Liderazgo en tiempos de crisis humanitarias

No sé en qué mundo vives tú pero yo veo el mío todos los días desde mi ventana.

Veo el mar abierto, el cielo azul que se funde con el mar, las gaviotas que cruzan el cielo. Escucho su canto y, también, el ruido de alguna barca que se atreve a navegar a través de estos tiempos tan revueltos.

Huelo los agradables días de lluvia y, aún así, sigo saboreando dentro de mí esta saliva que se hace repetitiva y agria.

No sé a ti quien te gobierna pero yo veo frente a mi ventana quién me gobierna a mí. No necesito encender el televisor para que mi mente pueda llegar a creer que ese hombre con corbata tiene algo elevado que decirle a mi alma que se sabe libre, vieja y lejana a sus discursos.

No me quedo en casa sólo por responsabilidad. Me quedo en casa, también, porque es la orden. La orden que rige tu sociedad que también es la mía. La orden que estructura e intenta poner en fila a este montón de animalitos que somos nosotros: seres sin consciencia ni conciencia.

Ganaré escépticos en la lectura de este texto y el escepticismo es bueno.

Yo solo digo que el gobierno no me representa. Ni el de mi país ni el de la mayoría de los otros. Que aquello que gobiernan no es a una sociedad – conjunto de individuos – sino a una estructura social que debe mantener la apariencia de un orden y que, por tanto, ignora las necesidades más esenciales de cada ser humano.

El interés mostrado hacia la salud mental de la población es tan silencioso que comienza a producirme sordera.

No se escuchan palabras que ofrezcan a las personas una guía de cómo atravesar esta crisis emocional que se les cae encima.

No hay guías porque ni ellos saben gestionarse a sí mismos. Porque nunca dedicaron un solo minuto a mirar hacia su interior, a profundizar en sus anhelos y esperanzas, a sacar de sus adentros lo mejor de sí.

Navegantes perdidos en completa desconexión consigo mismos, intentan poner el orden a lo que llaman una crisis sanitaria.

La crisis que estamos pasando es una crisis de valores y de desconexión con aquello que es verdaderamente importante y nos hace sentir alegres y vivos.

Esta es una crisis humanitaria. Es una crisis HUMANA. Una crisis que requiere de humanidad.

Y yo no sé vosotros cuánta humanidad veis a través de vuestros televisores.

Pero estoy segura de que estaréis viendo mucha más humanidad, a través de vuestras ventanas.