ESCUCHAR A UN HIJO

Vinimos, todos nosotros, como almas limpias cargaditas de cosas que compartir en este mundo en el que ahora nos encontramos. Cada bebé, es un alma recién encarnada que ha sido invitada a la fiesta de la vida.

Es importante, como padres, reconocer que somos los canales por los que un nuevo ser ha llegado a este mundo. Y, es importante, conocer cuáles son nuestras responsabilidades con respecto a este nuevo ser.

En primer lugar, como papás protectores de esta nueva criatura, nos corresponden las funciones básicas de dar alimento y seguridad material a nuestro hijo. Y, todo lo demás que nos corresponde hacer con respecto a ellos es: OBSERVAR, CONFIAR Y ESCUCHAR en estado de presencia total.

Si hay algo imprescindible que tenemos que transmitir a nuestros hijos es que se encuentran en un mundo SEGURO y que, dentro de ellos mismos, se encuentran todos los recursos para desarrollarse navegando en este mundo fiel . Debemos darles el derecho a dirigirse allá a donde ellos decidan y darles la seguridad de que les estaremos acompañando amorosamente a cualquier lugar que quieran transitar.

No se debe asustar a un hijo con el hecho de que les abandonaremos emocionalmente cuando hagan algo que no nos place. Les daremos la cuna y un lugar entre nuestros  brazos al que venir a descansar, cada vez que necesiten hacer una pausa o recargarse para proseguir en su camino. No les pediremos que hagan algo que no les dicta el corazón y lloraremos en silencio si creemos que ellos mismos se están perdiendo.

Aprenderemos a distinguir entre los miedos de nuestro hijo y nuestros miedos propios. Cultivaremos la paciencia para no querer hacer por ellos lo que ya sé hacer yo. Aceptaremos sus diferencias, comprenderemos que debido a haber tenido diferentes vivencias y ser alguien diferente a mi, ellos no son el reflejo de quién yo soy.

Mis hijos no son un espejo que le va a decir a la sociedad lo bien o lo mal que lo he hecho yo como padre. Mi hijo es un ser libre al que yo educo desde mi bienestar y del que no espero que cumpla con unas características que yo ya decidí para él ni que vaya a una determinada universidad.

Dejaré que mi hijo cada día me enseñe quién es él. Me apartaré del camino lo máximo que pueda, para que él mismo pueda relacionarse con su mundo. Miraré en mi corazón para encontrar las respuestas que estoy buscando. Y nunca pediré a este bello ser que calme las ansias que él no ha provocado.

A CARA DESCUBIERTA

Nos han dicho que no somos buenos. 

¿Lo crees o no lo crees?

En primer lugar, este punto se hace notar si te has movido en una cultura bañada en lo religioso. La mayoría de las religiones, hacen de lo humano, el pecado en sí mismo. Solo por nacer, te alejas de Dios, y has de pedir perdón. Eres un pecador. ¿Alguna vez te has dado con la mano en el pecho mientras rezabas en la Iglesia la oración en la que se dice “por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa”? La religión católica- como algunas otras religiones- tal cual es transmitida, sienta las bases de que somos seres no impecables, estamos manchados y necesitamos del perdón de todos nuestros incesantes pecados. No intentes hacer nada para cambiarlo, ser pecador e impuro es tu condición.

En segundo lugar, el poder que gobierna a los países no suele estructurarse con la intención de crear seres libres y poderosos, sino dependientes y consumistas de las instituciones mismas. Si tú fueras libre y poderoso, ¿qué función tendrían los que quieren decirte como se deben hacer las cosas? De ahí, que se permita que vivamos en una sociedad corrupta con pocas vías para el autoconocimiento y la liberación personal. Si todos supiéramos que somos fantásticos y buenos, otro gallo cantaría.

En tercer lugar, al estar tan alejados de nuestra verdad personal, buscamos el éxito en lo externo. Un éxito puede ser ganar mucho dinero en el ámbito laboral, resultando ser influyentes para un gran número de personas. Si quiero tener éxito y ganar dinero con mi empresa, querré que consumas mis productos o servicios. La competencia cada vez crece más y necesito que consumas todavía un poco más de lo que consumías antes. Te diré que no eres lo suficientemente guapa (¡cómprate ya esa crema de la cara!), que tus relaciones sexuales todavía no son la bomba (¡cómprate el nuevo lubricante sabor fresa del trópico!) o que tu vergonzosa calva todavía tiene solución (¡vé ya a por las pastillas a la farmacia!). Ser exactamente como eres no es bonito ni maravilloso, tú todavía no encajas ni estás preparado para triunfar. Algo falla en tu interior, lo mejor es que sigas consumiendo algo que te haga ser diferente a quien tú eres.

En cuarto lugar, y por ser nacidos en una sociedad que no valora su interior, los padres y profesores educan a los más pequeños con el ejemplo. Si yo no siento que valgo y soy bueno, no voy a poder mostrar a mi hijo lo maravilloso que es él pues ellos aprenden del comportamiento que ven en los mayores. Si además, enfatizo la situación con frases del tipo “eres muy malo” cuando hacen algo que me disgusta, sólo estoy creando más dolor interno en ese ser humano que solo quiere ser comprendido.

Si, desde que nacemos, somos invalidados constantemente por ser quiénes somos, si vivimos en una sociedad que niega la realidad de la naturaleza humana, si recibimos miles de impactos publicitarios al día que nos piden cambiar, si nuestros padres, educadores y gente que hemos querido seguir en el ejemplo, no se quieren a sí mismos,… acabamos, por ignorancia o tentación, cayendo todos en el mismo saco.

Creo que, en el fondo, todos sabemos que algo va mal en la forma en que se ha estructurado la sociedad actual pero decidimos de manera conjunta hacer oídos sordos. Tampoco es fácil salir de ella y sus pautas, sin causar cierta incomodidad en la gente que nos rodea y que prefiere quedarse donde estaba. A veces, que tú abras los ojos, implica que los demás los tengan que abrir también. Y, entonces, se sentirán molestos por tu comportamiento y, una vez más, te volverán a hacer sentir que eres malo. Si tú no has calmado esas ansias de corroborarte a ti mismo que no lo eres, les querrás complacer y evitar ante todo que vuelvan a ponerte tal dolorosa etiqueta.

Eres tan malo o tan bueno cómo quieras tú creer en tu cabeza lo que se dice en la cultura que moldea todo lo que te rodea. A lo mejor, lo ideal sería que buscaras dentro de ti mismo la respuesta real de quién eres tú y de cómo eres en verdad.

El otro día mi sobrino de 3 años y yo mirábamos una revista. Habían unos hombres con la cara cubierta de blanco y me dijo “esos son buenos”. Luego vimos a otros cubiertos con la cara de negro y me dijo “esos son malos”. Y, entonces, cuando le pregunté por el único hombre que tenía LA CARA DESCUBIERTA me dijo: “ESE ES BUENO Y TAMBIÉN ES MALO”. ¡Me quedé alucinada!

¿No será cuestión de QUITARSE LA CARETA, mostrar nuestra totalidad y dejar de querer aparentar que somos totalmente buenos o totalmente malos?

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Bailar a Solas: ¿Cómo, cuándo y por qué?

Ayer noche, acabamos el primer ciclo de danza consciente en Elche. Quince mujeres hemos estado bailando cada lunes durante dos meses, trayendo a la sala de baile a nuestro cuerpo y, con él, a todas las emociones y sentimientos que viven dentro de él.

Durante el espacio de libre movimiento que creamos entre todas, pudimos sacar a la platea a cada una de nuestras voces dejándolas expresar cada uno de sus instintos. Hemos sido fieras animales rugiendo con gritos que rompían el espacio, mujeres salvajes bailando la libertad de sus cuerpos, flores vulnerables y bellas que desprendían el rocío de la mañana con el agua hecha lágrimas. Hemos disfrutado y, especialmente, CELEBRADO.

Por ello y en agradecimiento a lo vivido, me gustaría dejar escritas en este post algunas pautas –que ya conocéis- y algunas canciones que pueden servios a vosotras y a todos aquellos que todavía no lo han probado para BAILAR SOLOS EN CASA o en cualquier otro espacio que reservéis en vuestra intimidad.

¿Cuándo bailar?

Hay varios momentos, por no decir TODOS, en los que se puede bailar: cuando estás triste para llenarte de esa emoción hasta aprender de ella, cuando estás rabioso para lanzar tus brazos y tus piernas a expresar cada una de tus quejas, cuando estás feliz para contagiarle esa sensación a cada parte de tu cuerpo y desprenderte de ella hasta alcanzar la felicidad calmada, cuando tienes dudas y no sabes cómo materializar tus sueños para darles forma con tu expresión corporal, cuando te sientes en paz para devolverle al momento presente todos sus regalos…

¿Por qué?

A pesar de vivir dentro de nuestro cuerpo, vivimos muy alejados de él. A penas escuchamos lo que nos dice, no sabemos lo que necesita. Nuestras necesidades más internas se expresan a través de él y si queremos conocernos: tenemos que bailar, tenemos que movernos. El cuerpo es el único que vive aquí y ahora, hay que volver a él y dejar que él nos revele la verdad de quiénes somos mediante su propio y libre movimiento. 

¿Cómo?

Lo primero de todo es darse el permiso de tener un tiempo determinado para uno mismo: para sentirse, para escucharse, para renovarse. Para ello hay que entender, que no le hacemos un favor a nadie, en especial a nosotros mismos, cuando queremos estar activos y “hacia fuera” socializándonos y haciendo cosas como máquinas todo el día. Es necesario, acostumbrarse a nutrirse por dentro para que eso se refleje por fuera.

Una vez sepas que mereces ese tiempo y espacio para ti, todo lo demás viene rodado: busca un espacio en tu casa o en cualquier lugar en el que tengas intimidad y dale al play a la lista de música que viene adjunta más abajo.

A partir de ahora: respira, escucha y HAZ LO QUE QUIERAS.

Click aquí —–>  BailarSol@: MomentosParaMi

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A continuación, dejo escritas algunas pautas que te pueden guiar. Aún así, la mejor pauta será la que te dé tu cuerpo mientras suena cada una de las canciones. ¡Síguele!

  1. Las dos primeras canciones son lentas y suelen tener la misión de que te relajes. Muchas cosas han sucedido justo antes del momento actual: déjalas estar, deja que ronden por tu cabeza, dájate sentir cualquier cosa que estés sintiendo. Tú respira, vé palpando tu cuerpo y dándote cuenta del lugar en el que estás.
  1. Puede que al comienzo te sientas un poco estático. Es lo normal, nuestro cuerpo todavía no sabe que, por fin, sí estamos dispuestos a escucharle. Ahora tu misión es comunicarle a tu cuerpo que éste es su momento para expresarse. Dale tiempo, atención y cariño. Muévelo conscientemente, poco a poco, empezando por los pies, siguiendo por las piernas, pasando por la pelvis, caderas, torso, brazos, cuello y cabeza.
  1. Poco a poco, vé levantándote si es que estás sentado y si así lo siente tu cuerpo. Deja que él te lleve a formar parte de la misma música, que se funda con el espacio que le rodea. Siente la música en el corazón, escucha a tu cuerpo y déjate mover.
  1. Disfruta, baila… la música irá cogiendo diferentes cualidades. A veces, será cortante; a veces, será caótica. Aprovecha para expresarte, para soltar, para sudar. Cuando sea rápida, vé con ella. Cuando suenen los tambores, visualiza todas esas tribus de personas que todavían bailan en la naturaleza y se dejan caer en el caos de la existencia. Suelta tus tensiones, suelta el cuello, la mandíbula… deja que la cabeza vuele, salta, grita… Quita barreras, rompe moldes, VIVE.
  1. La zona central de la playlist es muy retadora por lo acelerada que es. No te pidas seguirla con todas tus energías, escúchate. A lo mejor la música va rápida pero tu quieres seguir a esa rapidez desde tu interior. A lo mejor solo moviendo las manos, o solo la cabeza, vas a sacar aquello que necesitas. Esto que escribo no son normas. Tú sabes lo que tu cuerpo quiere hacer. Déjale que se libere.
  1. Tras lo más caótico, llegan canciones para sentir la alegría de todo aquello que se ha soltado. Síguete a ti. Disfruta con tus sonrisa, con tus lágrimas, con tu sudor.
  1. Finalmente, llega algo profundamente calmado: tú. Siente a tu corazón latir en el silencio que tienes dentro. La música refleja la serenidad de tu interior. Déjate sentir y vacía lo que quede dentro de ti dejando caer el peso de tu cuerpo sobre el suelo. Vuelve a la Tierra. Deja que ella te sostenga.

¿Y luego?

Lo que viene luego es tan bueno como lo que ocurre durante. Tu Alma está contenta, nutrida y sana. Deja que siga brillando.

+ Info:

La mayoría de mis conocimientos en la práctica de la danza consciente los he aprendido moviéndome en lo que se llaman los 5 Ritmos de Gabrielle Roth. Si quieres más información, escribí un post exclusivamente en honor a ellos:  http://tierraenmispies.com/2012/12/07/el-baile-de-los-5-ritmos/

LOS CISNES VUELAN

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Mirando este magnífico cisne en la foto que ha publicado hoy National Geographic, se me han movido muchas emociones.

Ahí se encuentra él: bello, acurrucado en su propio plumaje, observando desde la seguridad de su propia coraza, embelesando a cualquiera que le vea y sin querer saber nada del ruido externo.

Por un momento, me ha parecido que miraba un espejo. Ahí estaba yo: bella, bajo varias capas acorazadas que yo misma he creado, observando el mundo vibrar y delicadamente aislada en mis sutiles y embriagadoras fantasías.

Entonces he recordado un poema de Marianne Williamson que acostumbraba a leer en otros tiempos en el que se pone de manifiesto que lo que nos da miedo de nosotros mismos no son nuestros defectos o ser inadecuados sino, precisamente, lo que tememos es nuestra sublime belleza y potencial infinitos.

Me he dado cuenta que vivimos en una sociedad instalada en la queja y que el acto de brillar es algo que se ha dejado para unos cuantos casos que consideramos aislados.

Si alguien quiere desmarcarse y brillar, tenderemos a frenarle: “¿Estás seguro? ¿Has pensado en esto y aquello? ¿Pero…?”. Por otro lado, cuando alguien comienza a brillar, muchos de nosotros no lo podemos soportar. Su luz es demasiado fuerte y nos recuerda quiénes somos y, por tanto, quiénes no estamos siendo. Entonces les juzgamos y nos apartamos de tal espejo maligno que nos hace comparar y maldecir nuestra situación actual.

Al final, acabamos todos rodeándonos por gente que se encuentre en igualdad de condiciones, lamentándonos, ocultando nuestros dones y no queriendo incomodar a nadie.

Un buen amigo, entrenador de fútbol de niños pequeños, me contó que su equipo iba de maravilla hasta colocarse en los primeros de la lista. Cuando alcanzaron el puesto número 1, algo sucedió. Todos comenzaron a ponerse nerviosos, “¿quiénes somos nosotros para estar aquí?”,… Las energías se dispersaron, no estaban acostumbrados a ser vistos, ellos “ERAN” chicos de barrio que no jugaban con los grandes, ¿qué hacían ellos ahí?… Mi amigo me comentó que nos han educado para perder pero no para ganar. Cuando destacamos, realmente, no sabemos cómo comportarnos.

Y sí, en verdad, es una pena que esto sea así. Porque una no sabe cómo desmarcarse, cómo dejarse destacar, cómo ofrecer sus dones sin sentir que puede ofender a alguien o con el temor de creer que por brillar va a ser condenada a un estadio de soledad total sin tener gente al lado con la que poderse relacionar de manera igual y sin juicios de por medio.

El otro día me levanté y escuché una voz en mi cabeza que me decía dulce y firmemente: “No te quejes”. Entonces, pensé: “Y si no me quejo, ¿qué puedo hacer?”

Puede sonar exagerado pero prueba a no quejarte. Verás que, entonces, la única vía que tienes es la acción. Y entonces, encontrarás tus propias barreras que te has autoimpuesto para no salirte del camino que se te ha marcado. Es decir, para no salirte del molde que te han inculcado los demás. Para no ofender a nadie, para ser quién supuestamente debes ser, para no dar sorpresas, para que te reprimas aún más.

Así estamos todos, cada uno en su molde, reprimidos. No vayamos a salir ahí fuera y molestar a los otros moldes. Nadie quiere que se le recuerde su estado de aprisionamiento deliberado.

Yo, como el cisne, sé que sigo así: en mi molde completamente organizado para sentirme cómoda dentro de él. Mis pensamientos, mis aficiones, mis relaciones, mi forma de comportarme, de aislarme, de no dejarme ver buscando agradar a los demás… Pero, eso sí, por mucho que me incomode, no quiero ver esto a mi lado. Quiero gente que salga de sus zonas de confort, quiero gente que ilumine. Quiero gente que me inspire aunque sea a través de hacerme sentir mucho dolor al ver lo lejos que estoy de desplegar las alas.

Esta es la verdad, la mía, y por eso la comparto. Puede que seas mi amiga, hermana, conocido, expareja, un fisgón o que no sepa nada de ti. Pero sí te quiero decir que A MÍ, LO QUE ME HACE FELIZ, ES QUE BRILLES Y SALGAS DE AHÍ. Que, lo que más me puede inspirar en este mundo es ver gente que se atreve a dar los pasos que no le han sido marcados. Y que tus pasos son allanamiento del terreno para los demás.

Quiero agradecer a todas esas personas que se dejan ver, que se atreven, que luchan desde la autoconfianza y el respeto, que creen en su propia verdad y que se alzan para ser vistas, sentidas, recibidas y escuchadas. GRACIAS a vosotros, los que seguimos en los moldes sabemos que existe otra vida, otra realidad.

Y aquí va el poema de Marianne Williamson que mencionaba:

“Nuestro mayor miedo no es ser inadecuados. Nuestro mayor miedo es el hecho de que somos poderosos más allá de cualquier medida. Es nuestra LUZ y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta.

Nos preguntamos a nosotros mismos: ¿Quién soy yo para ser brillante, maravilloso, talentoso, magnífico? Pero, de hecho, ¿Quién eres tú para no serlo?

Tú eres hijo de Dios. Disminuirte delante de los demás no va a servirle al mundo. No hay nada de iluminación en el acto de encogerse para que los demás no se sientan inseguros a tu lado.

Estamos aquí para brillar, como hacen los niños. Vinimos aquí a manifestar la gloria de Dios que está dentro de nosotros. Y que no se encuentra solo en algunos de nosotros, sino en TODOS nosotros.

Conforme vamos dejando nuestra propia luz brillar, de manera inconsciente le estamos dando a otras personas el permiso de hacer lo mismo.

Conforme nos vamos liberando de nuestros propios miedos, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.”

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Unas horas más tarde chequeando la información de esta foto en National Geographic, he leído que este cisne no se esconde tras su propio plumaje sino tras el plumaje de su propia madre… Así que esta nueva realidad que ahora conozco todavía habría dado más juego a la hora de interpretar cuál es ese cobijo de seguridad en el que nos asentamos…

 

Nosotros elegimos

No debo irme muy lejos en mis experiencias para darme cuenta que estoy haciendo lo que quiero. Justo ahora, mientras estoy escribiendo, dos grandes hormigas pasean por la pantalla del ordenador. La naturaleza es muy importante para mí, la Tierra lo es. Nadie me ha hablado de lo importante que es estar conectado con la naturaleza ni he nacido en un ambiente que haya propiciado eso. Sin embargo, sé lo necesario que es para mi bienestar el estar rodeada de árboles, respirar aire puro, entrar en contacto directo con el suelo en su estado natural…

El suelo asfaltado, las estudiadas autopistas, los edificios de hormigón que se elevan alto sobre el suelo, las calles cuadriculadas, las tiendas homogeneizadas,… Las ciudades en sí, simplemente, me ponen triste.

Las sillas y las mesas separadas del suelo, el mobiliario de las casas manteniendo unas formas tan puntiagudas y perfectas; la pulcritud general, el aislamiento con el vecino… Las casas en sí, simplemente, me ponen triste.

La gente saludándose por la calle manteniendo las distancias, los padres que procuran educar a sus bebés con rectitud, no ver ni una sola mancha en la ropa de los niños, la represión de la espontaneidad, el apremio a lo racional, el olvido de lo que nos hace sentir más vivos, la soledad del individuo que cree que hay algo raro en él porque nadie comparte lo que vive en el interior de cada uno, la brecha entre la realidad y lo que queremos aparentar… La sociedad en sí, simplemente, me pone triste.

Y de alguna manera, por muy triste que me parezca que el mundo se esté autodestruyendo, yo sé que algo bien debo estar haciendo pues el aire es fresco a mi alrededor, estoy sentada sobre pura piedra arenosa, escucho los grillos, siento la humedad marina y estoy conviviendo en una comunidad amorosa en la que cada día y cada noche tengo la oportunidad de sentir cerca a todas estas personas y compartir con ellas el amor natural que nace de todos nosotros. Y digo que algo bien debo de estar haciendo porque lo que estoy haciendo es exactamente lo que quiero. Y el lugar en el que estoy es el lugar que me hace sentir viva y feliz. Sí, estoy decidiendo.

Y darme cuenta de que estoy haciendo lo que quiero unido al respeto que siento hacia las otras personas que también deciden hacer lo que quieren, es lo que me da fuerza cada día. Porque me he dado cuenta que todos hacemos lo que queremos. De manera consciente o inconsciente, lo que optamos por hacer es exactamente aquello que queremos hacer. Y si optamos por ser infelices es porque estamos sacando un beneficio de ello que nos procura cierta seguridad o comodidad disfrazada de felicidad. 

Simplemente, porque somos diferentes, cada uno opta por hacer de su vida lo que quiere. Así que no perdamos el tiempo quejándonos pues somos nosotros mismos los que decidimos por nosotros. 

Sí, vengo a decir que somos poderosos. Que eres poderoso y eliges a cada instante. Eliges por ti y para ti. Y estés haciendo lo que estés haciendo es, por alguna razón conocida o no, lo que verdaderamente quieres hacer. Así que mira a tu alrededor, mira lo que has elegido tú y pregúntate por qué has optado por crear esta realidad para ti, cuáles han sido tus motivaciones, cuáles han sido tus miedos y qué beneficios estás sacando de la situación actual que has creado para ti. Da luz a tu situación actual y mírala por lo que es puesto que tú la has elegido. Todos elegimos la vida que vivimos. Y es nuestra responsabilidad elegir nuestro propio bienestar. 

Amar estando solos

Hay un hecho claro y es que yo tengo un cuerpo físico. Ese cuerpo físico que puedo tocar no lo abarca todo, es decir, notando mi piel exterior puedo encontrar hasta donde llegan los límites de mi cuerpo. Yo no soy tú, ni soy la mesa que tengo al lado ni la montaña que pueda tener enfrente.

Dentro de mí, dentro de este cuerpo limitado, se cuecen numerosos tipos de emociones. Además, en mi ser, hay muchos pensamientos, algunos repetitivos y otros nuevos que traen agua fresca a la mente. También, dentro de mi cuerpo, noto la energía que fluye a través de él.

Cuando me observo viviendo, necesito hacerme consciente de este hecho. Del hecho de que yo, como ser humana, soy sola, estoy sola. El Universo entero vive dentro de mí pero tú solo podrás ver de mí lo que yo de ti te refleje y viceversa. Por ello, pensando en la belleza de esta idea que tanto nos asusta, el otro día escribí el siguiente texto:

“Sí, lo repetiré una y otra vez: estoy sola y soy sola. Estoy sola, físicamente sola, incluso espiritualmente sola. Soy un Todo solo. Como persona soy sola. Y como persona ando sola, duermo sola, como sola. Vivo sola, me rodeo con otros estando sola, pienso y respiro estando sola, canto sola, bailo sola. Vivo sola, amo sola, observo estando sola.

A tu lado quiero encontrar que estoy sola, ser sola, entenderme sola. Vivirme sola, alimentarme sola. No escapar de la soledad, aceptarla aquí y ahora estando llanamente sola. No buscar que tú llenes el hueco creado por la falta de amistad con el hecho de ser sola. Aceptarme sola, vivirme sola, amarme sola. Quererte solo, amarte solo, respetarte solo. Desearte siendo solo, venerarte a ti siendo solo. Compartirme siendo sola, entregarme siendo sola, correr moviéndome sola, reír contigo sola, amarte a ti, quererte, acariciarte y seguir sola.

Adorar estar sola, adorar la vida sola, amar a la gente sola.

Cantemos todos juntos solos, soñemos solos y abramos los ojos estando solos. Toquémonos a nosotros mismos estando solos y tendamos la mano al otro siguiendo solos.”

Es duro, por lo menos lo es para mí, cuando me doy cuenta de todo esto. Es duro para mí aceptarme como un ser solo responsable de su propia existencia. Es complejo hacerlo pero, a la vez, es liberador. Porque si consigo entenderme como un ente aislado en el plano material, no tendré que estar pidiéndole ni al mundo ni a los demás, que realicen por mí la tarea que yo sola puedo realizar. Además, si entiendo el hecho de que como seres humanos somos Universos completos viviendo solos, podré respetar la soledad de los demás, su independencia y su interdependencia. Creo que entendiendo este hecho podré crear relaciones más sanas, no dependientes y basadas en la verdadera amistad y libertad.

Por eso digo que estar y ser solo no es feo, es algo bello. Algo bello que bien entendido y respetado nos puede llenar de libertad y verdadera realización personal.  

ANDREA

Llegué al restaurante al que algunas veces voy a desayunar. Es un sitio que tiene vistas al Ganges, muy familiar y acogedor. Casi nunca hay nadie pero las pocas personas que me he encontrado allí siempre han sido muy significativas. Allí conocí a un chico que viajaba con su sitar y hablaba de su instrumento musical como si de una persona se tratara, hablaba en plural de las cosas que ambos dos estaban realizando en India. Allí, en ese restaurante, también conocí a un hombre que me inspiró muchísimo por su forma tranquila de relacionarse con la vida. Allí, también, conocí a Andrea. Estas tres personas, probablemente las únicas que me he encontrado allí a lo largo de un mes, se convirtieron en asistentes fieles a mis clases de danza consciente.

Bien, aquella mañana llegué a aquel restaurante familiar y el dueño- marido de Guita y padre de Arjun- me dijo que había una chica preguntando por mis clases de baile. “Espérate aquí que voy a llamarla. Duerme en este mismo hostal”- me dijo. De repente, apareció ella. Estatura media, fuerte y delgada, vestía ropa deportiva y tenía una cara amigable pero tensa. Pelo recogido y gafas de pasta roja. Sonrió levemente, se sentó enfrente de mí guardando las distancias y me preguntó por mis clases. Luego me contó que era abogada y trabajaba para una gran firma, vivía en Londres aunque era originalmente de Eslovaquia y que se encontraba en India en un viaje de 6 meses replanteándose su vida.

Miré el libro que tenía entre las manos cuyo título decía algo así como “El camino del artista. Cómo expresarse libremente a través de la escritura”. Me comentó que quería aprender a escribir, que necesitaba expresarse de manera más libre y que desde pequeña siempre había sido muy estructurada y perfeccionista consigo misma y con todo lo que realizaba. Venía, al fin y al cabo, a contarme que necesitaba nuevas formas de expresarse y que quería sentirse libre de ataduras.

Vino a mi clase al siguiente día. Yo sabía que nunca antes había bailado. Durante la clase, yo no daba crédito a lo que veía. Tenía un cuerpo totalmente liberado que se movía sin cesar de un lado para otro, dando tumbos, saltos, giros en todas las direcciones… Es indescriptible detallar cómo se movía aquella chica por la sala, era un mar de emociones, un torbellino de amor desenfrenado.

Tras la clase estuvimos hablando. Se encontraba muy agobiada porque no sabía qué tenía que hacer para encontrase bien. Me decía: “Toda esta gente occidental en India parece haber encontrado lo que les hace sentir bien. ¿Por qué yo no?”. Empezó a decirme que se iba a forzar a hacer un retiro de silencio y meditación de 10 días, que ahí podía yacer alguna solución. Yo, viéndola como la había visto bailar, le dije: “Andrea, quédate. Bailaremos juntas tres veces por semana, podemos quedar y pintar con mis pinturas. Quédate, relájate, tómatelo con tranquilidad”. Ella me dijo que, en principio, se iba a marchar a aquel retiro. Me comentó que me sentía como a su hermana gemela y se marchó.

Apareció a los dos días en la siguiente clase y me dijo: “La vida ha decidido por mí. Ayer me encontré enferma y no pude ir al retiro”. Clase tras clase, siguió viniendo hasta que comenzamos a compartir más historias e intimidades que vivían dentro de nuestra mente y nuestro corazón. Fuimos a cenar algunos días después de clase y yo no podía dejar de observar todo lo que salía de su cuerpo y de su boca. De manera increíble, todo lo que le estaba sucediendo a ella, era casi una réplica exacta de lo que me estuvo ocurriendo a mi hace un año.

Un día llegaba exhausta y con la cara hinchada de haber estado todo el día llorando. Otro día su cara no tenía expresión ni sonrisas pues se había dado cuenta que había hecho un uso excesivo en su vida de las sonrisas por agradar a los demás. Otro día, me contaba como sus instintos animales y sexuales, que habían estado reprimidos, se habían disparado sin control alguno. Otro día me decía firmemente que ahora solo podía decir la verdad, que ya no quería disimular absolutamente ante nadie. Otro día se enfadó con un camarero amigo mío en su restaurante sin motivo alguno y se marchó sin dar explicación muy enfadada. Y normalmente, a la vez que todo esto ocurría, se la veía realizada, enraizada y con muchísima aceptación por todo lo que estaba ocurriendo dentro de sí misma.

Poco a poco, aquella chica que conocí que se sentía muy tensa, con su pelo atado y sus gafas cuadradas de pasta roja, se fue relajando. Se la veía derretirse. Cada día que me la encontraba, capas y capas se habían despojado de su cuerpo de armadura. Cada día, más sensible. Cada día, podía sentir más cerca su corazón.

El otro día se marchó definitivamente de Rishikesh con destino a Varanassi. Nos despedimos y lo último que me dijo fue: “No pasa nada, te veré el día de tu boda”. Y no es que tenga intenciones de casarme, ni siquiera tengo pareja. De hecho, he tomado muchas veces una postura radical de rechazar una relación por sentir que ésta podía quitarme libertad. Pero me gustó escucharlo porque, de alguna manera, era algo nuevo para mi y me demostraba que ella me había calado. Yo también estoy derritiéndome y ella sabía, por conversaciones anteriores que habíamos tenido, que mi vida estaba dando un giro al respecto de este tema y que ahora mi corazón se encontraba mucho más receptivo a la hora de entender cómo podía ser una relación entre un hombre y una mujer.

Y se marchó. Y aprendí un poco más acerca de esto que llaman amistad.

Me dejó su blog, el cual me inspira totalmente pues ella dispara todo lo que siente sin censura alguna. Y, siguiéndolo, he visto que todavía sigue en Rishikesh. Así que quizás hoy me la encuentre de nuevo en clase.

 

 

 

 

HOMBRES PUROS

Muchas veces confundí el camino de la Verdad con el camino del conocimiento.

Muchas veces pensé que para vivir en estado de felicidad, era necesario pasar por el sufrimiento.

Muchas veces minusvaloré a aquellos que pasan por la vida sin pretensión de comprender qué hay en el más Allá.

Muchas veces creí que lo espiritual renegaba de lo material.

Muchas veces mi mente me llevó a pensar que el espíritu era más noble que el cuerpo.

 

Muchas veces quise instaurarme en la maldad y preferí el castigo a la bendición.

Muchas veces vendí mi Alma para ocupar a mi ser en algo.

Muchas veces quise ayudar a los otros sin saber que no estaba ayudando a nadie.

Muchas veces pensé que tu libertad no era tuya, ni mi libertad era mía.

Muchas veces jugué con fuego y nunca me quemé.

 

Muchas veces renegué de mi propio poder.

Muchas veces disfruté gozando de tormentas de confusión.

Muchas veces valoré más tu palabra frente a la mía.

Muchas veces quise cargar con aquello que no me correspondía.

 

Muchas veces he sido espejo de resentimientos.

Muchas veces he abandonado a mi cuerpo explorando el exterior.

Muchas veces he malgastado el tiempo maldiciendo.

Y muchas veces he querido captar tu atención.

 

De nada de lo que haya hecho me arrepiento.

No es ésta una carta de perdón.

Hoy abrigo al Universo entero y trasciendo a la tentación de cambiar algo en mi vida, ni siquiera un signo de acentuación.

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Hoy doy Gracias a la vida por mostrarme con AMOR que soy pura, que soy digna, que en mí está TODO y que TODO soy yo.

Que todo es PURO, que todo es DIGNO y que si quiero obtener alguna explicación, sólo tengo que poner mis manos en el pecho y caminar conectada con mi corazón.

Hoy pongo aquí una intención y es que el ser humano entienda en todos los niveles de su ser que somos PUROS, BELLOS Y PERFECTOS tal cual somos. Que no hay nada que combatir, nada que derrotar, nada que cambiar; ni dentro ni fuera. 

Que podemos soltar las armas, que podemos dejar de controlar, que vale la pena arriesgarse y empezar a AMARNOS de verdad. 

la foto

OTRAS CALLES

«1) Bajo por la calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Me caigo dentro.
Estoy perdido… me siento impotente.
Tardo una eternidad en salir de él.
 
2) Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Finjo no verlo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en el mismo lugar.
Todavía me lleva mucho tiempo salir de él.

3) Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Veo que está allí.
Caigo en él de todos modos… es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé dónde estoy.
Salgo inmediatamente de él.

4) Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Paso por el lado.

5) Bajo por otra calle.»

Este texto que se encuentra en «El libro tibetano de la vida y de la muerte» nos acerca a ese hoyo particular que todos conocemos. Ese lugar personal en el que nos dejamos caer consciente o inconscientemente para buscar cierta seguridad. Muchas veces, nos tendemos a nosotros mismos la trampa, preferimos la dureza de la caída y la incomodidad de ese hueco pequeño enterrado en el suelo, antes que arriesgarnos a probar otras calles cercanas que nos prometen una mayor libertad y felicidad.

Llega un momento en que el hueco se queda demasiado pequeño, el sufrimiento se hace innecesario y es hora de salir de él. Nos ponemos de pie a su lado, nos limpiamos el polvo que haya quedado en nosotros, le devolvemos lo que es suyo y ponemos rumbo hacia un destino que nos sea propio, ese que vamos a diseñar para nosotros mismos. Nos marchamos lejos de él pero le llevaremos siempre dentro como muestra de nuestro agradecimiento al servicio que nos ha dado en tantos momentos de inseguridad.

Mira a ese hoyo en el que siempre caes. Míralo con amor. Devuélvele lo que es suyo. Y si sientes que es difícil marchar, haz tú misma un hueco en tu corazón para incorporar la esencia de ese hoyo. Ámale e incorpóralo dentro de ti. De esa manera, nunca más caerás en él pero siempre le tendrás presente con amor y agradecimiento.

¿Quién soy?

Llegar a ese punto de humildad en el que decides mostrarte tal cual eres no es sencillo. No es fácil, en primer lugar, porque quien uno es parece variar con el tiempo.

¿Quién soy? Me hago esta pregunta porque mi mente no llega a creerse que yo sea tantas cosas en una misma persona. ¿Cómo es posible? ¿Cómo un solo cuerpo puede englobar tantas experiencias, emociones, sensaciones, identidades, percepciones? ¿Cómo en una misma existencia una puede saborearse en tantas texturas diferentes y bañarse en tal variedad de colores? ¿Cómo puede un mismo corazón sentir de maneras tan extremas y, a la vista, contrapuestas? ¿Cómo es posible que yo sea la misma que fui hace 20 o 10 años? ¿Cuál es el hilo que une todas mis experiencias? ¿Qué es lo que queda ahí dentro que me mantiene en una cierta coherencia? ¿Dónde está la base? ¿Dónde está eso que no cambia entre tanto cambio? ¿Quién soy yo? Repito.

Es complejo. No es sencillo. Serlo todo es extraño y poco manejable cuando uno se exige a uno mismo el autoconocimiento.

Todavía me juzgo, todavía me comparo, el juego en el que yo misma soy mi contrincante no ha acabado todavía. ¿Quién es esa que tengo enfrente a la que intento ganar? ¿Qué tengo en contra de mi misma? ¿Qué veo en ella que quiero derrotar? ¿A qué le quiero ganar la batalla? ¿Desde cuándo soy dos, tres, cuatro… mujeres a la vez en lugar de una? ¿Y desde cuándo entendí que debo destruirlas a todas ellas para poder ser coherente en el ambiente que me rodea? ¿Llegará el día que pueda integrarlas a todas en una sola? ¿Llegará el día que mi corazón se abra a amar a todas las partes que componen a mi ser de mujer? ¿Y el día que abrigue con mis amables brazos al hombre que vive fuera y dentro de mi misma?

Veo fotos de hace unos años para acá y mi cuerpo se descompone. ¿Quién soy yo?, me vuelvo a preguntar. ¿Y por qué esa que fui ya no soy y esta que soy no es quien era?

¡¿Cuándo llegará el día que entienda que yo siempre soy la misma, independientemente de lo que se cueza a mi alrededor o las emociones que pongan patas arriba los organizados órganos de mi cuerpo?!

Ese día no ha llegado y, por tanto, la pregunta insiste y no cesa. Así que yo me sigo preguntando:

¿Quién es esa?

Y, de repente, siento que necesito escupir mucha verborrea… Y es que esa que tienes delante está cansada de las etiquetas, de los deberes, del sistema… Está cansada de los juicios, de los roles, de los desprecios… Está cansada de la palabrería, de las poses, de la poca sinceridad,… Está cansada de los objetivos, de los caminos, del conocimiento… Está cansada de la luz, de la congruencia, de tener que saber lo que es bueno… Está cansada de sus propios miedos.

Esa que tienes delante quiere sacarse la mordaza de la boca y deshacer los propios nudos que puso en su cuerpo. Esa que tienes delante quiere ser libre en un mundo sin complejos, esa que escribe quiere sacar fuera lo que hay dentro, rugir ferozmente y que no sea sola en el silencio. Esa que busca respuestas quiere probarse como un animal en todo tipo de terrenos. Quiere ser roca, agua y fuego. Aventurarse en la selva de la vida. Ser valiente y decidida. Actuar, romper el hielo.

Abandonar el pueblo de la fantasía e integrarlo bien adentro. Utilizar mi imaginación como mi arma pero no como un cobijo de aislamiento. Dejar huella en este suelo.

Ser materia, encarnar mi cuerpo y no  ser solo fuente de conocimiento.

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