CARTA A LA RABIA

Depende de la familia en la que hayas nacido y cómo se te haya educado, habrás aprendido a exteriorizar determinadas emociones y, algunas otras, habrás decidido guardarlas dentro de ti. La rabia o la ira de un niño pequeño puede ser vista como una amenaza para el padre que quiere tenerlo todo bajo control o quizás simplemente se vea como algo negativo del niño que le puede dar problemas a la hora de desenvolverse en la sociedad. Sin embargo, la rabia de un niño bien recibida, se convertirá precisamente en algo muy valioso para él en el futuro; le ayudará a marcar barreras, a ir con seguridad en pos de lo que desea, a no tener miedo a expresarse, a sentirse seguro y poderoso y, sobre todo, hará que el niño se encuentre en paz consigo mismo al saber que esa emoción, como todas las otras, es algo bello y completamente natural.

Necesitamos estar abiertos a recibir nuestra propia rabia para así dar la bienvenida a la rabia de los más pequeños, a abrigarla con amor, a entenderla. Comprender mediante la observación y el cariño qué se cuece bajo dicho comportamiento y no cambiar nuestra actitud cuando dicha emoción se presenta. Si transmitimos a los niños que no les queremos cuando externalizan su rabia, esas personitas (al igual que hicimos nosotros) acabarán guardando la rabia para dentro de sí y la dejarán bien escondida, creyendo que es algo malo y contaminando su paz interior.

Así, muchas personas caminamos la faz de la tierra con algo que ruge ahí dentro. Es simplemente nuestra propia fuerza, nuestra poderosa expresión… que un día reprimimos para conseguir amor y que seguimos reprimiendo para no salir de nuestra zona de comfort.

Hoy escribo una carta a la rabia que nunca acepté ni quise ver. Hoy escribo una carta a eso que ha vivido siempre dentro y que se ha mostrado de mil maneras con dolores en mi cuerpo. Hoy me abro a ella y estoy dispuesta a reconocer su verdadero y bondadoso poder.

“Rabia, ¿quién eres? ¿cómo vistes? ¿qué aspecto tienes? Rabia, quiero saber muchísimo más acerca de ti. De tu personalidad, de tus gustos y aficiones. Quiero saber qué detestas, qué es aquello que no puedes soportar, cómo te muestras, qué necesitas y de qué te alimentas. Rabia, quiero cuidarte, quiero quererte como a uno más, quiero invitarte a mi casa y sentarte con los demás en la mesa. Es cierto que nunca antes te abrí la puerta. Ni en aquellas noches de frío en las que nevaba en el exterior y tú llamabas insistente para no quedarte fuera. Es cierto que nunca quise ver tu cara, ni escuchar tu voz, ni ver qué baile me traerías. Yo jugaba con Alegría, le daba besos a Tristeza, acurrucaba en mis brazos a Ilusión, tenía largas y profundas conversaciones con Miedo, bañaba a Amor mientras le dejaba jugar con las pompas de jabón… pero a ti, Rabia, nunca dediqué ni la más mínima atención.

Ahora me doy cuenta de lo excluida que te has sentido en esta vida, de tu necesidad de escucha y de la gran desazón con la que has luchado por sobrevivir. Creo que me aproximo a comprender lo mucho que has sufrido y la tristeza que yo he debido sentir por haberte excluido a ti.

Rabia, cansada estoy de haber querido vivir sin ti. Siento que últimamente me ha faltado fuerza, coraje y determinación a la hora de decidir por mí y sé que esa es la factura que paga cualquiera que no quiere dirigir hacia ti su mirada. Feliz me encuentro de saber que sigues esperando y por fin, mi cuerpo te entrego para que puedas desarrollar tus dones dentro de él. He oído decir que eres una gran guerrera, que luchas desde el corazón y que das fuerza a la gente para empuñar la espada del discernimiento que llevamos todos clavada en nuestro pecho. Empuñar dicha espada quiero así como también deseo sacar contigo a esa guerrera que sé que ha despertado aquí dentro.”

Hoy ratifico que la ira es un sentimiento más que fue dado en este universo para poder canalizarlo de manera constructiva. Hoy entiendo que si no miro a la rabia de frente, que si no la abrigo y la quiero, nunca podré sacar de ella esas perlas guardadas bajo su concha.

rabia reprimida expresada