hacer algo en tu casa para equilibrar la balanza?

Hace tiempo encontré esta foto de un anuncio en internet de una casa que se alquilaba… Me gusta… Caótico y creativo a la vez que lo que yo necesito de ordenado.

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Fuentes mencionadas: www.psycologicalsience.org , https://www.facebook.com/tucoach?fref=ts 

 

REFLEJO

Hoy te echaba de menos y necesitaba decirte cuánto te quería. Nunca sirvieron las palabras contigo así que decidí dibujar tu retrato. Este eres tú, sí, este eres tú para mí. Un acertijo, una adivinanza, una casualidad del destino, una alegría que encontré en el camino, mi más grande espejo y un divertido reto… Yo no sé porqué te quiero ni sé de ti que anhelo. Solo sé que de mí no desapareces y que te llevo siempre dentro. Te mimo, te abrazo, te beso; te cuido y te quiero como ese niño que me mostró mi vivo reflejo. Imagen