NO DEJAMOS NUNCA DE QUERER

Como bebés, no dejamos nunca de querer a nuestras madres. Nuestro cuerpo es consciente de que, a través de ellas, se nos ha dado la vida y hemos visto el mundo según sus propias percepciones.

Como niños, no dejamos nunca de querer a nuestras madres ya sean éstas bellas o feas, felices o depresivas, apagadas o entusiastas.

Como adolescentes, no dejamos nunca de querer a nuestras madres; se lo expresemos con cariño o rebeldía, con simpatía o antipatía, con calor o con dolor.

Como adultos, no dejamos nunca de querer a nuestras madres, seamos iguales o diferentes, vivamos juntos o separados, compartamos las mismas opiniones o no.

Como adultos despiertos y diferenciados de su propia madre; permitimos que ellas sigan su camino, aprendemos a crear nosotros el nuestro, nos hacemos generadores de vida redescubriendo nuestra propia capacidad creativa y nos enraizamos en unas raíces propias que son diferentes a las de ella; y así, al igual que en todas las etapas de nuestra vida, no dejamos nunca de querer a nuestras madres.

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Ilustración personal

SOMOS LUZ

«Siendo yo una mujer árabe viviendo bajo un velo negro, ¿qué podría contarle a mi hija acerca de la vida?

Quizás que las emociones que nos recorren por dentro son las mismas que las de cualquier otra mujer en cualquier lado del planeta; que las ganas de explorar, jugar, celebrar y disfrutar del placer siguen latentes en mí como el primer día en que llegué a este mundo.

Quizás le pueda contar que nuestras voces, cuerpos y derechos han quedado ocultos bajo una capa de ignorancia social pero que nuestra luz interna no puede ser cubierta por muchos metros de tela que pongamos sobre ella.

Quizás pueda ella entender que la pasión que arde en nuestro interior no ha de confundirse con un deseo enraizado en la venganza.

Quizás pueda ella PERDONAR. Perdonar por mí y por todas las mujeres que todavía no aceptamos que éste haya de ser nuestro modo de vida».

LA VERDADERA LUZ ES IMPOSIBLE OCULTARLA

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Texto e ilustración personales