MI VELERO

Necesito de ti. Del Dios verdadero, del que calienta mis noches tan solo con sentirme, del que me quiere tal y como vine.

El que no exige, el que da aliento, el que está presente, el que hace que mi corazón sea motor de mi cuerpo.

De ese Dios quiero, el que vive en mis adentros, el que me arraiga al suelo, el que se manifiesta a través de las formas, el que me mueve con respeto.

No busco otros guías, ni seguir furiosas corrientes de miedos.

Quiero sentir qué late dentro y darle forma con este cuerpo. Compartir, amar, ser mensajera de bellos conocimientos.

No tengo mayor anhelo que aprender a cuidar mi velero.

Guiame, viejo amigo, sé tú mi consejero. Y que sea a través de esta Tierra a la que yo amo y a la que todo y nada debo.

velero consejero

El río de la vida

«…Recorriendo el río desde su alborotado, apasionado y chispeante inicio de vida, pasando primero por zonas de una afluencia de agua rápida, llegué a una zona donde el río estaba algo estancado, ahí aparentemente parado. Quizás el río no se daba cuenta que poco a poco su nivel de agua iba subiendo hasta que “¡pum!” algo sucedió que fue el detonante final para que sus aguas volvieran a coger ritmo y estuvieran llenas de vida. El río renacido, lleno de nuevas perspectivas y con todas las energías de un nuevo ciclo volvió a entrar en una zona de estancamiento y algo de oscuridad… Las aguas no subían de nivel por sí solas y nada parecía que fuera a hacer aquel río despertar. De repente, en el momento menos esperado, llegó una gran lluvia que arrasó con todo, con todas aquellas áreas en las que el agua estaba estancada; con todas aquellas partes de la personalidad del río que no le dejaban avanzar. Así y justo en aquel punto YA SE PODÍA VER EL MAR, a lo lejos. Sin embargo, para poder llegar al mar, el río primero tenía que pasar por una gran catarata, una caida grande de casi 800m en vertical donde debía TIRARSE AL ABISMO. En aquel instante entendí que es como si hubiera un momento en el que la vida nos dice:

¡TÍRATE! ¡ARRIESGA! ¡SALTA AL VACÍO! ¡No puedes tener seguridad siempre! ¡No puedes pedirle a la mente que colonice el salto que el corazón tiene que dar! No puedes tener seguridad siempre en la razón, en lo conocido. ¡Tienes que arriesgarte a saltar!

 El río saltó y, efectivamente, allí abajo…”

BHAGAVAD GITA

«Se engaña quien cree que por abstenerse de la acción evita sus resultados. De esta suerte no puede alcanzar la felicidad, pues la inacción no existe. El universo está en constante actividad y nada en él puede substraerse a la ley general. No es posible permanecer inactivo, pues las leyes naturales nos obligan constantemente a la actividad mental u orgánica, o de ambas. No hay manera de substraerse a la ley universal. Se engaña quien aparta sus sentidos de los objetos de sensación, pero se deleita mentalmente con ellos. Es digno de estima quien concentra su pensamiento en la recta acción y cumple su Misión en el mundo. Por lo tanto, realiza la obra que te corresponde, aquella para la cual estés mejor adaptado; hazlo todo de la mejor manera posible, que no te pesará.
La acción es preferible a la inacción, y el trabajo a la ociosidad. La acción vigoriza la mente y el cuerpo, prolonga y ennoblece la vida. La ociosidad debilita la mente y el cuerpo, acorta y degrada la vida. Los hombres se ligan a las acciones que ejecutan con apetencia de ganancia o recompensa. Apegados al deseo, han de trabajar como esclavos hasta lograr la emancipación. Pero tú no caigas en semejante locura, ¡oh Arjuna!, y ejecuta tus acciones solamente por deber hacia tu Yo interno«.