Ya no hay sueños. Ni rescates.

Hay hombres que sueñan, que reposan adormecidos sobre una cama esperando que la vida llegue y les insufle ese alma que les falta.

Hay mujeres que sueñan, que creen que ellas pueden soplar en la boca de ellos esa vida que ellos creen no poseer.

Y hay relaciones que se rompen, pues un hombre dormido poco puede hacer con una mujer que sueña despierta; y un hombre acobardado pocas aventuras puede tener con una mujer que disfruta haciéndose rasguños en la selva.

Las historias no siempre son como las cuentan. Hay muchos hombres princesa esperando ser rescatados mientras reposan en su cómoda mirando por la ventana.

Y hay muchas mujeres caballero que creyeron que su llamado era ir al rescate de aquellos seres que siguen dormidos.

Sin embargo, es mejor dejar las princesas, los caballeros y los valerosos rescates para los cuentos; y vivir una vida en la que uno mismo se encargue de abrir sus propios ojos; sin esperar que venga otro a abrírselos y sin creer que, forzadamente, se los podrá abrir a los demás.

Yo ya salí de la torre y dejé de ser la princesa. Me subí a mi propio caballo y creí ser el caballero rescatador. Pero entonces entendí que por ser fuerte, valiente y libre, no tengo porqué ir a la búsqueda de los otros, especialmente, de aquellos que siguen sumidos en su deliberado sueño.

Cada uno es responsable de sí mismo. Parto con mi caballo a lugares lejanos. Y, en el camino, espero encontrar a otras almas valientes y libres como yo que hayan decidido, por sí mismas, vivir una vida llena de placer, amor y significado.

SIN «S» DE SABIDURÍA

Captura de pantalla 2015-08-04 a la(s) 15.16.22Me estás presionando. Pones tu pie sobre mi cabeza y aprietas fuerte para que note los huesos del cráneo crujirse contra el suelo. A penas te veo desde el rabillo de mis ojos y noto como la saliva supura por mi desencajada boca. Como polvo mientras tú te elevas entre los altos cielos, caigo en lo hondo a la vez que te proclamas rey de aquello que no puede ser comprado, intercambiado ni vendido. Le pones precio a mi alma y etiquetas la bella gracia de mis movimientos. Me encadenas a la fama de quererme sentir valorada, me llamas y me entrelazas entre juegos y tramas.

Te ríes mientras me pierdo confundida entre las pistas que me dejas; creyéndome yo en la certeza de estar encajando piezas. Yo reina en esta fortaleza hecha de humo, paja y quimeras; yo princesa de los mundos que navego cuando tú te alejas; yo plebeya en el patio de esta plaza vieja; esclava de tus gustos y pesadas moralejas.

Sonreiría si supiera que esa vara de acero dejará de hacerme huellas. Abriría mis ojos si no fueras a ser tú a quien viera. Confiaría en mis cerrojos si, poco a poco, sintiera que tus tentáculos van en busca de otros lagos, de otros pozos, de otros charcos fanganosos.

Permíteme sentirme viva. Y tú, sumérgete en tu propia herida. Ahógate en tu podrida filosofía de quererte creer con vida. Suéltate como carne inerte lo haría. Déjate caer en tu oscura filantropía que ya no soy esa niña camelada, cegada y confundida a la que pretendes, todavía, hacer trizas con tu xxxxxxx* sabiduría.

* monstruosa, pestilente, mugrienta, aborrecible, repugnante, detestable.

Nosotros elegimos

No debo irme muy lejos en mis experiencias para darme cuenta que estoy haciendo lo que quiero. Justo ahora, mientras estoy escribiendo, dos grandes hormigas pasean por la pantalla del ordenador. La naturaleza es muy importante para mí, la Tierra lo es. Nadie me ha hablado de lo importante que es estar conectado con la naturaleza ni he nacido en un ambiente que haya propiciado eso. Sin embargo, sé lo necesario que es para mi bienestar el estar rodeada de árboles, respirar aire puro, entrar en contacto directo con el suelo en su estado natural…

El suelo asfaltado, las estudiadas autopistas, los edificios de hormigón que se elevan alto sobre el suelo, las calles cuadriculadas, las tiendas homogeneizadas,… Las ciudades en sí, simplemente, me ponen triste.

Las sillas y las mesas separadas del suelo, el mobiliario de las casas manteniendo unas formas tan puntiagudas y perfectas; la pulcritud general, el aislamiento con el vecino… Las casas en sí, simplemente, me ponen triste.

La gente saludándose por la calle manteniendo las distancias, los padres que procuran educar a sus bebés con rectitud, no ver ni una sola mancha en la ropa de los niños, la represión de la espontaneidad, el apremio a lo racional, el olvido de lo que nos hace sentir más vivos, la soledad del individuo que cree que hay algo raro en él porque nadie comparte lo que vive en el interior de cada uno, la brecha entre la realidad y lo que queremos aparentar… La sociedad en sí, simplemente, me pone triste.

Y de alguna manera, por muy triste que me parezca que el mundo se esté autodestruyendo, yo sé que algo bien debo estar haciendo pues el aire es fresco a mi alrededor, estoy sentada sobre pura piedra arenosa, escucho los grillos, siento la humedad marina y estoy conviviendo en una comunidad amorosa en la que cada día y cada noche tengo la oportunidad de sentir cerca a todas estas personas y compartir con ellas el amor natural que nace de todos nosotros. Y digo que algo bien debo de estar haciendo porque lo que estoy haciendo es exactamente lo que quiero. Y el lugar en el que estoy es el lugar que me hace sentir viva y feliz. Sí, estoy decidiendo.

Y darme cuenta de que estoy haciendo lo que quiero unido al respeto que siento hacia las otras personas que también deciden hacer lo que quieren, es lo que me da fuerza cada día. Porque me he dado cuenta que todos hacemos lo que queremos. De manera consciente o inconsciente, lo que optamos por hacer es exactamente aquello que queremos hacer. Y si optamos por ser infelices es porque estamos sacando un beneficio de ello que nos procura cierta seguridad o comodidad disfrazada de felicidad. 

Simplemente, porque somos diferentes, cada uno opta por hacer de su vida lo que quiere. Así que no perdamos el tiempo quejándonos pues somos nosotros mismos los que decidimos por nosotros. 

Sí, vengo a decir que somos poderosos. Que eres poderoso y eliges a cada instante. Eliges por ti y para ti. Y estés haciendo lo que estés haciendo es, por alguna razón conocida o no, lo que verdaderamente quieres hacer. Así que mira a tu alrededor, mira lo que has elegido tú y pregúntate por qué has optado por crear esta realidad para ti, cuáles han sido tus motivaciones, cuáles han sido tus miedos y qué beneficios estás sacando de la situación actual que has creado para ti. Da luz a tu situación actual y mírala por lo que es puesto que tú la has elegido. Todos elegimos la vida que vivimos. Y es nuestra responsabilidad elegir nuestro propio bienestar. 

SILENCIO

Las palabras no me sirven. En ocasiones me acercan a las personas. Ahora no me sirven.

El silencio, ¡cuantísimo lo aprecio!

Ruido.

Soledad.

Incomprensión.

Silencio, solo quiero estar en silencio. Ojalá tú también pudieras.

En el silencio puedo mirarte tranquilamente a los ojos. En el silencio siento tu energía bailar a nuestro alrededor. En silencio mi respiración se une a la respiración del universo.

Ojalá existiera un mundo en silencio. Así, tú podrías decirme cuánto me quieres sin mediar palabra. Así, yo podría pedirte perdón sin utilizar la voz.

Silencio, paz, la cura definitiva. Silencio, cuánto te quiero.

Silencio, en el silencio no hay preguntas. El silencio es la respuesta a la no pregunta. Silencio, ¡qué paz, qué sencillez!

Silencio interno. Calidez en mi interior.

Silencio, no sabía cuantos regalos me traerías.

Silencio, por fin no me das miedo.

Silencio, me abro a ti. Dame tus dones, silencio. Enséñame. Yo no sé nada, solo sé palabras. Silencio, yo no sé nada, solo sé palabras.

Silencio, me entrego. Me entrego, silencio. Me entrego a no saber, me entrego a las no palabras, me entrego a la oscuridad del comienzo de un camino. Me entrego a no saber nada.

Silencio, eres el guía cuando estoy perdida. Silencio, silencio, ojalá pudiera estar siempre en silencio. En silencio interno, en completo silencio.

Observarte, vivir contigo, amarte con mi silencio. Dejarte gritar, saltar, chapotear, enfurruñarte, amar en estados extremos. Dejarte cantar, bailar hasta llegar al éxtasis estando yo a tu lado, en un profundo silencio. Que te muevas y seas libre, que pasees con los pies descalzos sobre la arena, que te sumerjas en las aguas frescas del océano, que escondas la cabeza y abras los ojos a la inmensidad que te rodea. Que descubras los peces de colores, las medusas y las algas verdes. Que nades, que seas libre, que te fundas y te confundas envuelta por la naturaleza. Que vivas, que respires, que seas tú, que yo sea como el agua del mar en la que puedes penetrar dejándote sanar. Que yo sea el agua del mar que haga entrar en tu mente preciosos tesoros marinos, que mi silencio sea tu respuesta, que mi respuesta seas tú.