LANZARSE A SENTIR

Hace 13 años cuando tenía 23, visité Portugal con mi amiga Diane. Fuimos a Sintra, a Quinta da Regaleira, un complejo de palacios, jardines y pozos que hay allí.

Antes de los 25 y antes de que se despertara mi dimensión espiritual, como entonces lo hizo, tenía, de vez en cuando, alguna que otra Epifanía. 

En aquella ocasión, durante nuestra visita a aquel lugar, entré en un espacio de sensaciones que iba mucho más allá de lo que un espacio físico puede ofrecer. Aquel túnel en espiral que iba hacia abajo, la naturaleza con los bancos en los que sentarse y, especialmente, el despacho que había en la planta superior, se sentían cercanos y vibrantes. 

Leímos en la guía que la persona que construyó el palacio y que vivió allí era un filósofo, como un alquimista y que, aquella habitación, era en la cual el hombre se metía para pensar y filosofar. 

Me sentí muy identificada con el lugar, con el despacho en especial. Sentí mi lado de filósofa y mística vibrar. No puedo describir que fue exactamente lo que experimenté… pero supe que yo, de alguna manera, pertenecía a un despacho como ese. 

Acabó el viaje, volví al trabajo y solo tuvieron que pasar un par de años para tener una experiencia espiritual de una intensidad y magnitud suficiente para cambiar todos los grandes y diminutos aspectos de mi vida.

Comencé de cero.

Viví la dimensión espiritual de manera muy intensa. Bastantes años. 

Entré luego, en una dimensión más intelectual y filosófica. 

Me metí en el despacho.

Finalmente, entré en él. 

Empecé a desgranar conocimientos, a intentar ligar diferentes teorías, buscar la manera de hacer un croquis de ideas que pudieran explicarlo todo.

Hasta que un día, una consciencia más animal se reveló ante mi. Me hice, afortunadamente, consciente de mis necesidades más antiguas y vinculantes a este mundo de la forma y las relaciones. 

Desperté a mi saber instintivo y animal.

Era necesario. Llevaba muchos años, sino toda mi vida adulta viviendo desde la ignorancia, desde la híper espiritualidad o desde la híper intelectualidad.

Soy un ser humano. Soy un animal. Y tengo una historia que avala quien soy en este momento.

Empecé a leer sobre la historia de la vida en la tierra, conecté con nuestros orígenes. 

Y quise seguir intentando entender. Todo esto, todavía, desde el interior de mi despacho.

Mi animal, mi lado instintivo, no vive en un despacho.

Mi animal come, eructa, juega, se relaciona, ríe, se baña en el agua del río para sentir sus sensaciones, toca cosas con las manos, experimenta…

Y no lo hace dentro de un despacho y, mucho menos, a través de un libro.

En el mundo espiritual, según que rama de filosofía se siga, se denigra al mundo animal. Se dice que hay que huir de éste, que hay que elevarse más allá de él.

Sí, por eso creo yo que nos pusimos de pie y nos erguimos. Por eso creo yo que evolucionamos de la manera en que lo hicimos para crecer hacia arriba y aspirar hacia el sol, hacia una luz tan potente que hace que todo se mueva alrededor de ella.

Pero, para subir hacia un lugar, es necesario que exista una base. Y no solo una base, sino una raíz lo suficientemente profunda y arraigada que nos permita irnos lejos pero estando, a la vez, aquí. 

Esa raíz es nuestra historia como humanidad, como especie, como, incluso, materia. Es el saber de la naturaleza, es el pulsar de nuestro corazón, es la inteligencia de la vida, de lo que cambia, de lo que fluye, de lo que, NO NECESITA ser entendido sino experimentado.

Me siento afortunada de ver como aquel despacho en Sintra que una vez sentí como algo personal pero inaccesible, ha sido, finalmente, una realidad para mi durante tantos años. Me siento muy afortunada por haber creído en mi, haber honrado mi necesidad de investigar y saber, y haberme dado tantas horas para relacionarme con las ideas del inconsciente e ir hacia lo más profundo de nuestro saber interno.

Y me siento afortunada también, de estar empezando, finalmente, a escuchar esta llamada de lo salvaje.

No quiero, aunque sea por un tiempo, estar más de ciertas horas en el despacho.

Mi animal tiene frío, a veces calor. Mi animal quiere, a veces, comer unos alimentos y, en otras ocasiones, otros. Mi animal quiere interactuar con otros animales, tocarles la cara, probar diferentes gestos y sorprenderse con sus reacciones. Mi animal quiere salir a la jungla, aunque esta jungla sea ahora una ciudad de calles rectas en línea.

Mi animal no quiere saber como funciona todo, quiere sentirlo. 

Mi animal escribe este texto hoy pero sabe que un tiempo de vivir desde el instinto se acerca.

Y, lo más sorprendente, mi mente que lee todo esto que escribo, se alegra de que sea así.

La mente no es tan “racional” o “mental” como la pintamos, ella también siente. Y ella también se quiere nutrir de lo material, de lo concreto, de lo tosco y lo rudo de un planeta que tiene formas y colores y ofrece tal variedad de sensaciones.

Mi mente, que es también animal, se va a dejar cuidar y mimar durante un tiempo.

No más libros, o por lo menos, menos de ellos. No más pensar, o por lo menos, no tanto tiempo.

Quiero sentir. Y ella, mi mente, también lo quiere.

VIOLENCIA «MACHISTA» – VIDEOBLOG

¿Es el hombre el que quiere ejercer su poder agrediendo a la mujer? ¿O estos hechos de lo que llamamos «violencia machista» son sólo un reflejo del conflicto interno que hay en cada uno de nosotros? Expongo en este primer videoblog, como una sociedad que solo valora y educa en el lado masculino de la existencia (lado YANG – acción, resultados, ciencia, luz, vida, exterior) e ignora su lado femenino (lado YIN – pasividad, espiritualidad, oscuridad, muerte, introspección) está provocando un conflicto en el interior de las personas y, por tanto, en las relaciones entre ellas; especialmente, entre hombres y mujeres.

UN TROZO DE PAN

Caminaba hoy por la calle cuando encontré un gran mendrugo de pan tendido sobre el suelo. La calle estaba limpia y las rocas de color gris daban forma a un suelo en el que había también un poco de asfalto. Miré el mendrugo de pan y sentí, como si pudiera tocarlo, su textura fresca y esponjosa. Parecía venir de un pan recién hecho, de estos panes de color blanco por dentro con corteza crujiente por fuera que se hacen en los pueblos. Era un trozo de pan español; sí, en efecto, lo era.

Iba a agacharme a cogerlo cuando, de repente, me pregunté si aquel mendrugo de pan había llegado hasta mí para ser encontrado, saboreado o, tan solo, observado. La boca se me hacía agua mientras yo seguía pensando en el origen y el destino de aquel trozo de pan. ¿Era ésta una casualidad cualquiera o había cierta magia universal que quería que nos encontráramos aquel trozo de pan y yo?

Recordé entonces el ambiente de los pueblos españoles. Los abuelos sentados a pie de calle, el olor de la comida casera saliendo por las ventanas de los hogares, las fiestas tradicionales donde todos los habitantes se reúnen para celebrar…“Ay…”– suspiré. Todo se hacía sentir como eso que llamamos “casa”.

Me encontraba sentada en la calle, sabía que cualquier transeúnte que pasara por allí me enjuiciaría pensando que era una loca mirando un trozo de pan… pero yo no podía evitarlo. De alguna manera, esto era algo nuevo; un suceso que nunca antes me había pasado. Así que decidí disfrutarlo por ridículo que pareciera desde el exterior.

No sé qué piensas mientras lees esto. ¿Crees que debería alcanzarle mi mano al trozo de pan y llevarlo hacia mis adentros? ¿Crees que algo tan sólido y tierno a la vez debiera pasar entre mis salvajes dientes? ¿Cómo podría hacer algo así?

Cogí el trozo de pan y lo llevé conmigo. No fue a parar dentro de mi cuerpo sino que lo eché en mi bolso. Algo debía hacer con él aunque todavía no supiera el qué de manera exacta.

Encontré un sadhu en mi camino (vivo en India y hay muchos de ellos; son personas que dedican su vida a la espiritualidad dando de lado a todo lo material). Me dijo que nunca quiso probar algo como aquello que le ofrecía. Quizás había demasiado mimo y amor en aquel pedazo de pan. Quizás el sadhu pensó que este mundo de sentires hogareños a él no le correspondía.

Encontré, entonces, a un niño mendigando en la calle. El niño vendía sus dibujos a cambio de dinero. Tampoco quiso saber nada acerca del trozo de pan que le enseñé sacándolo con mis manos desde el fondo de mi bolso.

Los perros que encontré en mi camino y que se acercaban de vez en cuando a olisquear que llevaba tan cerca de mí, parecían más bien interesados en mi olor y mi atención que en aquella joya que ocultaba tímidamente entre mis ropas. El trozo de pan cobraba valor conforme iba avanzando la mañana.

Llegué a las orillas del río. Un color verde esmeralda se extendía sobre las aguas que desprendían destellos y bellos movimientos provocados por el efecto del viento. ¿Qué podría hacer? ¿Quizás trataría de ofrecerlo? Muchas ofrendas se hacen en el Ganges, ¿por qué no soltarlo? ¿Por qué no vendérselo a la fortuna que fluye constantemente en el tiempo?

Pensé en soltarlo, en dejarlo ir; en mirar a la luna que no era visible y entregarlo como una ofrenda. Pensé, pensé, pensé; hasta que lo introduje en mi boca.

Lo introduje en mi boca, lo saboreé y sentí su textura fundiéndose en el interior de un medio acuoso. Lloré. Aquel trozo de pan era justo aquél que se cocinaba en los pueblos, que se compartía con la familia, que ocupaba un lugar central en las celebraciones de una buena fiesta dominguera. ¡Qué bueno se sentía estar de vuelta en casa! ¡Qué ansia había sentido por querer percibir dentro de mí lo que siempre había sabido que era mío..!

Sí; aquel sentir era mío; un sentir provocado por reconocer que aquello casero, mundano, tierno y familiar formaba parte de mi vida. Mío; solo mío; mío el saber que la naturaleza de la que yo estaba hecha era la misma que la que había estado atesorando aquella mañana entre mis manos.

MARCHAR

Pienso en la muerte a menudo o, quizás, sea la muerte la que piensa a menudo a través de mí. Me parece inevitable que el hecho de sentir vida y luz solar durante el día, no te revoque el hecho de que la luna aparecerá en unas horas y todo aquello que permanece vivo, acabe introduciéndose en un aletargado sueño.

El otro día veía gente pasear por la ladera del río, también algunos cruzaban por encima de un puente e imaginé otras tantas personas que caminaban en ese justo momento sobre la faz de la Tierra. Todos moriremos en menos de unos 100 años. Nadie de los que estamos aquí, estará. Y, sin embargo, nos lo tomamos todo tan a pecho.

Supongo que necesitamos impulsos para vivir y es por eso por lo que nos afiliamos a un partido político, decidimos proclamar a toda voz nuestros gustos y opiniones, queremos creer en algo que esté palpitante y lleno de vida… Quizás necesitamos apoyar nuestro caduco cuerpo sobre ideas que creemos eternas o ideales que hacen que lo que es perecedero se olvide de su condición y entre en un estado etéreo en el que no hay ni un comienzo ni un fin.

Sin embargo, no deja de asombrarme la facilidad que tiene el ser humano para apegarse a un concepto. Por concepto me refiero a una opinión, un gusto, una idea, un hecho, un algo que de momento parece llenarle de vida y significado. Me pregunto hasta qué punto estamos hechos principalmente por todo eso: por ideas.

De cualquier manera, veo que no llego a alcanzar esa comprensión sobre el funcionamiento de nuestro corazón y aquellas cosas por las que se siente atraído.

Diría que hay algo Universal, y es eso que nos guía desde lo más profundo de la existencia de cada uno. No sabría cómo describirlo, pero si pudiera elegir, diría que es como una llama de fuego lo más enana que uno pudiera imaginar pero potente sin conocer medida. Diría que se encuentra en lo más profundo del corazón de cada uno y que es Una e igual para todos nosotros. Creo que es “eso” lo que llena a la vida de lo que ésta es, al contrario de ideas mentales o burdas pasiones a las que a veces nos apegamos.

Esa llama es la que verdaderamente nos empuja, desde el corazón, a hacer las cosas que hacemos. Y es a través de nuestros ojos físicos, si la mente no se encuentra muy contaminada, que podemos retroalimentar a la llama que habita en nuestro interior proporcionándole información sobre las agitadas, explosivas, inertes o vitales experiencias que se tienen cada día.

Sí, puede que sea eso lo que verdaderamente me motiva a calmar mi mente y recibir la vida por como es. Debe ser eso, el querer devolverle al Universo el regalo que me ha dado a través de proporcionarle una visión clara y sin juicio de todas las cosas que en esta increíble vida suceden todos los días.

Esto no quita que, a la vez de sentirme conectada con la existencia en el más puro sentido trascendental, no intente por todos los medios negar esta tendencia que tiene mi alma de fijarse en lo más profundo.

No yendóme muy lejos, tan solo al día de ayer, comentaré la felicidad casi cómica que me produjo el hecho de arreglarme e ir a una boda. Y digo cómica, no porque no hubiera felicidad real de encontrarme rodeada por personas maravillosas que me acompañan con amor en el camino sino por el siguiente motivo por el que mi alma dio aplausos por unos momentos:

“¡Por fín!”- pensé- “soy una persona normal”.

Fue el simple hecho de comprarme un vestido, maquillarme, depilarme, juntarme con mis amigos, beberme una copa de vino y bailar lo que llevó a mi persona a relajarse por un momento en la idea de que todo estaba bien y Sandra- yo- había vuelto al lugar que le correspondía- esta civilización, esta sociedad.

Y no, la verdad que no, hoy veo que sigo siendo la misma que era antes de ayer. Sigo siendo tan rara como era. El éxtasis de la idea de pertenencia que tuve durante la boda ha durado poco tiempo.

Pertenencia, grupo, comunidad…

Estos dos últimos años mi mente se ha hecho un lío creyendo que para alzanzar la verdadera plenitud, uno debe aislarse hasta encontrar todos los frutos por sí mismo. ¡Cuánto mal han hecho esos libros de espiritualidad que nos dicen que la felicidad se encuentra en uno mismo sin reflejar, con igual intensidad, la importancia que tiene para el ser humano la pertencencia a una comunidad!

Sí, digamos que sigo sin haber encontrado la manada. Quizás no habrá un lugar en el que se acoja mi ambivalente trascendentalidad. Lo que sí sé es que no me hago favores cuando oprimo brotes creativos. No me ayudo cuando me pido dejar de seguir aquello que a mí me hace feliz. No acierto si pretendo encajar a fuerza y a presión en un mundo que creo que baila en un ritmo contrario al que a mí me hace sentir viva.

Creo que debo respetar la autodestrucción que muchas personas han aceptado como su forma de vida. Creo que debo amar mediante el no-juicio a aquellos que no quieren salir de sus casas. Creo que debo comprender que los entresijos del alma no me competen cuando no se corresponden con el alma mía.

Creo que no me queda otra que andar, a mi paso y hacia delante. Y dejaros marchar, a todos aquellos que, por algún motivo, hayáis decidido caer de picado en el vacío.

Imagen

Pintura de Andrew Wyeth; Christina´s World

Amar estando solos

Hay un hecho claro y es que yo tengo un cuerpo físico. Ese cuerpo físico que puedo tocar no lo abarca todo, es decir, notando mi piel exterior puedo encontrar hasta donde llegan los límites de mi cuerpo. Yo no soy tú, ni soy la mesa que tengo al lado ni la montaña que pueda tener enfrente.

Dentro de mí, dentro de este cuerpo limitado, se cuecen numerosos tipos de emociones. Además, en mi ser, hay muchos pensamientos, algunos repetitivos y otros nuevos que traen agua fresca a la mente. También, dentro de mi cuerpo, noto la energía que fluye a través de él.

Cuando me observo viviendo, necesito hacerme consciente de este hecho. Del hecho de que yo, como ser humana, soy sola, estoy sola. El Universo entero vive dentro de mí pero tú solo podrás ver de mí lo que yo de ti te refleje y viceversa. Por ello, pensando en la belleza de esta idea que tanto nos asusta, el otro día escribí el siguiente texto:

“Sí, lo repetiré una y otra vez: estoy sola y soy sola. Estoy sola, físicamente sola, incluso espiritualmente sola. Soy un Todo solo. Como persona soy sola. Y como persona ando sola, duermo sola, como sola. Vivo sola, me rodeo con otros estando sola, pienso y respiro estando sola, canto sola, bailo sola. Vivo sola, amo sola, observo estando sola.

A tu lado quiero encontrar que estoy sola, ser sola, entenderme sola. Vivirme sola, alimentarme sola. No escapar de la soledad, aceptarla aquí y ahora estando llanamente sola. No buscar que tú llenes el hueco creado por la falta de amistad con el hecho de ser sola. Aceptarme sola, vivirme sola, amarme sola. Quererte solo, amarte solo, respetarte solo. Desearte siendo solo, venerarte a ti siendo solo. Compartirme siendo sola, entregarme siendo sola, correr moviéndome sola, reír contigo sola, amarte a ti, quererte, acariciarte y seguir sola.

Adorar estar sola, adorar la vida sola, amar a la gente sola.

Cantemos todos juntos solos, soñemos solos y abramos los ojos estando solos. Toquémonos a nosotros mismos estando solos y tendamos la mano al otro siguiendo solos.”

Es duro, por lo menos lo es para mí, cuando me doy cuenta de todo esto. Es duro para mí aceptarme como un ser solo responsable de su propia existencia. Es complejo hacerlo pero, a la vez, es liberador. Porque si consigo entenderme como un ente aislado en el plano material, no tendré que estar pidiéndole ni al mundo ni a los demás, que realicen por mí la tarea que yo sola puedo realizar. Además, si entiendo el hecho de que como seres humanos somos Universos completos viviendo solos, podré respetar la soledad de los demás, su independencia y su interdependencia. Creo que entendiendo este hecho podré crear relaciones más sanas, no dependientes y basadas en la verdadera amistad y libertad.

Por eso digo que estar y ser solo no es feo, es algo bello. Algo bello que bien entendido y respetado nos puede llenar de libertad y verdadera realización personal.  

La jaula

Oculto dentro de mi, se halla ese Amor no liberado. Y me mata, lentamente, me quema. Arde dentro de mi no dejándome salir ahí fuera a relacionarme con vosotros. A abrazaros, a quereos.

Hay tanto cariño, amor, comprensión, belleza, vida en mi interior… que estoy asustada. Asustada de ser rechazada. Quizás abra mi cofre y te entregue todos mis dones, y tú ni siquiera me mires. Quizás te rías, quizás pase yo desapercibida. Quizás mi sueño de compartir contigo se vea desvanecido y yo tenga que lidiar con tal abandono, tal tristeza generada en mi interior.

Un don que nace dentro, todo el Amor por sacar, por explotar, tanta luz por brillar… y no dejo que salga. Ahí está dentro, atascada.

Y ese es mi mayor secreto, lo que me hace misteriosa, oscura y oculta entre la llama de la eternidad. Eso me mantiene alejada y cautiva, ese deseo inexplicable de dejar brotar mi propio manantial.

Porque yo soy la fuente que nunca cesa, cada día la veo llena en mi interior. Cada día abro mis ojos hacia dentro y la observo. Cada día la bendigo y la adoro.

Esa fuente que nace de dentro, de mi conexión con la totalidad, de la no dualidad, del origen de todo lo que aquí acontece.

Sin embargo no lo muestro, para mí me lo quedo. ¿Qué pasará si sale ahí fuera? ¿Qué provocará revelar tal secreto? ¿Y qué me hace pensar a mí que este Amor que late dentro puede ser el detonante de mucho sufrimiento?

Creo que sacar lo que llevo dentro puede generar desesperanza y resentimiento. Creo que ser quién soy me llevará a lugares a los que no quiero. Creo que ese torrente de energía que vive en mis entrañas puede catapultarme a la más lejana de las estrellas y dejarme allí, latiendo vibrante, emitiendo desconocidos sonidos.

Así que vivo en una jaula. La llevo puesta encima. También me aseguré de tapar bien mi boca y que los barrotes fueran acompañados de un grueso cristal que no me permitiera oir bien qué pasa ahí fuera. Todo el mundo me ve pero yo no veo lo que me rodea. Mis ojos están abiertos pero miran hacia abajo no queriendo saber qué ocurre fuera de la jaula.

Así que cuando llega la noche y aquellos que me miran cierran sus ojos y se ponen a dormir, abro una zona de la jaula que se encuentra en la zona inferior y que nadie ha visto. Me deslizo a través de un túnel que yo misma construí y, por fin, salgo ahí fuera a volar. Dejo sentir en mi cuerpo el calor de las estrellas, los murciélagos bailan contentos por la caída del sol y yo vuelo hacia mis adentros donde todo se encuentra, hablando tendidamente con la luna y contando el tiempo para asegurarme estar de vuelta en mi jaula antes de que me alcancen los primeros rayos del sol.

Durante el día, todos despiertan, yo agacho mi cabeza dentro de mi jaula y me mantengo alerta para no saber nada de lo que ocurre ahí fuera. Solo espero que llegue la noche para poder salir de nuevo a volar.

TRASCENDER

Hoy me gustaria dar Gracias a la Vida por TODO lo que me da. Me gustaria quererte con locura. Dar besos y mas besos sin parar. Me gustaria oler tu piel, sentirla con mis labios. Disfrutaria acariciandote el pelo, tocando suavemente tu frente. Hoy me encantaria tenerte cerca, a mi lado. Hoy te pediria que me acariciaras y me tocaras, que me guiaras, que me besaras.

Hoy es uno de esos dias en los que me gustaria verte la cara, sentir tu presencia junto a la mia. Hoy quiero respirarte, saborearte, escucharte con el corazon. Bailar al son de tu bella y eterna cancion. Entregarme. Abrir las piernas a lo desconocido. Recibirte sin tapujos, sin dudas, sin interferencias. Recibirte, abrirme a ti.

Mi cuerpo se siente entero, unido, preparado. Mi voz quiere alzarse alto. Y mis manos solo van hacia una unica direccion. Mi estomago por fin responde. Mis ojos vuelven a ver.

Que contarme nuevo a mi misma? Los pajaros vuelven a cantar y yo puedo escucharlos, el ruido de los coches y los tractores son parte de la melodia, se confunden con las campanas y las conversaciones de la gente.

Y, mientras tanto, yo sigo aqui sentada. A veces enamorada, otras veces, como sabes, asustada.

Y solo yo sere quien enjuicie mis sentimientos. Y solo yo sere quien ponga en duda la veracidad de los placeres que estoy recibiendo. Yo sere la que te haga saber que no hay mas que esas campanas que suenan, nada mas que la tinta que mancha el papel o el viento que mueve las hojas.

Yo te hare saber, yo me hare saber que tu experiencia, que mi presencia, son la pareja perfecta. Quizas uniendo experiencia y presencia pueda trascenderte a ti y llegar a ese lugar al que de tu mano me llevas. Y quizas entonces pueda sentir el calor que emana de la Tierra y unirme sin juicios a ella.

ESPIRITUALIDAD

Estoy cansada de luchar. No hace mucho aprendí el valor de la entrega y la rendición. Sin embargo, me encuentro otra vez a pie de guerra, prendiendo fuego a ilusiones que se desvanecen ante mi antes de que pueda atacarlas. Hacha en mano me dirijo a ningún lugar creyendo que yo tengo el mapa, creyéndome la reina y sabia de este terreno que pienso ser solo mío.

Rendición. Total desapego de esta realidad que generamos a través de nuestra mente. Desapego de la mente, desapego del yo. Espiritualidad, ¿qué es eso? ¿y quiénes son aquellos interesados en ella? Iluminación, este concepto comienza a convertirse en comedia irónica cada vez que lo escucho en bocas ajenas.

Miedo, tienes miedo, miedo de morir en vida. Por eso no estás en contacto con tu ser que es espiritual, por tu apego, por tu dependencia, por tu necesidad de seguridad. Tú, que dices querer ser iluminado, tú que hablas de espiritualidad; obsérvate, estás apegado a un nuevo papel de persona espiritual, a un nuevo rol en tu vida, a una definición de tu personalidad que ahora te gusta más.

Dejar el agua pasar. Eso es, deja el agua correr a través de ti. Por fin entiendo lo que es el desapego. No identificarse con nada, no asociarse a nadie, solo ser. Es complicado, es arriesgado, es la única vía hacia la verdadera compasión. Sólo cuando no queremos acapararlo todo, solo cuando no queremos ser los dueños y señores de nuestros logros y nuestros objetos, solo cuando entendemos quienes somos por encima de nuestras etiquetas, nuestro curriculum, nuestro papel en la sociedad y nuestro pasado; solo entonces estamos liberados de los apegos.

Pero sí, eso es muy complicado. Uno se siente muy bien apegándose a un personaje, nos da muchísima seguridad y, además, los demás nos aceptan y nos dan más de ese amor superficial que tanto anhelamos. Sí, los demás, al vernos ser como siempre somos, al vernos desempeñar nuestro personaje nos apoyan más porque se encuentran seguros, saben delante de quien están. ¿Me explico? ¿Me entiendes? Nosotros queremos estar seguros de quienes somos y los demás también quieren relacionarse con alguien que ellos saben quien es. Si no, nos morimos de miedo; porque si yo no soy “la hija”, “el trabajador X”, “la madre”, “la que siempre ayuda”, «la que tuvo esa historia», «el que «es que es así»», “la pareja de”; entonces ¿quién soy? Yo, por ejemplo, hace año y medio tenía a mi personaje en la vida bien atado. Laboralmente, por fin, ya tenía ese puesto que me gustaba y ese reconocimiento por el que había luchado tanto. Podía mirar mi curriculum y hablarle a quien fuera con propiedad y pasión sobre aquello a lo que me dedicaba. Parte de mi personalidad se encontraba fuertemente asegurada. Además, tenía una pareja que me quería y me sentía muy identificada en mi papel de hija pequeña contando con el apoyo y protección de unos padres orgullosos por lo encaminada que iba. Trabajadora eficiente, novia, la hija pequeña y protegida, la que nunca grita, la pacífica, la que sonríe,… Todo estaba bajo control, ¿por qué iba a querer salir yo de ese lugar tan seguro?

Sinceramente, no fui yo quien decidió salir de ahí. Algo pasó, algo ocurrió. Lo que sí sé es que siempre, desde muy pequeña, supe que había un hueco vacío dentro de mí. Yo era feliz, muy feliz, y muy agradecida por ello. Pero también sabía que algo no funcionaba.

Recuerdo hace menos de dos años cuando la psicóloga me dijo: “Sandra, tu autoestima está basada en tres pilares: tu trabajo, tu peso y lo que los demás opinan de ti. El amor hacia ti misma no nace verdaderamente de ti, está basado en cosas externas. Cuando dejes de trabajar, te vas a dar un gran batacazo”

¿Quién sabe? Quizás fue eso, aquel fue el primer paso en mi vida que di siguiendo a mi corazón y no a las exigencias de mi cabeza. Me dejé el trabajo porque me había enamorado y volví a mi ciudad de origen. Y sí, la vuelta sin tener una rutina y un trabajo fue dura, parte de mi valorado personaje se había perdido en el viaje de tren Madrid-Elche.

Fuera por lo que fuere, unos meses más tarde pasó, ocurrió algo. Algo externo, ajeno a mi, no decidido ni planeado sucedió. Y yo abrí los ojos.

Me desapegué de todo, viajé, exploré. Y, ahora, en mi intento por volver a “la normalidad” estoy aterrada porque vuelvo a apegarme. Antiguos roles, caducados papeles, objetos y algún que otro objetivo (aunque no los quiera poner)… La dependencia ha vuelto, la necesidad externa, el apego total… todo ello está aquí de nuevo y sé que ha llegado para enseñarme algo.

Y yo me pregunto, ¿seré capaz de relacionarme con mi personaje con total desapego? ¿o debo abandonar mi personaje y arriesgarlo todo? ¿conseguiré mantener un estado de paz y confianza mientras el presente construye sin mí el futuro?

La espiritualidad no se elige, la espiritualidad llega. La espiritualidad no está ahí fuera, está dentro de ti. La espiritualidad no es ponerse un traje específico, hacer posturas, ponerse normas, marcarse límites y muchísimo menos ver que hay cosas que “están bien” y cosas que “están mal”. Y esto último es lo que más me llama la atención de lo que dicen ser espiritualidad. ¿Cómo es posible que sabiéndose desde el punto de vista espiritual que TODO ES UNO, sabiéndose que la dualidad es una ilusión… como es posible que se diga que hay cosas que están bien y cosas que están mal? ¿Cómo es posible que líderes espirituales pongan normas, prohiban experiencias o digan que hay que mantenerse alejado de ciertas cosas? Quien dice eso sigue completamente embrujado por la ilusión de la dualidad y completamente confundido al no ver que el bien y el mal son mensajes con un mismo remite.

Este post ha acabado siendo un popurrí de información. Supongo que tenía tantas ganas de mencionar cualquier cosa acerca de este tema que las ideas han salido disparadas.

Para concluir, destacaré los mensajes que he pretendido comunicar en este texto:

–  Si dices ser un ser espiritual, entonces, es porque te has desapegado de tu personaje. Eso no quiere decir que tengas que romper con todo; eso quiere decir que puedes seguir viviendo tu vida tal cual eres pero entendiendo que tú eres muchísimo más que eso. Eres más que tu profesión, eres más que lo que los demás opinan de ti, eres más que lo guapo o feo que te ves hoy, eres más que madre/padre/hijo…, eres más que tus pensamientos, que tus logros y tus fracasos… Y si te cuesta verlo, que es lo más normal por lo que nos han enseñado, solo tienes que pasar unos cuantos días en la naturaleza, en silencio, en soledad; reencontrándote contigo mismo. Dejando que tu mente se limpie y tu corazón se relaje.

–   La iluminación no es algo inalcanzable.  Pero, primero y ante todo, ¿estás seguro que quieres ser un iluminado? Dicen que ser un iluminado es morir en vida; ese personaje tuyo al que tanto te estás agarrando se muere y TÚ vuelves a nacer. Todo es nuevo, las reglas del pasado ya no existen, la gente que hay a tu alrededor se hace nueva para ti… ¿realmente lo quieres?

–  El miedo siempre vuelve y con él el apego a las cosas y a los papeles. Y tendemos a luchar, a luchar por combatir los miedos, a intentar solucionar nuestros problemas a más no poder. Queremos controlar nuestros miedos, controlarnos a nosotros, que no se apoderen de nuestro ser. La clave, por mucho que cueste y poco estemos acostumbrados, es RENDIRSE. Abrazar los miedos, observar y dejar que ellos nos guíen. Con paciencia, con humildad, con mucha confianza en el presente.

Y ya, por último, UN MILLÓN DE GRACIAS por haber leído lo que este corazón necesitaba poner en palabras.

OJO

Cuando el niño era niño…

“Cuando el niño era niño, era el momento de hacerse esta pregunta:

¿Por qué yo soy yo y no soy tú?

¿Por qué estoy aquí y no estoy allí?

¿Cuándo empieza el tiempo y dónde termina el espacio?

¿No es la vida bajo el sol un mero sueño?

¿No es lo que yo veo, oigo y huelo nada más que el reflejo de un mundo delante de otro mundo?

¿Existe realmente el mal y gente que de verdad es mala?

¿Cómo puede ser que yo que soy yo antes de serlo no lo fuera y que algún día yo, que soy yo, deje de ser lo que soy?”

“Quisiera dejar de vagar suspendido en el aire, sentir mi propio peso, poner límite a mi infinidad y atarme a la Tierra. Quisiera decir en cada uno de mis pasos, en cada ráfaga de viento, ahora y ahora y ahora, y no decir para siempre, hasta la eternidad”.