La casa que construyo

Hace ya varios meses que acudo a diario a un orfanato cerca de donde vivo aquí en India. Esta tarde traía conmigo libros infantiles por si algunos niños querían que leyéramos cuentos.

Estando sentada en el patio de recreo, Vishal se ha recostado junto a mí y, como de costumbre, ha cogido un libro del montón y me dicho: “Por favor, ¿puedes leer?” Durante la maratón de 2 horas que hemos acabado haciendo leyendo un libro detrás de otro, ha caído entre mis manos el famoso cuento de Los Tres Cerditos.

Una vez más, volvía a repetirse la historia. Mamá cerdita dice a sus tres hijos que ya son mayores y es hora que construyan una vida para ellos. Los tres se alejan de casa y azarosos comienzan a construir sus nuevas casas. El primer cerdito decide hacer su casa de paja pues ésta resulta muy fácil para la construcción. El segundo, decide construirla de madera ya que, aunque algo más costosa que la paja en tiempo y esfuerzo, no le llevará más que un par de días construirla. El tercer cerdito, sabiendo que sus hermanos ya gozaban de un lugar en el que vivir, seguía construyendo ladrillo a ladrillo la base de su casa mientras le decía a sus amigos animales: Yo quiero construir una casa fuerte y estable en la que poder disfrutar toda mi vida. Aunque me lleve algo más de tiempo y esfuerzo, confío en construir un hogar seguro en el que encontrarme feliz a salvo del lobo”. Sus amigos animales ayudaron y apoyaron al tercer cerdito y pronto celebraron la inauguración de aquella sólida casa de ladrillos.

Justo en ese momento y antes de que el lobo soplara y derrumbara la casa de paja y la casa de madera. Y justo antes de que los hermanos cerditos fueran corriendo a salvarse a la casa del hermano tercero, paré la historia de sopetón. Miré a Vishal, respiré, sonreí y le dije: “¡Claro! Si es que esto es exactamente lo que yo pienso. Yo no quiero vivir toda mi vida en una casa de paja construida con prisas. Yo quiero una casa de ladrillo, fuerte y estable. Yo quiero una felicidad fuerte y con base, no quiero una felicidad de paja que se vuele al mínimo soplido”.

Y es que, como más tarde le explicaba, cuando miro a mi alrededor en occidente veo muchas casas de paja. La gente de mi edad, veinteañeros y treintañeros, están construyéndose su propia “casa”,  forjando su futuro lejos del cobijo de mamá. Algunos han acabado los estudios y trabajan en un puesto relativamente estable, otros incluso tienen su propia casa o incluso han formado ya nuevos nidos familiares. Sin embargo, veo que para muchos de ellos, lo que han construido tiene la calidad de la paja. Se construyó con prisas, o mejor dicho, sin verdadera atención y a la mínima ráfaga de viento, todo sale volando y ellos quedan sin cobijo, desorientados.

Y así de claro es para mí, yo quiero ser el tercer cerdito. Yo quiero mi casa de ladrillos. No construiré un hogar de paja o de madera del que tener que salir corriendo en busca de auxilio cada vez que haya una mínima ventolera. Me llevará tiempo y esfuerzo y tendré que dormir bajo el cobijo del cielo pero eso es lo que quiero, construir con cariño y con esmero mi propia casa de ladrillos.

Así que hoy doy gracias a los animales amiguitos que confían en mí mientras pongo los cimientos de mi casa. También a aquellos que me mandáis tanto amor desde la cercanía física o desde la distancia. No sería posible para mí estar llegando a estas zonas de claridad sino fuera gracias a vuestro apoyo. Y a aquellos que os habéis mostrado escépticos o temerosos ante mis decisiones, espero que acudáis también a la inauguración de mi casa puesto que me habéis ayudado a cuestionarme y a fortalecerme como individuo.

Y en cuanto a ti, echa un vistazo a la solidez de tu casa y si crees que es necesaria una reforma o una mudanza, comienza a plantearte qué cosas le darán a tu vida la solidez del ladrillo. Quizás comenzar a hacer algo más de ejercicio con el que verdaderamente disfrutes (yoga, baile…), quizás alimentarte mejor para que tu mente se encuentre despejada, quizás explorar tu lado creativo (¿qué te gustaba hacer de niño?), quizás pasar un rato solo y en silencio en la naturaleza (¡qué relajación!)… No es importante lo deprisa que vayas sino que cada ladrillo que pongas, lo pongas con amor, cariño y atención.

Y recuerda….

CADA LADRILLO CUENTA

LOSTRESCERDITOS

«Cerdito, cerdito, ¡déjame entrar!»- dijo el lobo. / «No, no, no. ¡No por los pelos de mi barba!»- respondió el cerdito. / El lobo sopló y sopló. Sopló y sopló. Pero la casa era fuerte y no pudo tirarla abajo.