No debo irme muy lejos en mis experiencias para darme cuenta que estoy haciendo lo que quiero. Justo ahora, mientras estoy escribiendo, dos grandes hormigas pasean por la pantalla del ordenador. La naturaleza es muy importante para mí, la Tierra lo es. Nadie me ha hablado de lo importante que es estar conectado con la naturaleza ni he nacido en un ambiente que haya propiciado eso. Sin embargo, sé lo necesario que es para mi bienestar el estar rodeada de árboles, respirar aire puro, entrar en contacto directo con el suelo en su estado natural…
El suelo asfaltado, las estudiadas autopistas, los edificios de hormigón que se elevan alto sobre el suelo, las calles cuadriculadas, las tiendas homogeneizadas,… Las ciudades en sí, simplemente, me ponen triste.
Las sillas y las mesas separadas del suelo, el mobiliario de las casas manteniendo unas formas tan puntiagudas y perfectas; la pulcritud general, el aislamiento con el vecino… Las casas en sí, simplemente, me ponen triste.
La gente saludándose por la calle manteniendo las distancias, los padres que procuran educar a sus bebés con rectitud, no ver ni una sola mancha en la ropa de los niños, la represión de la espontaneidad, el apremio a lo racional, el olvido de lo que nos hace sentir más vivos, la soledad del individuo que cree que hay algo raro en él porque nadie comparte lo que vive en el interior de cada uno, la brecha entre la realidad y lo que queremos aparentar… La sociedad en sí, simplemente, me pone triste.
Y de alguna manera, por muy triste que me parezca que el mundo se esté autodestruyendo, yo sé que algo bien debo estar haciendo pues el aire es fresco a mi alrededor, estoy sentada sobre pura piedra arenosa, escucho los grillos, siento la humedad marina y estoy conviviendo en una comunidad amorosa en la que cada día y cada noche tengo la oportunidad de sentir cerca a todas estas personas y compartir con ellas el amor natural que nace de todos nosotros. Y digo que algo bien debo de estar haciendo porque lo que estoy haciendo es exactamente lo que quiero. Y el lugar en el que estoy es el lugar que me hace sentir viva y feliz. Sí, estoy decidiendo.
Y darme cuenta de que estoy haciendo lo que quiero unido al respeto que siento hacia las otras personas que también deciden hacer lo que quieren, es lo que me da fuerza cada día. Porque me he dado cuenta que todos hacemos lo que queremos. De manera consciente o inconsciente, lo que optamos por hacer es exactamente aquello que queremos hacer. Y si optamos por ser infelices es porque estamos sacando un beneficio de ello que nos procura cierta seguridad o comodidad disfrazada de felicidad.
Simplemente, porque somos diferentes, cada uno opta por hacer de su vida lo que quiere. Así que no perdamos el tiempo quejándonos pues somos nosotros mismos los que decidimos por nosotros.
Sí, vengo a decir que somos poderosos. Que eres poderoso y eliges a cada instante. Eliges por ti y para ti. Y estés haciendo lo que estés haciendo es, por alguna razón conocida o no, lo que verdaderamente quieres hacer. Así que mira a tu alrededor, mira lo que has elegido tú y pregúntate por qué has optado por crear esta realidad para ti, cuáles han sido tus motivaciones, cuáles han sido tus miedos y qué beneficios estás sacando de la situación actual que has creado para ti. Da luz a tu situación actual y mírala por lo que es puesto que tú la has elegido. Todos elegimos la vida que vivimos. Y es nuestra responsabilidad elegir nuestro propio bienestar.