La búsqueda de sentido

Hoy me gustaría hablar, nada más y nada menos, que de aquello que da sentido a nuestra vida.

Como he comentado alguna vez, me encuentro en India, exactamente en Rishikesh, “la capital del yoga” y punto de encuentro de muchos buscadores espirituales. En la temporada de febrero y marzo varios gurús de reconocimiento internacional, llegan a esta ciudad para hablar y compartir sus conocimientos y energía con cientos de seguidores.

Tan solo he acudido un par de veces a las charlas que estas personas dan e, inevitablemente, he salido de ellas diferente de cómo había entrado. Por un lado, la belleza de la gente que allí se encuentra congregada; los cuales cantan, tocan música en directo y están presentes con el corazón y los oídos completamente abiertos. Por otro lado, una persona sentada en un gran sillón hablando con un micrófono a todos aquellos que le miran absortos.

No puedo decir que mi sentimiento sea exactamente igual a aquel que tengo cuando voy a una iglesia y escucho al cura diciéndole a la gente que deben pedir perdón por ser culpables y pecadores… pero ver a gente con poder de influenciar hablándole a gente vulnerable y “en búsqueda” siempre me deja con menos aire para respirar de lo normal. Me acabo preguntando si la persona con el micro conoce hasta dónde puede llegar el impacto de sus palabras y me pregunto si la gente que escucha a dicho maestro es conocedora de las limitaciones de la persona que les está hablando.

Bien, como decía, algo bonito se encuentra dentro de estos grupos de gente que va a escuchar a estos gurús y es la intención que estas personas tienen de llenar sus vidas de sentido. Pero, ¿quién no quiere llenar su vida de sentido?

El otro día, hablando sobre la pirámide de las necesidades de Maslow con una amiga, recordamos que en ella se decía que antes de buscar el amor y el reconocimiento propio, uno busca ese reconocimiento del exterior. Pero, sí, cuando uno ya es aceptado por su círculo social, cuando a uno ya le han dicho lo magnífico que es en su trabajo o le han alagado por la belleza de su cuerpo físico, cuando uno ya tiene más de cientos “me gustas” en el Facebook… ¿Qué es lo que queda?

Después del reconocimiento social, parece que creamos que va a llegar el reconocimiento personal. Pero, ¿no debería ser al contrario?

La búsqueda de reconocimiento social es interminable e insaciable: siempre podemos ascender en nuestro trabajo, mejorar otra parte de nuestro cuerpo o seguir subiendo fotos para obtener más “me gustas” en el Facebook…. Pero, realmente, lo único que estamos haciendo es vender nuestro amor propio a la opinión de los demás y, esto, no parece que vaya a llenar a nuestra vida de sentido ni de verdadero bienestar.

Así que, lamentablemente –y uso este adverbio porque realmente me da pena que sea así por la dificultad del asunto- no nos queda otra que DEJAR DE BUSCAR LA APROBACIÓN FUERA. Hasta que no dejemos de QUERER ENCAJAR en la sociedad y en el grupo de gente que nos rodea y empecemos a observar qué es lo que hay de VERDADERO dentro de nosotros, no se va a poder dar en nosotros un reconocimiento personal pues no sabremos ni qué es aquello que hay que reconocer en nuestro interior.

Cada uno hace lo que quiere con su vida pero yo, desde lo poco que he vivido y sé, puedo compartir que a mi me ha ayudado salir de la caja en la que vivía y ver mi vida desde fuera. Entender que no soy lo que dicen de mi, ni soy esa persona que la sociedad quiere que sea. Entender que ni el lugar en el que he nacido ni las condiciones que me han rodeado desde la infancia,  afectan a quien soy yo por naturaleza y en esencia.

Creo que es sano salir del barullo, del alboroto de la ciudad y la ruidosa rutina, alejarse en busca del silencio, encontrarse con el cuerpo desnudo de uno mismo y simplemente respirar. Te prometo, desde mi realidad, que tú no eres quien eres por lo que te rodea, por la ropa que lleves, por el pasado que tengas, por la familia que te crió… Te prometo que tus límites están mucho más alejados de donde tú crees que los tienes, te prometo que tus intenciones son buenas y que eres capaz de cambiar tu vida y cambiar, por tanto, la vida de los demás. Te prometo muchas cosas pues son ciertas desde mi punto de vista. ¡ Cuánto me gustaría tener estas ideas presentes siempre dentro de mí!

No sé si, finalmente, he acabado hablando del sentido de la vida o no. Pero quizás, sí pueda hacerlo en la conclusión de lo que hoy expongo. Y es que, para mi, la vida tiene sentido si la elijo yo a cada minuto. Si mi vida ha sido elegida por mi, entonces, tiene sentido. Si mi vida me la han diseñado desde fuera y yo lo único que hago es ver cómo comportarme para intentar encajar y destacar, mi vida deja de tener sentido. Si me paso la vida vendida por la opinión de los otros en lugar de escuchar lo que nace dentro de mi, la vida pierde su valor y su sentido.

Ser auténtico y ser uno mismo compartiendo nuestras ideas, nuestra peculiar belleza y nuestro modo natural de comportarnos; eso tiene sentido.

¡Cuán rico sería el planeta si lo llenáramos de gente valiente dispuesta a mostrarse tal y como es! ¡Cuánto sentido cobrarían nuestros días si respetáramos y mostráramos lo que nace de dentro de nosotros! ¡Y cuánta gente se vería beneficiada disfrutando de eso que sólo tú puedes traer a este mundo!

El otro día leí en una postal que me regalaron con la imagen del Dalai Lama que para él, el verdadero sentido de la vida se encuentra en hacer algo útil que ayude a los demás. Tengo esa postal puesta en mi mesilla, no porque comparta su punto de vista sino porque me recuerda que todos y cada uno de nosotros vemos y vivimos la vida de manera diferente. Por eso creo que está en nosotros la responsabilidad de encontrar qué es aquello que nos da sentido y llenar a nuestra vida de ello.

¿Quién soy?

Llegar a ese punto de humildad en el que decides mostrarte tal cual eres no es sencillo. No es fácil, en primer lugar, porque quien uno es parece variar con el tiempo.

¿Quién soy? Me hago esta pregunta porque mi mente no llega a creerse que yo sea tantas cosas en una misma persona. ¿Cómo es posible? ¿Cómo un solo cuerpo puede englobar tantas experiencias, emociones, sensaciones, identidades, percepciones? ¿Cómo en una misma existencia una puede saborearse en tantas texturas diferentes y bañarse en tal variedad de colores? ¿Cómo puede un mismo corazón sentir de maneras tan extremas y, a la vista, contrapuestas? ¿Cómo es posible que yo sea la misma que fui hace 20 o 10 años? ¿Cuál es el hilo que une todas mis experiencias? ¿Qué es lo que queda ahí dentro que me mantiene en una cierta coherencia? ¿Dónde está la base? ¿Dónde está eso que no cambia entre tanto cambio? ¿Quién soy yo? Repito.

Es complejo. No es sencillo. Serlo todo es extraño y poco manejable cuando uno se exige a uno mismo el autoconocimiento.

Todavía me juzgo, todavía me comparo, el juego en el que yo misma soy mi contrincante no ha acabado todavía. ¿Quién es esa que tengo enfrente a la que intento ganar? ¿Qué tengo en contra de mi misma? ¿Qué veo en ella que quiero derrotar? ¿A qué le quiero ganar la batalla? ¿Desde cuándo soy dos, tres, cuatro… mujeres a la vez en lugar de una? ¿Y desde cuándo entendí que debo destruirlas a todas ellas para poder ser coherente en el ambiente que me rodea? ¿Llegará el día que pueda integrarlas a todas en una sola? ¿Llegará el día que mi corazón se abra a amar a todas las partes que componen a mi ser de mujer? ¿Y el día que abrigue con mis amables brazos al hombre que vive fuera y dentro de mi misma?

Veo fotos de hace unos años para acá y mi cuerpo se descompone. ¿Quién soy yo?, me vuelvo a preguntar. ¿Y por qué esa que fui ya no soy y esta que soy no es quien era?

¡¿Cuándo llegará el día que entienda que yo siempre soy la misma, independientemente de lo que se cueza a mi alrededor o las emociones que pongan patas arriba los organizados órganos de mi cuerpo?!

Ese día no ha llegado y, por tanto, la pregunta insiste y no cesa. Así que yo me sigo preguntando:

¿Quién es esa?

Y, de repente, siento que necesito escupir mucha verborrea… Y es que esa que tienes delante está cansada de las etiquetas, de los deberes, del sistema… Está cansada de los juicios, de los roles, de los desprecios… Está cansada de la palabrería, de las poses, de la poca sinceridad,… Está cansada de los objetivos, de los caminos, del conocimiento… Está cansada de la luz, de la congruencia, de tener que saber lo que es bueno… Está cansada de sus propios miedos.

Esa que tienes delante quiere sacarse la mordaza de la boca y deshacer los propios nudos que puso en su cuerpo. Esa que tienes delante quiere ser libre en un mundo sin complejos, esa que escribe quiere sacar fuera lo que hay dentro, rugir ferozmente y que no sea sola en el silencio. Esa que busca respuestas quiere probarse como un animal en todo tipo de terrenos. Quiere ser roca, agua y fuego. Aventurarse en la selva de la vida. Ser valiente y decidida. Actuar, romper el hielo.

Abandonar el pueblo de la fantasía e integrarlo bien adentro. Utilizar mi imaginación como mi arma pero no como un cobijo de aislamiento. Dejar huella en este suelo.

Ser materia, encarnar mi cuerpo y no  ser solo fuente de conocimiento.

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CARTA A LA RABIA

Depende de la familia en la que hayas nacido y cómo se te haya educado, habrás aprendido a exteriorizar determinadas emociones y, algunas otras, habrás decidido guardarlas dentro de ti. La rabia o la ira de un niño pequeño puede ser vista como una amenaza para el padre que quiere tenerlo todo bajo control o quizás simplemente se vea como algo negativo del niño que le puede dar problemas a la hora de desenvolverse en la sociedad. Sin embargo, la rabia de un niño bien recibida, se convertirá precisamente en algo muy valioso para él en el futuro; le ayudará a marcar barreras, a ir con seguridad en pos de lo que desea, a no tener miedo a expresarse, a sentirse seguro y poderoso y, sobre todo, hará que el niño se encuentre en paz consigo mismo al saber que esa emoción, como todas las otras, es algo bello y completamente natural.

Necesitamos estar abiertos a recibir nuestra propia rabia para así dar la bienvenida a la rabia de los más pequeños, a abrigarla con amor, a entenderla. Comprender mediante la observación y el cariño qué se cuece bajo dicho comportamiento y no cambiar nuestra actitud cuando dicha emoción se presenta. Si transmitimos a los niños que no les queremos cuando externalizan su rabia, esas personitas (al igual que hicimos nosotros) acabarán guardando la rabia para dentro de sí y la dejarán bien escondida, creyendo que es algo malo y contaminando su paz interior.

Así, muchas personas caminamos la faz de la tierra con algo que ruge ahí dentro. Es simplemente nuestra propia fuerza, nuestra poderosa expresión… que un día reprimimos para conseguir amor y que seguimos reprimiendo para no salir de nuestra zona de comfort.

Hoy escribo una carta a la rabia que nunca acepté ni quise ver. Hoy escribo una carta a eso que ha vivido siempre dentro y que se ha mostrado de mil maneras con dolores en mi cuerpo. Hoy me abro a ella y estoy dispuesta a reconocer su verdadero y bondadoso poder.

“Rabia, ¿quién eres? ¿cómo vistes? ¿qué aspecto tienes? Rabia, quiero saber muchísimo más acerca de ti. De tu personalidad, de tus gustos y aficiones. Quiero saber qué detestas, qué es aquello que no puedes soportar, cómo te muestras, qué necesitas y de qué te alimentas. Rabia, quiero cuidarte, quiero quererte como a uno más, quiero invitarte a mi casa y sentarte con los demás en la mesa. Es cierto que nunca antes te abrí la puerta. Ni en aquellas noches de frío en las que nevaba en el exterior y tú llamabas insistente para no quedarte fuera. Es cierto que nunca quise ver tu cara, ni escuchar tu voz, ni ver qué baile me traerías. Yo jugaba con Alegría, le daba besos a Tristeza, acurrucaba en mis brazos a Ilusión, tenía largas y profundas conversaciones con Miedo, bañaba a Amor mientras le dejaba jugar con las pompas de jabón… pero a ti, Rabia, nunca dediqué ni la más mínima atención.

Ahora me doy cuenta de lo excluida que te has sentido en esta vida, de tu necesidad de escucha y de la gran desazón con la que has luchado por sobrevivir. Creo que me aproximo a comprender lo mucho que has sufrido y la tristeza que yo he debido sentir por haberte excluido a ti.

Rabia, cansada estoy de haber querido vivir sin ti. Siento que últimamente me ha faltado fuerza, coraje y determinación a la hora de decidir por mí y sé que esa es la factura que paga cualquiera que no quiere dirigir hacia ti su mirada. Feliz me encuentro de saber que sigues esperando y por fin, mi cuerpo te entrego para que puedas desarrollar tus dones dentro de él. He oído decir que eres una gran guerrera, que luchas desde el corazón y que das fuerza a la gente para empuñar la espada del discernimiento que llevamos todos clavada en nuestro pecho. Empuñar dicha espada quiero así como también deseo sacar contigo a esa guerrera que sé que ha despertado aquí dentro.”

Hoy ratifico que la ira es un sentimiento más que fue dado en este universo para poder canalizarlo de manera constructiva. Hoy entiendo que si no miro a la rabia de frente, que si no la abrigo y la quiero, nunca podré sacar de ella esas perlas guardadas bajo su concha.

rabia reprimida expresada