CERCANOS

Conocí una vez a un hombre que tenía tanto miedo de ser amado que mandó construir una gran fortaleza a su alrededor utilizando toda la fortuna y el poder que había acumulado.

Sus súbditos trabajaron duro, día y noche, elevando dicho muro que separaría a este hombre de cualquier indicio que a él le indicara que era un ser amado.

Una vez finalizado su anhelado proyecto, el hombre decidió entrar dentro de su nuevo hogar, creyendo estar, finalmente, a salvo de reconocerse querido y admirado. Sin embargo, descubrió que el sonido podía viajar y que éste se colaba a través de sus ventanas.

Asustado por creer que alguna palabra de amor podría alcanzarle, decidió habilitar en su nuevo reino la más alta tecnología que le permitiría sentirse sonoramente aislado del resto del Universo.

Ahora sí, protegido, solo y desnudo ante la NADA que había en su reino; podía relajarse tranquilo. Sabía que nadie irrumpiría con una palabra de amor, que nadie le mostraría con sus ojos el valor de los suyos propios, que nadie haría temblar a su corazón acorazado por su propia agonía de sentirse valioso y validado.

Este hombre vivió feliz -así era lo que él denominaba felicidad- lejos de cualquier carantoña, arrumaco, caricia, palabra bella o corazón amigo que se le podría haber acercado.

Y este hombre sigue así: asustado, vacío y separado. Así que si le echas de menos o le estás buscando, recuerda que no será con AMOR la manera óptima de alcanzarlo. Mejor dile que le odias, que no le necesitas, que es un bastardo… así, PUEDE que él dé un paso hacia esa cercanía y ese agradable calor que se desprende estando a tu lado.

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* Que este texto no sirva como guía sino como reflexión

* Ilustración de Pawel Kuczynski

MI BONDAD

¿Cómo reconocer que nunca llegué a ser del todo feliz? Que tuve miedo a la vida, que no me atreví, que hui de los retos, aventuras y los cambios; y me escondí en mí.

¿Cómo reconocer que no quería vivir fuera, que huía de ti y huía de mí? Que los barrancos solo eran atajos para dejarme caer en tus manos sin saber qué sería de mí.

Sabiendo ahora lo que extraño sentir tu presencia latir dentro de mí, acaricio la idea de que fui cobarde, de que hui y jamás comprendí aquello que de verdad tenía delante o se encontraba junto a mí.

Toda mi vida he huido de la verdad, he tenido miedo de la gente y la sociedad, edificios altos, coches rápidos, ruido y gente frenética caminando por la ciudad. Asustada por el miedo conocí al bien y al mal pero siempre yo tras una sábana diciendo: “No me veas, pero déjame entrar”. Entraré escondida ante tu presencia porque no quiero que me veas jugar, reír, ni cantar… Yo soy un fantasma y tu dicha me recuerda que yo elegí mi malestar.

Ojalá lloviera y se llevara el agua lo que esta carta anuncia, denuncia y bien adentro quiere aceptar y es que viví escondida y ni siquiera la cabeza desde mi casa móvil pude asomar.

Vida mía, dame fuerza para que pueda destapar mi belleza, mi alegría, mi sonrisa interna y mi bondad.