DAME TU MANO

Estos días me he sentido muy sola. La sensación de vacío me ha pillado desprevenida y desprovista de armas y entretenimientos que desviaran hacia ellos mi mirada.

De repente, sentí un vacío en mi interior. Era grande. Ocupaba el centro de mi cuerpo, como desde arriba del pecho hasta la zona del ombligo. No había nada. Ni nadie. Solo yo con mi hueco. Con el hueco más frío y aterrador jamás sentido.

Estaba en una habitación de un hotel de paredes blancas y colcha blanca, había aire acondicionado que hacía el ambiente todavía mas gélido e inabarcable.

Solo la media copa de vino tinto que me había bebido parecía haber dado el suficiente calor a mi interior como para animar a todas mis lágrimas a arrojarse a la nada de aquella habitación desangelada. Locas lágrimas que se asomaban desde mis ojos y saltaban asalvajadas y acobardadas como alguien que saltara de un edificio en llamas.

Allí, sin interior, sin entrañas, sin mí pero con manos, pude agarrar el móvil. Le escribí a él. Él es un mejor amigo de los últimos 5 años que ha estado muy distante últimamente. Su desinterés y su lejanía tanto emocional como física, me habían llevado a ignorarle de igual manera, abandonando la ilusión de que esta amistad que tanto valoro pudiera seguir a flote.

Pero los 10 centilitros de vino en un cuerpo vacío y nada acostumbrado al alcohol, me llevaron a escribirle, a pedirle, a rogarle, a suplicarle… A mendigarle un poco de amor y cariño.

Asustado y asombrado, saltó al ruedo para decirme lo mucho que me quería, lo mucho que valoraba nuestra amistad, las ganas que tenía de verme, de escucharme, de compartir largas charlas juntos…

No sé si eran palabras de realidad o ficción. No sé cuánto duran relaciones de amistad en las que solo uno participa de forma activa. Tampoco sé qué espero de él y si debo dejar marchar y marchitar aquellas cosas que no se riegan por sí mismas.

Y hoy sonaba la canción de Ben Harper de «Waiting for an angel» y escuchaba como decía «no quiero caminar solo. Porque no quiero caminar solo, dame tu mano»

Y eso digo yo: DAME TU MANO. Porque no quiero caminar sola.