La Felicidad de nuestros hijos

Todos queremos que nuestros hijos sean felices. Sin embargo, desde este sentir, les estamos cargando con una expectativa completamente irreal. Necesitamos aceptar que nuestros hijos no serán felices ni serán infelices por el resto de sus vidas sino que serán un poquito de las dos cosas a la vez; y eso ESTÁ BIEN. Desde esta aceptación, les damos a nuestros hijos la libertad de sentirse como realmente se estén sintiendo a cada momento y en cada etapa de su vida.

Si les enseñamos mediante el ejemplo que no hay una emoción mejor que otra y que todo es bienvenido y está bien, adquirirán una herramienta de aceptación personal que, sin duda, les llevará a una Felicidad mucho más profunda que la felicidad-infelicidad fluctuante.

Por lo explicado anteriormente, si les decimos a nuestros hijos la frase de «cariño, yo solo quiero que seas feliz«; estaremos alimentando la frustración en ellos cuando se sientan desanimados o infelices ya que sentirán que no están cumpliendo con nuestras expectativas.

Nuestra gran labor como padres y madres es abrir el corazón para aceptar a nuestros hijos en el estado de ánimo en el que se encuentren y transmitirles que no hay necesidad de cambiarlo ni de alcanzar eternos estados de felicidad que nosotros hayamos podido proyectar en ellos.

Captura de pantalla 2015-01-07 a la(s) 18.11.50 Fotografía de Green by Name

Ya lo dijo Tolstoi

«He pasado por muchas vicisitudes y ahora creo haber descubierto qué se necesita para ser feliz. Una vida tranquila de reclusión en el campo, con la posibilidad de ser útil a aquellas personas a quienes es fácil hacer el bien y que no están acostumbradas a que nadie se preocupe por ellas. Después, trabajar, con la esperanza de que tal vez sirva para algo; luego el descanso, la naturaleza, los libros, la música, el amor al prójimo… En esto consiste mi idea de la felicidad. Y finalmente, por encima de todo, tenerte a ti por compañera y, quizás, tener hijos… ¿Qué más puede desear el corazón de un hombre?…»

Tolstoi

MI BONDAD

¿Cómo reconocer que nunca llegué a ser del todo feliz? Que tuve miedo a la vida, que no me atreví, que hui de los retos, aventuras y los cambios; y me escondí en mí.

¿Cómo reconocer que no quería vivir fuera, que huía de ti y huía de mí? Que los barrancos solo eran atajos para dejarme caer en tus manos sin saber qué sería de mí.

Sabiendo ahora lo que extraño sentir tu presencia latir dentro de mí, acaricio la idea de que fui cobarde, de que hui y jamás comprendí aquello que de verdad tenía delante o se encontraba junto a mí.

Toda mi vida he huido de la verdad, he tenido miedo de la gente y la sociedad, edificios altos, coches rápidos, ruido y gente frenética caminando por la ciudad. Asustada por el miedo conocí al bien y al mal pero siempre yo tras una sábana diciendo: “No me veas, pero déjame entrar”. Entraré escondida ante tu presencia porque no quiero que me veas jugar, reír, ni cantar… Yo soy un fantasma y tu dicha me recuerda que yo elegí mi malestar.

Ojalá lloviera y se llevara el agua lo que esta carta anuncia, denuncia y bien adentro quiere aceptar y es que viví escondida y ni siquiera la cabeza desde mi casa móvil pude asomar.

Vida mía, dame fuerza para que pueda destapar mi belleza, mi alegría, mi sonrisa interna y mi bondad.

SIMPLE

Hay una frase en inglés que dice «Keep it simple». Esta frase vendría a ser en español «hazlo de la manera más simple que puedas», «busca el lado más sencillo de las cosas», «no te compliques la vida buscando tareas o explicaciones complejas, simplemente ve a lo sencillo». ¿Quieres ser feliz? ¿Quieres encontrarte bien? Entonces, ve a lo sencillo. Creo que todos nuestros problemas mentales vienen del hecho de que llevamos una vida compleja, alejada de la sencillez. La sencillez para mí es despertarse temprano por la mañana, salir al exterior a recibir al sol, desayunar junto a la naturaleza, realizar un trabajo sencillo que alegre a mi corazón, rodearme de gente que valora lo mismo que yo: lo sencillo, lo simple, lo puro, lo que no ha sido alterado por el hombre. Los ríos, las montañas, la comida orgánica, la tierra, las sonrisas, la brisa,… El ser humano es la naturaleza en sí mismo. El ser humano no quiere nada más que la sencillez de un abrazo amigo o la simpleza de una puesta de sol. Todo lo demás, todo aquello que es complejo y que creemos que queremos es, precisamente, lo que nos sobra.