SUFICIENTE

Quizás todos sois diferentes a mí. Quizás somos todos iguales aunque disimulamos no serlo. Quizás todos lloráis por vuestro corazón roto, quizás vuestra mirada no alcanza a ver a las personas que tenéis delante, quizás estéis paralizados por el miedo, quizás no queráis asumir una vida llena de insignificancia. Quizás vuestra vida esté llena de un sentido personal para vosotros, quizás sea mi vida la que está completamente desvinculada de su propósito. Quizás me hago daño para demostrarme que sigo viva. Quizás pretendes llenar un hueco, quizás yo tenga un vacío inabarcable. Quizás busques donde no haya nada. Quizás te decepciones en un solo despertar. Quizás la noche no disimule todas mis sombras. Y quizás la luna no me baste para confiar en los ciclos de la vida y el vaivén de las circunstancias.

Quizás necesite algo más. Quizás no baste con llorar. Quizás no baste con pensar. Quizás mis brazos llevan mucho tiempo separados de los tuyos. Quizás es momento de acogerte en mis adentros, de fundirme con tu esencia, de recordar aquello a lo que pertenezco, de hacerme tierra, deshacerme como agua y alquimizarme como fuego.

Quizás es hora de reivindicar mi belleza, de abrir los ojos para desengañar vuestras convicciones, de dar la espalda al juicio y al rechazo, de hacer caso omiso a quien no sabe y apagar las colillas de la ignorancia.

Quizás ya no siento lástima de los corazones abarrotados, quizás ya no quiera desmantelar a quienes llevan máscaras, quizás sea hora de despreocuparme por los humanos apenados, hundidos, afectados. Quizás sea cuestión de enraizarme en mi vida, en mis valores, en mi historia y en mis hechos. Quizás ya no me valgan tus percepciones externas. Quizás no quiera más de tu vomitera verbal. Quizás haya tenido suficiente.

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HÉROES

¿Quién dijo que en la posición de triunfar uno tiene que estar solo? Parece que uno tema llegar muy alto porque, una vez alcanzada la cima, se desvanecería cualquier meta que querer alcanzar, cualquier motivación. Y, llegado ese momento en el que uno lo ha alcanzado todo, entonces, ¿qué le movería?

Ojeando con mis sobrinos la revista de las Tortugas Ninja aprendí algo y es que, como decía una de las tortugas, los héroes también tienen héroes. Así, resulta que las Tortugas Ninja, completamente admiradas por cientos de niños de corta edad, tienen a otros héroes de ficción que les inspiran y a los que poder admirar.

Y me doy cuenta que esto es así, que uno quiere subir lo más alto posible en la escalera pero que, cuando llega al peldaño más alto, uno se da cuenta que hay una puerta esperándole para llevarle a otro lugar. En ese otro lugar, las metas se transforman y, entonces, puede que en lugar de querer llegar alto quieras llegar lo más lejos de manera horizontal. Y, una vez llegado a lo más lejos de manera horizontal, puede que entonces quisieras llegar a lo más hondo imaginable dentro de ti mismo… Y, de ahí, continuaríamos infinitamente.

Alcanzar metas siempre será una motivación para tener más experiencias, para activar nuestras ganas de probar cosas nuevas, para explorar. Y, alcanzar metas, por muy altas que sean, por muy lejanas que parezcan, por muy inaccesibles que se nos hagan en el fondo de nuestro corazón, será siempre un leitmotiv.

Por eso, porque la vida es una gymkana que no tiene final, porque siempre tendremos a gente por delante y por detrás, más vale disfrutar jugando. Sin miedo a ganar, sin miedo a perder, pasar las pruebas solo por el placer de haber estado en cada una de ellas.

Los héroes también tienen héroes; no importa al nivel heroico que quieras llegar, siempre tendrás a otro héroe inspirándote unos pasos más allá. Para que camines, para que le sigas, para que confíes que se pueden dar ESOS PASOS MÁS ALLÁ.

No dejemos de inspirar a los demás, somos todos fuente de luz para todos.

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OTROS REINOS

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Hubo una vez un Reino en el que vivían todas las palabras no dichas, los abrazos no dados y las caricias no entregadas. Un reino en el que tú viajabas a lugares que nunca habías visitado y tomabas la dirección contraria a la que un día elegiste. En ese reino habían bebés de parejas que podrían haberse unido, árboles que podían haber sido plantados y flores vivas que un día murieron porque no se regaron.

El reino contemplaba todas tus posibilidades, todas las vidas que podrías haber llevado, todos los caminos que podrías haber transitado.

Tu abuela vivía otra vida que había soñado; tu madre, todavía pequeña, chapoteaba con sus pies los charcos de una lluvia que aún no había llegado. Y tú, tú te alzabas firme sobre tus pies en el medio de un amplio prado. Respirabas hondo, girando lentamente sobre ti misma, contemplando todas las direcciones que se presentaban a cada costado. Y, ahí, expandiendo tus brazos como si se trataran de agújas de una brújula que pretende conocer su camino ideal no tomado, decidiste girar más rápido.

Poco a poco, mientras ibas girando, ibas integrando: el camino A que podría haber tomado, el camino B que dejé de lado, el camino C que descarté por un amado, el camino D que pospuse por un parto, el camino E que no tomé por otra alegría que me habían dado, el camino F que me dio miedo transitarlo… Y así, girando cada vez más rápido, sintiendo cada dirección en tu cuerpo, caíste extasiada en tu propio centro. Y quedaste solo tú, respirando.

Desapareciste, desapareciste como lo hacen las ilusiones. Desapareciste como lo hacen los pensamientos y las ideas que solo viven en la cabeza.

Y fue entonces cuando, finalmente, te entregaste a vivir entendiendo que no hay mejor camino que el que un día fue tomado y que no hay nada que le falte al presente en el que ahora te has situado.

Agradeciendo tu vida, tu cuerpo y tu lugar, te levantaste de aquel suelo en el que creías haber caído. Y ya no había nada a tu lado. Ya no habían opciones, no habían caminos, ni decisiones que tomar…

Viendo que todo a tu alrededor había desaparecido y que no había ningún lugar al que tener que visitar, decidiste cerrar tus ojos, poner las manos en tu corazón y comenzar a CAMINAR.

MARCHAR

Pienso en la muerte a menudo o, quizás, sea la muerte la que piensa a menudo a través de mí. Me parece inevitable que el hecho de sentir vida y luz solar durante el día, no te revoque el hecho de que la luna aparecerá en unas horas y todo aquello que permanece vivo, acabe introduciéndose en un aletargado sueño.

El otro día veía gente pasear por la ladera del río, también algunos cruzaban por encima de un puente e imaginé otras tantas personas que caminaban en ese justo momento sobre la faz de la Tierra. Todos moriremos en menos de unos 100 años. Nadie de los que estamos aquí, estará. Y, sin embargo, nos lo tomamos todo tan a pecho.

Supongo que necesitamos impulsos para vivir y es por eso por lo que nos afiliamos a un partido político, decidimos proclamar a toda voz nuestros gustos y opiniones, queremos creer en algo que esté palpitante y lleno de vida… Quizás necesitamos apoyar nuestro caduco cuerpo sobre ideas que creemos eternas o ideales que hacen que lo que es perecedero se olvide de su condición y entre en un estado etéreo en el que no hay ni un comienzo ni un fin.

Sin embargo, no deja de asombrarme la facilidad que tiene el ser humano para apegarse a un concepto. Por concepto me refiero a una opinión, un gusto, una idea, un hecho, un algo que de momento parece llenarle de vida y significado. Me pregunto hasta qué punto estamos hechos principalmente por todo eso: por ideas.

De cualquier manera, veo que no llego a alcanzar esa comprensión sobre el funcionamiento de nuestro corazón y aquellas cosas por las que se siente atraído.

Diría que hay algo Universal, y es eso que nos guía desde lo más profundo de la existencia de cada uno. No sabría cómo describirlo, pero si pudiera elegir, diría que es como una llama de fuego lo más enana que uno pudiera imaginar pero potente sin conocer medida. Diría que se encuentra en lo más profundo del corazón de cada uno y que es Una e igual para todos nosotros. Creo que es “eso” lo que llena a la vida de lo que ésta es, al contrario de ideas mentales o burdas pasiones a las que a veces nos apegamos.

Esa llama es la que verdaderamente nos empuja, desde el corazón, a hacer las cosas que hacemos. Y es a través de nuestros ojos físicos, si la mente no se encuentra muy contaminada, que podemos retroalimentar a la llama que habita en nuestro interior proporcionándole información sobre las agitadas, explosivas, inertes o vitales experiencias que se tienen cada día.

Sí, puede que sea eso lo que verdaderamente me motiva a calmar mi mente y recibir la vida por como es. Debe ser eso, el querer devolverle al Universo el regalo que me ha dado a través de proporcionarle una visión clara y sin juicio de todas las cosas que en esta increíble vida suceden todos los días.

Esto no quita que, a la vez de sentirme conectada con la existencia en el más puro sentido trascendental, no intente por todos los medios negar esta tendencia que tiene mi alma de fijarse en lo más profundo.

No yendóme muy lejos, tan solo al día de ayer, comentaré la felicidad casi cómica que me produjo el hecho de arreglarme e ir a una boda. Y digo cómica, no porque no hubiera felicidad real de encontrarme rodeada por personas maravillosas que me acompañan con amor en el camino sino por el siguiente motivo por el que mi alma dio aplausos por unos momentos:

“¡Por fín!”- pensé- “soy una persona normal”.

Fue el simple hecho de comprarme un vestido, maquillarme, depilarme, juntarme con mis amigos, beberme una copa de vino y bailar lo que llevó a mi persona a relajarse por un momento en la idea de que todo estaba bien y Sandra- yo- había vuelto al lugar que le correspondía- esta civilización, esta sociedad.

Y no, la verdad que no, hoy veo que sigo siendo la misma que era antes de ayer. Sigo siendo tan rara como era. El éxtasis de la idea de pertenencia que tuve durante la boda ha durado poco tiempo.

Pertenencia, grupo, comunidad…

Estos dos últimos años mi mente se ha hecho un lío creyendo que para alzanzar la verdadera plenitud, uno debe aislarse hasta encontrar todos los frutos por sí mismo. ¡Cuánto mal han hecho esos libros de espiritualidad que nos dicen que la felicidad se encuentra en uno mismo sin reflejar, con igual intensidad, la importancia que tiene para el ser humano la pertencencia a una comunidad!

Sí, digamos que sigo sin haber encontrado la manada. Quizás no habrá un lugar en el que se acoja mi ambivalente trascendentalidad. Lo que sí sé es que no me hago favores cuando oprimo brotes creativos. No me ayudo cuando me pido dejar de seguir aquello que a mí me hace feliz. No acierto si pretendo encajar a fuerza y a presión en un mundo que creo que baila en un ritmo contrario al que a mí me hace sentir viva.

Creo que debo respetar la autodestrucción que muchas personas han aceptado como su forma de vida. Creo que debo amar mediante el no-juicio a aquellos que no quieren salir de sus casas. Creo que debo comprender que los entresijos del alma no me competen cuando no se corresponden con el alma mía.

Creo que no me queda otra que andar, a mi paso y hacia delante. Y dejaros marchar, a todos aquellos que, por algún motivo, hayáis decidido caer de picado en el vacío.

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Pintura de Andrew Wyeth; Christina´s World

Sobre caminos y elefantes

En un intento por estar presente en el lugar en el que ahora me encuentro, he decidido abrir el ordenador y ponerme a escribir. No te miento si te digo que mi cuerpo está sentado sobre una de las banquetas de este restaurante típico hindú que se encuentra a pie de calle. Y no te miento si te digo que mi estómago se encuentra feliz por la comida casera recibida. También te seguiré diciendo la verdad si te cuento que mis oídos reciben la música tranquila que llega de la tienda de al lado. Y también es cierto que mi corazón late con fuerza, potente, reclamando mi atención.

Llevo un anillo nuevo. Lo he comprado en la tienda del señor que en alguna ocasión me ha leído la mano. Ese hombre se ha convertido para mí en un ancla aquí en Rishikesh y en una fuente de confianza y tranquilidad cada vez que le pienso. Él es de esas personas que conoces que irradian bondad y amabilidad. Así que, tras tantos de sus valiosos favores, he decidido comprarle algo y llevarlo a España conmigo.

El anillo es muy fino y tiene unas piedrecitas que me ha dicho que se llaman Garmet. Lo miro y me recuerda lo sutil e imperceptible que puede ser todo. Incluso lo más grande puede a veces pasarnos desapercibido. Podemos tener un elefante delante y no llegar a verlo.

Así que, a pocas horas de partir hacia Occidente, noto como hay un elefante enfrente de mí. Es muy grande y de momento le tengo miedo. Y ya sabemos que solo le tenemos miedo a lo que desconocemos. Por tanto, no tengo mayor interés que ponerme a conocer a este elefante poco a poco.

¿Quién eres?– le pregunto. El elefante a penas se mueve, es tan grande que solo le llego a la altura de sus pies que se encuentran levemente hundidos en un poco de fango. No quiero mirar hacia arriba pues no sé qué es lo que me voy a encontrar. Así que, de momento, estudio sus pies, sus pezuñas, la textura rugosa de su piel ahí abajo y, poco a poco, voy tocándolo aventurándome con mis manos a alcanzar aquello que debe haber más arriba. Ya casi le estoy tocando la zona central. No es tan misterioso como pensaba, me asusta un poco menos pues siento que su piel es suave y él sigue respirando tranquilamente de un modo que se hace placentero para mí. Su barriga se mueve y noto que tiene mucho peso en su interior. Finalmente, sin mirarle directamente, pongo mis manos cerca de sus orejas.

¿Quién eres?– le digo ahora al oído. No responde y decido subirme a él. La vida desde aquí se ve mucho más bonita. Consigo ver como este Sol del atardecer lo ilumina todo y la escena cobra un sentido casi mágico. No conozco todavía la cara del animal que me lleva en sus lomos pero éste se ha puesto a andar.

Decido no preguntarle más cosas y miro hacia atrás no queriéndome dejar nada sin observar de este bello paisaje. El pasado que veo detrás es tan bello como lo que tengo delante y se confunde con lo que se encuentra justo a mi lado, a mi altura y a mi nivel. Es como una imagen global y enternecedora que se hace igual mire hacia donde mire. Todo es bonito visto desde aquí. Yo y mi amigo el elefante. Ambos seguimos en camino. Yo ya me encuentro en silencio. Y él sigue tranquilo, caminando.

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