Estaba meditando ante la terrible idea de la palabra RESPONSABILIDAD cuando, de repente, entendí que la responsabilidad no era algo impuesto que tuviera que ser cargado sino una condición natural del ser humano. Somos responsables desde que nacemos de nosotros mismos y esto no está hecho como un castigo sino como un regalo para que todos podamos aprender de nuestras experiencias con el medio durante nuestra vida.
Hay una diferencia clara a la hora de responsabilizarnos de nosotros mismos- a la hora de cuidarnos, atendernos y tomar nuestras propias decisiones: podemos estar queriendo hacerlo todo solos, llevar el mundo colgando a nuestra espalda, apoyar todo el peso en nuestros únicos dos pies… Podemos decidir responsabilizarnos de nosotros mismos creyéndonos todopoderosos, separados del resto y conocedores de todas nuestras posibilidades y caminos. O, por el contrario, podemos aventurarnos a responsabilizarnos de nosotros mismos desde el conocimiento de interdependencia y necesidad natural que tenemos con el resto del medio en el que vivimos.
Digamos que están aquellos que no se responsabilizan de sí mismos: lo dejan todo al azar y a la fortuna, se esconden tras su pareja, su papá o su mamá; se paralizan, cierran sus ojos o se convierten en máquinas automáticas a la hora de relacionarse con la vida. Digamos que hay otro grupo de personas que sí decide llevar su vida según su propia voluntad y toman la responsabilidad de saberse vivos y con una vida a gestionar. En este último grupo encontraríamos dos tipos de personas: aquellos que lo quieren hacer todo solos y acaban por “quemarse” con las subidas, bajadas y supuestas inconveniencias de la vida; y aquellos que se saben parte de un todo y que deciden apoyarse en el ciclo y en la corriente de la vida que afecta a todos y a todo lo que les rodea.
Yo he estado en los tres grupos, especialmente, en los dos primeros. Intenté hacerme responsable de mí misma pero no sabía confiar en los demás ni en un propósito Mayor; esto se me hizo muy pesado y decidí ser como aquellos que se esconden y no quieren tomar las riendas. Cansada de ocultarme, decidí volver a tomar responsabilidad de mí misma pero cuando no confías en lo que hay fuera y dentro de ti, ¡responsabilizarse es una pesadilla!
¿Por qué lo quiero hacer todo sola? ¿Por qué creo que la responsabilidad implica aislamiento y capacidad de hacerlo todo por uno mismo? ¿Por qué tengo este concepto en mi cabeza de necesidad de aprender a valerse por uno mismo? De esta manera, acabo siempre optando por soltar la responsabilidad de vivir mi vida; se hace cansado.
Por eso, esta mañana, me preguntaba por qué no medito y confío un poco más, por qué no me estoy dejando guiar, por qué no dejo que la corriente fluida de la vida me lleve a dónde me quiera llevar. Yo, realmente, pienso que la responsabilidad que tenemos como seres humanos es ser CONSCIENTES de aquello que nos rodea para poder aprender y disfrutar placenteramente de la vida. En cuanto al rumbo, personalmente, pienso que hay poco por hacer. Creo que la vida es como un río del que formas parte, puedes optar por pasarte la vida intentando parar las aguas o intentando construir diferentes afluentes y cauces; o puedes dejarte llevar siendo aquella parte del río que te tocó ser; disfrutándola, aprendiendo de ella y, potencialmente, dirigiendo esta corriente del río hacia dónde quiera tu corazón mediante el poder del amor y de la atención.
Por todo ello, le pido a Dios, a mi corazón, al destino de la vida, a aquello que nos conecta… que me guíe de nuevo, que me deje confiar, que me ayude a entender que no lo sé todo, que no puedo con todo, … que, independientemente de saber que yo soy el río, saber que soy, a la vez, una parte de él. Le pido que me ayude a entender que soy una gota en el océano y que la felicidad llega cuando te reconoces como un agente más colaborando en las historias de esta vida.
Quiero confiar, volver a confiar. Quiero pedir ayuda, volver a sentirme guiada. Dejar de lado las intenciones de crear mi propio futuro sin tener en cuenta el resto de los elementos. ESCUCHAR. Moverme al ritmo del Universo. Formar parte del ciclo. Ser una parte del todo, dejarme orquestar.
Ser un instrumento en la orquesta de la vida y sentir la música creada como si fuera aquello que alimenta mi interior. Soltar la responsabilidad de forjarme una vida al margen de los demás y sentir en mi interior la responsabilidad de saberme receptora de indicaciones, de escucharlas, de saborearlas, de seguirlas y confiar en mí y en ellas.
No sabemos tanto como creemos, no se trata de sacarnos las castañas del fuego… se trata de saber que sin las castañas, sin el fuego, sin tu cuerpo ni tus manos, no serías capaz de llevártelas a la boca. Se trata de saber que estamos todos interconectados, que hay un flujo que nos mueve a todos por igual y que disfrutaremos más si nos dejamos llevar siendo agradecidos y conscientes de aquello que se nos está dando.
Se trata de…
CONFIAR