ESTÍMULOS

Lo encontré”- me dije. “¡Esto es!”- pensé. Sí, me convencía a mí misma de que aquello era exactamente lo que andaba buscando.

¿Estás segura?”- me respondías. “¿Qué necesidad tienes de corroborarte a ti misma que has encontrado aquello que creías estar buscando?”.

No lo sé” – te respondí. “Quizás sea esta avalancha de cambios que le hacen a una buscar desesperadamente algo estable y fructuoso”.

“Algo estable y fructuoso…”– repetiste mientras fruncías un poco el ceño como intentando entender a qué me estaba refiriendo. “¿Te refieres a que quieres encontrar algo calmado, pausado a la vez que rítmico, repetitivo, cíclico y predecible?”.

“Sí, ¡exactamente! Y, además, quiero que, dentro de su calmada y estable continuidad, dé frutos y sea algo beneficioso”.

“Voy entendiendo…”.

“Quiero observarlo, cuidarlo, quererlo tanto como amarlo… sustentarlo con mi confianza, atesorarlo…”- mi corazón se iba abriendo mientras mencionaba estas palabras.

“Lo que quieres es llorar. Lo que quieres es gritar. Lo que quieres es bañarte en un mar de lágrimas y, de alguna manera, salir de ahí liberada”.

“Puede ser…”- respondí.

“Sí, lo que quieres es expresarte, comunicarte, sentir lo que llevas dentro. Lo que necesitas es relajarte, dejarte vivir entre las dudas que te atormentan. Dejarte ser exactamente cómo eres… Ya te lo he dicho más de una vez, no saber nada acerca de la nada es humano y natural”.

“¿Y por qué me empeño en entender cada posible misterio?”– pregunté.

“Eres avispada, astuta, una persona llena de vida y ansiedad”. 

“¿Qué es la ansiedad?”.

“La ansiedad es aquello que uno siente cuando busca desesperadamente algo”.

“¿Te refieres a esa sensación que uno tiene cuando cree que hay algo escondido en algún lugar y cree que tiene que encontrarlo, poseerlo, exprimirlo y atraparlo?”.

“¡Exacto! La ansiedad es aquella sensación que sienten las personas que creen que les falta algo. Es cómo si  fueras un conejo al que le esconden constantemente una zanahoria. Siempre alerta buscando un tesoro que, potencialmente, un día vas a encontrar”.

“No sé… Me dejas pensativa…”.

Se hizo un silencio.

“El conejo quiere la zanahoria”- repliqué retomando la conversación.

“Si…” 

“Es natural” – continué.

“¿Por qué?”

“Bueno… la zanahoria es de color naranja, apetecible, …”

Empecé a sentir furia dentro de mí.

“¡El conejo ha sido programado para buscar zanahorias!”– dije algo cabreada.

“Eso no es verdad”- recibí como respuesta. “El conejo está tan alterado que necesita ir en busca de la zanahoria… Y lo que tienes que pensar es qué ha podido ocurrir para que el conejo no pueda dejar de intentar cazar estímulos externos; qué le habrá pasado al conejo para que su lugar actual siempre le empuje y le expulse hacia otro lugar nuevo”.

 

“Inconformismo”– se oyó de una voz que venía de ningún sitio.

 

“Desesperanza”- se escuchó otra voz.

 

“              V  A  C  Í  O            ”

                                            respondí yo

Océanos

Si las lágrimas llegaran a formar tal océano que nuestros cuerpos nunca llegaran a encontrarse, buscaría la forma de expresarte que no son tus besos los que me animan a buscarte, ni siquiera tu imponente verborrea que a veces hace desesperar a cada una de mis células. No son tus ojos, ni la discontinuidad de tu mirada; no es el tacto de tus manos, ni ese estómago sobre el que rodeo mis propios brazos.

SOY YO. Yo soy el motivo de mi propia búsqueda. Tú eres el reflejo de lo que yo tengo para entregar, tú eres el recipiente sobre el que consigo verter el calor de saberme amada. Tú eres la estructura que da forma a la magia que yo ofrezco. Yo soy el océano en cada gota, tú cada gota en el océano.

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La búsqueda de sentido

Hoy me gustaría hablar, nada más y nada menos, que de aquello que da sentido a nuestra vida.

Como he comentado alguna vez, me encuentro en India, exactamente en Rishikesh, “la capital del yoga” y punto de encuentro de muchos buscadores espirituales. En la temporada de febrero y marzo varios gurús de reconocimiento internacional, llegan a esta ciudad para hablar y compartir sus conocimientos y energía con cientos de seguidores.

Tan solo he acudido un par de veces a las charlas que estas personas dan e, inevitablemente, he salido de ellas diferente de cómo había entrado. Por un lado, la belleza de la gente que allí se encuentra congregada; los cuales cantan, tocan música en directo y están presentes con el corazón y los oídos completamente abiertos. Por otro lado, una persona sentada en un gran sillón hablando con un micrófono a todos aquellos que le miran absortos.

No puedo decir que mi sentimiento sea exactamente igual a aquel que tengo cuando voy a una iglesia y escucho al cura diciéndole a la gente que deben pedir perdón por ser culpables y pecadores… pero ver a gente con poder de influenciar hablándole a gente vulnerable y “en búsqueda” siempre me deja con menos aire para respirar de lo normal. Me acabo preguntando si la persona con el micro conoce hasta dónde puede llegar el impacto de sus palabras y me pregunto si la gente que escucha a dicho maestro es conocedora de las limitaciones de la persona que les está hablando.

Bien, como decía, algo bonito se encuentra dentro de estos grupos de gente que va a escuchar a estos gurús y es la intención que estas personas tienen de llenar sus vidas de sentido. Pero, ¿quién no quiere llenar su vida de sentido?

El otro día, hablando sobre la pirámide de las necesidades de Maslow con una amiga, recordamos que en ella se decía que antes de buscar el amor y el reconocimiento propio, uno busca ese reconocimiento del exterior. Pero, sí, cuando uno ya es aceptado por su círculo social, cuando a uno ya le han dicho lo magnífico que es en su trabajo o le han alagado por la belleza de su cuerpo físico, cuando uno ya tiene más de cientos “me gustas” en el Facebook… ¿Qué es lo que queda?

Después del reconocimiento social, parece que creamos que va a llegar el reconocimiento personal. Pero, ¿no debería ser al contrario?

La búsqueda de reconocimiento social es interminable e insaciable: siempre podemos ascender en nuestro trabajo, mejorar otra parte de nuestro cuerpo o seguir subiendo fotos para obtener más “me gustas” en el Facebook…. Pero, realmente, lo único que estamos haciendo es vender nuestro amor propio a la opinión de los demás y, esto, no parece que vaya a llenar a nuestra vida de sentido ni de verdadero bienestar.

Así que, lamentablemente –y uso este adverbio porque realmente me da pena que sea así por la dificultad del asunto- no nos queda otra que DEJAR DE BUSCAR LA APROBACIÓN FUERA. Hasta que no dejemos de QUERER ENCAJAR en la sociedad y en el grupo de gente que nos rodea y empecemos a observar qué es lo que hay de VERDADERO dentro de nosotros, no se va a poder dar en nosotros un reconocimiento personal pues no sabremos ni qué es aquello que hay que reconocer en nuestro interior.

Cada uno hace lo que quiere con su vida pero yo, desde lo poco que he vivido y sé, puedo compartir que a mi me ha ayudado salir de la caja en la que vivía y ver mi vida desde fuera. Entender que no soy lo que dicen de mi, ni soy esa persona que la sociedad quiere que sea. Entender que ni el lugar en el que he nacido ni las condiciones que me han rodeado desde la infancia,  afectan a quien soy yo por naturaleza y en esencia.

Creo que es sano salir del barullo, del alboroto de la ciudad y la ruidosa rutina, alejarse en busca del silencio, encontrarse con el cuerpo desnudo de uno mismo y simplemente respirar. Te prometo, desde mi realidad, que tú no eres quien eres por lo que te rodea, por la ropa que lleves, por el pasado que tengas, por la familia que te crió… Te prometo que tus límites están mucho más alejados de donde tú crees que los tienes, te prometo que tus intenciones son buenas y que eres capaz de cambiar tu vida y cambiar, por tanto, la vida de los demás. Te prometo muchas cosas pues son ciertas desde mi punto de vista. ¡ Cuánto me gustaría tener estas ideas presentes siempre dentro de mí!

No sé si, finalmente, he acabado hablando del sentido de la vida o no. Pero quizás, sí pueda hacerlo en la conclusión de lo que hoy expongo. Y es que, para mi, la vida tiene sentido si la elijo yo a cada minuto. Si mi vida ha sido elegida por mi, entonces, tiene sentido. Si mi vida me la han diseñado desde fuera y yo lo único que hago es ver cómo comportarme para intentar encajar y destacar, mi vida deja de tener sentido. Si me paso la vida vendida por la opinión de los otros en lugar de escuchar lo que nace dentro de mi, la vida pierde su valor y su sentido.

Ser auténtico y ser uno mismo compartiendo nuestras ideas, nuestra peculiar belleza y nuestro modo natural de comportarnos; eso tiene sentido.

¡Cuán rico sería el planeta si lo llenáramos de gente valiente dispuesta a mostrarse tal y como es! ¡Cuánto sentido cobrarían nuestros días si respetáramos y mostráramos lo que nace de dentro de nosotros! ¡Y cuánta gente se vería beneficiada disfrutando de eso que sólo tú puedes traer a este mundo!

El otro día leí en una postal que me regalaron con la imagen del Dalai Lama que para él, el verdadero sentido de la vida se encuentra en hacer algo útil que ayude a los demás. Tengo esa postal puesta en mi mesilla, no porque comparta su punto de vista sino porque me recuerda que todos y cada uno de nosotros vemos y vivimos la vida de manera diferente. Por eso creo que está en nosotros la responsabilidad de encontrar qué es aquello que nos da sentido y llenar a nuestra vida de ello.

ERES TÚ

«No soy saludo, ni despedida; ni lo blanco ni lo negro soy. No como me defines, ni como me lees, ni aquel del que te hablaron o de quien oíste hablar.

No soy el cielo, no soy la tierra; de nadie a su cadena voy atado, ni siervo de ningún credo soy.

No soy una ilusión, ni copa de vino para tu corazón solitario.

No estoy cautivo, de nadie soy rehén; no soy alguien sin valor, ni me envía maestro alguno.

No soy mendigo de cualquier templo o mezquita o taberna. Ni el infierno ni el paraíso soy, así es mi esencia.

No digo estas palabras hoy, ni hoy las escribo; con pluma de luz lo hice en la aurora de la preeternidad.

Si eres capaz de entender tal sutileza, te lo revelo en secreto y susurrando, para que nadie escuche este secreto precioso del universo:

todo cuanto han dicho y recitado, eres tú; tu eres el alma del mundo, oculto y visible eres tú.

Tú eres aquel a quien toda una vida buscas con sollozos; no sabes que tú mismo eres el núcleo mismo del amor.

Tú eres los misterios ocultos, tú el jardín del Edén. Tú la respuesta a toda filosofía, a todo cómo y porqué.

Juro por ti que te mostraron este misterio, y tú, sin temor, despertaste: más inmenso que los universos, no eres parte alguna ni agua en cuenco de barro.

Tú eres Él, hazte consciente de ti mismo, para que no te quedes junto  a cualquier casa en ruinas y veas el fulgor de tu propia luz.»

Rumi

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Taller de la Felicidad

Hace un par de semanas ofrecí un taller en la ONG que acoge a los inmigrantes en la ciudad de Elche, Elcheacoge. Allí, estuvimos hablando sobre cómo abrazar a la realidad del día a día, dar la bienvenida a todo lo que somos y encontrarnos un poco más en paz con los estados, las emociones y los acontecimientos que van llegando a nuestras vidas.

Tras el taller escribí un pequeño (o largo, según se vea) resumen de todo lo visto. Me da la sensación de que en este texto puede que se traten los temas un poco por encima ya que es solo un resumen y hay puntos que estuvimos desarrollando más a fondo. Sin embargo, quizás pueda serle de utilidad a alguien y por este motivo lo quiero dejar aquí publicado. También, y para ser sincera, me quedo más tranquila sabiendo que ya he publicado todo lo que sé o creo saber : ) y así ya puedo dedicarme a publicar lo que me apetezca o aprenda en cada momento del presente y no publicar aprendizajes que obtuve en el pasado y que, aunque ahora me siguen sirviendo, ya no me divierte tanto escribir sobre ellos.

Dejo, a continuación, expuesto todo lo que vimos en el taller. Todo lo expuesto es lo que me ha servido a mí de guía y de apoyo en este inesperado y desconocido camino que se abre ante nosotros cada mañana:

“Bien, comencemos tal cual lo hicimos en el taller. Te invito a que tú, junto a mí, reflexiones sobre todo aquello que exponga a continuación. Te invito no solo a recibirlo, sino también a cuestionarlo, a desarrollarlo junto a mi, a aplicarlo a tu experiencia.

Desde mi punto de vista, todos andamos locos buscando “la felicidad”. Sabemos lo que es ser felices porque lo hemos experimentado en diferentes etapas de nuestra vida o porque, de repente, hay días que nos levantamos así de la cama; o porque hay veces, que algo positivo nos ocurre y enseguida estamos en ese estado que tanto nos gusta de felicidad.

Ahora bien, no siempre nos encontramos felices, no siempre las cosas salen como nos gustaría… y es aquí donde está la clave. ¿Por qué siempre tenemos que estar felices? ¿Por qué tiene que salir todo de la forma que creemos que sería la correcta? Tenemos que entender que vivimos en un mundo de opuestos, en un mundo donde hay cielo y tierra, donde hay frío y calor, luz y oscuridad, estados de ánimo altos y estados de ánimo bajos y donde hay cosas que salen como nos gustaría y cosas que no. Los problemas de depresión o estados de ánimo bajos constantes vienen de nuestra obsesión de buscar y querer solo el lado positivo, el lado de la luz y la alegría, sin habernos parado antes a observar por un momento qué es aquello que nos está ocurriendo cuando no nos encontramos tan bien. La infelicidad constante viene de no saber aceptar que, como seres humanos, tenemos ciclos en los estados de ánimo; que, como seres que viven en este planeta, todas las cosas que ocurren no siempre van a ser como a nuestra mente le gustaría.

Hemos oído muchos cuentos de hadas, príncipes y princesas; y cuando salimos a la calle todo el mundo a nuestro alrededor sonríe. A todo el mundo parece irle bien de cara al exterior, sin embargo, de cara al interior nos guardamos todos aquellos sentimientos que no están bien vistos por la sociedad y por nosotros mismos. Nos reprimimos, reprimimos todo aquello que no nos parece bello o maravilloso, nos reprimimos y esto es lo que nos lleva a no ser felices.

Ser feliz, desde mi punto de vista, es saber ABRAZAR la realidad, la realidad de opuestos; es entender al mundo y a nosotros como lo que somos y NO FORZAR que las cosas sean de otra manera. Es dar la bienvenida y aceptar la vida como es para así, poder actuar desde un punto de vista más abierto a nosotros y a lo que nos rodea.

Bien, ¿cómo puedo abrazar la realidad? ¿cómo puedo ser más agradecido con todo lo que tengo? ¿cómo puedo respirar libremente entre el caos que surge de los opuestos? ¿cómo puedo salir del sueño de que todo tiene que ser bonito y de color de rosa?

Para abrazar la realidad tal como es, necesitamos salir de los pensamientos constantes de nuestra mente que nos llevan al futuro y al pasado constantemente. Para abrazar la realidad, para abrazar lo que está ocurriendo en el momento presente sin intoxicarlo con pensamientos, miedos u exigencias, necesitamos eso: estar en el presente. Es decir, necesitamos enfocarnos en nuestro ESTADO.

ESTADO

La mente es muy individualista y está limitada. Por un lado, de TODO lo que está ocurriendo ahí fuera (la realidad), nuestra mente solo recoge una pequeña parte, tan sólo un 20% aproximadamente. Es decir, lo que yo veo de la realidad no tiene nada que ver con lo que otra persona está viendo. La mente de cada uno de nosotros es INDIVIDUALISTA, solo nuestra; y la información que recoge es INDIVIDUALISTA, solo nuestra. Cada uno de nosotros, entendemos la realidad de diferente manera según nuestra mente. Y nuestra mente está compuesta solo y exclusivamente por cosas del pasado: lo que hemos vivido y lo que nos han enseñado.

Por tanto, si yo decido ver la realidad desde mi mente y comunicarme con los demás desde mi mente; lo haré desde el pasado y desde un punto de vista muy limitado. ¿Qué podemos hacer entonces?

Lo que vamos a hacer es bajar de nuestra mente hasta la zona del vientre, es decir, vamos a conseguir que nuestros pensamientos y nuestra voz interior se relaje para que así podamos estar más presentes en la realidad. ¿Cómo?

Para venir al presente, para llegar a un estado de observación más amplia y natural, el mejor vehículo que tenemos es nuestro cuerpo. Nuestra mente puede viajar al pasado y al futuro, sin embargo, nuestro cuerpo SIEMPRE está en el presente.

Así, conectar con nuestro cuerpo es la vía más rápida para conectar con el presente. Las vías para conectar con nuestro cuerpo pueden ser las siguientes:

–       Realizar ejercicios de relajación. Respirando profundamente empezar a conectar con cada una de las partes de nuestro cuerpo, con los puntos de la Tierra que nos sostienen y con todo lo material que nos rodea hasta que nuestro corazón se relaje y nuestros cinco sentidos se despierten en una realidad que percibiremos de forma más tranquila.

–       Masajear nuestro cuerpo, simplemente tocarlo para que despierte y bajemos de la mente a lo real, a lo presente.

–       Realizar ejercicio físico de manera consciente, es decir, conectando con las partes de nuestro cuerpo, escuchándolas, cuidándolas. Ejercitándolas todo lo que ellas necesiten. Quizás un día les baste con estirar y otro día necesiten largas y enérgicas caminatas.

–       Simplemente cambiando la postura corporal. Cuando te sientas preocupado por algo, obsérvate. ¿Qué puedes cambiar en tu postura que te abra más al presente? Quizás poner la espalda más recta, los pies bien extendidos en el suelo, abrir el pecho, subir la barbilla… Un pequeño cambio en la postura nos da grandes cambios en como vemos la realidad.

Hay veces que la mente nos está hablando tanto que conectar con el cuerpo es complicado incluso haciendo los ejercicios que hemos comentado. En esos momentos, podemos utilizar un gran tesoro que nos rodea que es la naturaleza. La naturaleza está hecha “del mismo material” que nuestro cuerpo y ella también siempre vive en el presente. Siéntate junto a un árbol, junto a un río… respira hondo y obsérvalos. ¿Cómo sería ser un río? ¿Cómo siente un árbol? Observa, respira, conviértete en árbol, en pájaro, en mar; relájate.

Desde este punto de relajación, cuando nuestra mente queda calmada, es cuando podemos observar de nuevo. Nos damos cuenta como antes de hacer estos ejercicios de relajación, habíamos estado completamente cerrados, enfocados y perdidos pensando en un problema. Después de estos ejercicios de conectar con el presente y de relajación, podemos ver el supuesto problema desde fuera, con muchísima más perspectiva y apertura. Podemos ver la realidad de una manera amplia y global y no de manera individualista y condicionada como lo hacemos normalmente desde la mente. Así, abiertos, presentes, es como conseguimos conectar con los recursos que hay ahí fuera y con nosotros mismos que somos el único vehículo para el cambio.

HISTORIA

Como hemos visto, si empezamos a vivir la vida desde la zona del vientre (desde el presente) y no desde la mente, tendremos más fácil acceso a todos los recursos. Recordemos el ejemplo de los 10 euros en el suelo, solo las personas que se consideraban a ellas mismas como afortunadas vieron el billete. Las personas que se consideraban desafortunadas no lo vieron (debían estar muy preocupados con sus cosas) ¡y el billete siempre estuvo ahí! Esto nos enseña como tenemos que salir de la cabeza y dejar de pensar en los problemas; lo que tenemos que hacer es abrirnos más al presente para ver todos los recursos y los tesoros que nos rodean. Una vez nos acostumbremos a vivir desde el vientre, desde el presente, desde nuestro cuerpo; entonces el corazón se sentirá en un lugar seguro para abrirse, expresar y guiarnos. Somos nosotros, con nuestro cuerpo, los que tenemos que darle un hogar al corazón donde él pueda indicarnos el camino.

Aunque hasta el momento hemos hecho hincapié en que lo más importante es calmar a la mente, es importante saber que ella es necesaria en nuestro día a día. La mente es la que nos dice que no toquemos el fuego porque quema o la que nos recuerda donde está la casa en la que vivimos. La mente también nos ayuda a entender lo que ocurre ahí fuera (aunque de manera limitada). Así, por mucho que vivamos la vida desde el presente (desde el vientre), también necesitaremos subir a la mente para saber qué está pasando ahí fuera.

Por ello, porque la mente es un lugar que visitamos muy a menudo (normalmente, mucho más de lo que nos beneficia), es necesario que tengamos una mente sana, una mente que nos impulse, que nos ayude a encontrarnos bien. ¿Cómo podemos tener una mente sana? Necesitamos alimentar a nuestra mente con pensamientos positivos y de ideas que nos hagan ver la realidad con mayor cariño y aceptación.

–       Antes de dormir, escribe en una hoja o di para tus adentros, todo aquello que has hecho hoy que te ha hecho sentir bien. Recuérdate a ti mismo todo aquello que te ha hecho sentir feliz durante el día, aunque fuera solo por un minuto. Por ejemplo, “esta mañana salí a pasear y respiré aire fresco” o “sonreí a un niño pequeño que encontré en el supermercado” o “me preparé una comida sana y muy rica que me hizo sentir bien”. Otra opción es enumerar las cosas por las que damos gracias como la cama en la que me encuentro, las palabras de cariño que alguien me ha dicho, que hay paz en el país en el que me encuentro, que tengo unos vecinos agradables… Se trata de alimentar a nuestra mente con pensamientos positivos que nos impulsen al día siguiente a repetir todo aquello que nos hace sentir bien y a apreciar aún más las cosas que nos han sido dadas.

–       Entender que los seres humanos tenemos 6 necesidades básicas (seguridad, variedad, amor, significancia, crecimiento y contribución) y siempre actuamos con la intención positiva de cubrir alguna de ellas. Comprender que nadie tiene intenciones negativas sino carencias emocionales o de seguridad que buscan cubrir de la única manera que saben. (más información sobre las 6 necesidades en el ANEXO al final de este post)

–       Recordarnos que el mapa (la forma en la que cada uno de nosotros vemos el mundo y la realidad) no es el territorio (la realidad) para poder comunicarnos mejor con los demás. Así, cuando alguien reaccione de una manera inesperada a algo que nosotros hayamos hecho, no nos lo tomaremos como algo personal (visto desde la mente) sino como algo de la otra persona, de su historia, su educación, su pasado, su mapa del mundo. Y, así, entenderemos que el mundo no es como yo lo veo (como lo ve mi mente) ni como lo ve la mente de los demás; el mundo es algo mucho más amplio, más presente, que conseguimos captar un poco más cuando conectamos con el presente.

–       Saber ver que como seres humanos tenemos muchas emociones diferentes. Entender que todas ellas son buenas y han venido a mí por algo. Dejar que esas emociones se expresen a través de mí. No reprimir nada. Si estoy muy triste, puedo apagar las luces y ponerme a llorar; si estoy enfadado, descargar la rabia con un cojín o salir a correr; si me siento contento, mostrar abiertamente mi sonrisa, silbar, cantar… Darle la bienvenida a las emociones, expresarlas, dejarlas fluir, todas son buenas, hacer arte con ellas: bailar, escribir, pintar, cantar…

Las mejores maneras de alimentar nuestra mente son sabiendo como funciona y dándole mensajes positivos. Podéis encontrar más “alimentación sana” para vuestra mente leyendo a Jorge Bucay o Eduardo Punset. También podéis buscar en youtube vídeos de Tony Robbins (parte del contenido de este post lo he aprendido de él) o podéis leer blogs personales de gente que exprese libremente sus pensamientos y sentimientos.

ESTRATEGIA

Una vez he trabajado en mi estado (sentirme tranquilo, relajado, en el presente) y he educado a mi mente a ver la vida de una manera más amplia y menos individualista, puedo trazar una estrategia que me ayude a conseguir mis objetivos.  Por tanto, si quiero alcanzar un objetivo en mi vida:

–       Primero me relajo, busco tiempo para mi ya que entiendo que yo voy primero, antes que nadie. Esto tiene sentido, ¿no? Si soy YO el que quiere conseguir algo y el que va a pensar como conseguirlo; necesito invertir primero en mí, en darme lo que necesito, en relajarme, ¿si no cómo lo voy a conseguir?

–       Una vez me encuentro relajado y me he dado a mí mismo lo que necesito (naturaleza?, soledad?, quedar con amigos?, bailar?…), tomo asiento para pensar qué es lo que quiero conseguir y porqué. Por ejemplo: “quiero conseguir trabajo porque eso me ayudará a sentirme más tranquilo en el día a día y poder disfrutar más de mis ratos libres en la vida”

–       Trazo una estrategia. Pienso diferentes opciones, establezco pasos para llegar a cada una de las diferentes opciones, hago una línea temporal que me ayude a ir un ritmo ligero pero que sea realista y no ejerza demasiada presión que pueda agobiarme y bloquearme.

–       Comienzo a desarrollar la estrategia sabiendo ser flexible y entendiendo que habrán cosas que salgan como yo quiero y otras que no. En caso de salir de la manera que yo no deseaba, respiro hondo, bajo a la zona del vientre (presente) y observo lo ocurrido desde ahí para establecer los siguientes pasos o un cambio de rumbo si fuera necesario. Si, al no haber salido las cosas como quería, llegan emociones fuertes, LAS EXPRESO mediante arte (bailo, pinto, escribo…) o simplemente estando en soledad (lloro, grito, …); dejo que salgan las emociones sin juzgarlas. Dejo que todo salga, me libero y entonces, relajado, vuelvo a conectar con mi centro (mi vientre) y con el presente para idear los siguientes pasos.

Así, vemos como para establecer cualquier estrategia o tomar cualquier decisión, en lo primero que nos tenemos que enfocar es en nosotros mismos. ¿Qué necesito? ¿Qué me hace sentir bien a mi? Y de ahí, una vez yo me encuentre bien de verdad, puedo, no solo beneficiar mi vida eligiendo mi camino y mis pasos, sino que también los demás se verán beneficiados al sentir mi bienestar.

APLICACIÓN EN LA BÚSQUEDA DE EMPLEO

Toda la teoría y las pautas que vimos en el taller nos sirven para todas las áreas de la vida. Veamos algunos ejemplos aplicados al ámbito de la búsqueda del empleo:

–       Lo primero de todo, antes de ponerme a buscar trabajo, es darme un tiempo para mí, ¿qué necesito? ¿qué me hace feliz? Parar un poco, relajarme, bajar de la mente a mi cuerpo. Lo primero es conectar con nosotros mismos para dejar que la mente baje su volumen y no nos asuste más hablando del pasado o de lo que pueda pasar en el futuro. Lo primero es darme un tiempecito a mí, a cuidarme, a respirar y poner los pies en el suelo.

–       Una vez me encuentro bien y relajado estoy abierto a explorar los recursos que hay ahí fuera. No solo estaré más despierto a la hora de poder encontrar ofertas de empleo sino que también, al estar tranquilo, quererme y confiar más en mí, podré trazar una estrategia con mayor sentido común y que me abra a más posibilidades. En este momento, nos sentamos, pensamos posibilidades varias (por ejemplo: montar algo yo, trabajar para otros, trabajar sin remuneración para darme a conocer, ampliar mi círculo de amistades para tener un mayor número de contactos…). Dejamos que las ideas fluyan, sin juzgarlas, imaginando lo más posible e intentando salir un poco de lo que siempre hemos pensado antes. Luego, analizamos cada una de las ideas/objetivos, descartamos si alguna no nos vale y hacemos pequeños pasos para las que sí nos valgan.

–       A la hora de entregar un curriculum y hablar con quien me vaya a contratar, es importante que estemos presentes en el momento. Es decir, antes de hablar con esa persona, respira hondo, mira el espacio en el que te encuentras y conecta con él. ¿Cómo es el lugar en el que estoy entrando? ¿Cómo se encuentra la persona a la que le voy a hablar? Se trata de sentir un poco “el ritmo” del lugar y de la persona y adaptarnos a él.

–       Antes de entrar a un lugar a buscar trabajo es importante que sepas cuánto vales, enumera para ti mismo todas las características que te hacen válido para el puesto. No vas a engañar a nadie, tú sabes que si te dan el empleo vas a trabajar al máximo, sabes que eres responsable y trabajador. Conecta con el hecho de que si esa persona te contrata, esa persona estará contenta en un futuro de haberlo hecho. Solo recuérdate a ti mismo lo que vales antes de entrar y te será más fácil transmitirlo.

–       En caso de que ese puesto que fuiste a buscar no te sea dado, sé realista, no pasa nada, todos sabemos como está el mercado. Eso no quiere decir que no hayan puestos de trabajo. ¿Recuerdas a las personas que sí encontraron el billete de 10 euros? Así tenemos que ser, estar despiertos y no desanimarnos. Con el ánimo alto encontraremos muchas más oportunidades que con el ánimo bajo. Aún así, es normal que nos desmoralicemos de vez en cuando. Cuando esto ocurra, ya sabes, no lo reprimas, exprésalo. Date tu tiempo y tu forma natural de expresión: llora, enfádate, vete solo o date lo que necesites. Siempre en un ambiente seguro que no afecte a los demás y que a ti te de esa libertad de expresar.

–       Mantén siempre los pies en la tierra, allí es donde están las oportunidades, intenta no subir demasiado a los pensamientos de la cabeza. Sigue intentándolo, siempre cuidándote y queriéndote a ti primero.

ANEXO: LAS 6 NECESIDADES DEL SER HUMANO

Además de preguntarnos a nosotros mismos como nos encontramos por dentro, hay otras preguntas que nos pueden ayudar a entender las decisiones que tomamos y la forma en que las acometemos.

Ante todo, en este punto (y en todos), lo importante no es solo que te entiendas sino que no te juzgues. Imagina uno de esos momentos en los que estás pensando en una acción o comportamiento que tuviste en el pasado y de la cual te arrepientes porque consideras que no fue adecuada u oportuna. En estos casos, muchas veces nuestra mente comienza a bombardearnos con las preguntas: ¿Y por qué? ¿Por qué lo hice así? ¿Y por qué no lo hice de esta otra manera? ¿Cómo no se me ocurrió decir o hacer tal otra cosa? Así, comenzamos a dar vueltas como una ratita dentro de una rueda; desgastamos nuestra mente, perdemos tiempo y energías, dañamos nuestro corazón y autoestima y al final del proceso no hemos llegado a ninguna conclusión.

Hay una pregunta mucho más práctica que te ayudará a entenderte mejor en estas situaciones:

¿Qué quería conseguir cuando hice ____?

Uno de los principios que más me gusta de la PNL dice así: “todos tenemos siempre una intención positiva haga lo que haga en cada instante de la vida”. Esto es que, cuando hacemos algo de una determinada manera, siempre es porque considero que de ello saldrá algo positivo para mi ser o para el mundo en el que vivo, es decir, siempre es para cubrir una necesidad intrínseca al ser humano. Así, cualquier acción o pensamiento irá a cubrir una de las 7 necesidades básicas del ser humano: 1.seguridad 2.variedad 3.significancia 4.conexión con los demás u amor 5.crecimiento 6.aportación.

  1. Seguridad: es lo primero que las personas buscan para evitar el miedo o, por lo menos, para estar en una zona de comfort. Queremos estar seguros financieramente, seguros de que nuestro cuerpo está sano, seguros que nuestros familiares se encuentran bien, seguros de tener un lugar donde dormir y qué comer, seguros de que la opción que tomé es la correcta…
  2. Variedad: la primera necesidad es la de seguridad pero ¿qué ocurre cuándo todo nuestro alrededor es completamente un terreno seguro? ¡Nos aburrimos! A todos nos gustan las sorpresas  y necesitamos incorporar a nuestras vidas diferentes toques de color que nos saquen de la rutina.
  3. Significancia: cada uno de nosotros tiene la necesidad de sentirse importante, único, especial, indispensable… Así, buscamos destacar en el trabajo o teniendo un rol importante en el ámbito familiar o siendo los mejores organizadores de eventos…
  4. Conexión y amor: estamos hechos para recibir amor y necesitamos de él para vivir. ¿Sabías que un bebé al que no se le da calor humano al nacer tiene muchísima más probabilidad de morir que al que sí se le da contacto humano? En el día a día buscamos ese amor o conexión que nos hace sentir vivos y pertenecientes al mundo en el que estamos; necesitamos abrazos de los que nos rodean, rezar y sentir que hay alguien ahí arriba que nos quiere y protege o pasear por la naturaleza para conseguir un estado de total conexión con el mundo.

Hasta aquí no hay ser humano que viva sin buscar estas cuatro necesidades, nos las apañaremos de la forma que sea hasta conseguirlas.

Así, podemos aproximarnos a entender a las personas que son violentas. Personas que debido a su cultura, circunstancias, pocos recursos en inteligencia emocional y sobretodo, falta de haber recibido el amor (la cuarta necesidad) o falta de no haber sabido recibir ese amor; buscan de forma desesperada satisfacer las tres primeras necesidades. Por ello, apuntan con una pistola para conseguir esa seguridad (“sé que responderás”), la variedad y la sorpresa de qué pasará en los próximos instantes y la inmensa significancia que ese acto les va a dar. Como veis, por duro que sea, se puede llegar a comprender el motivo de cualquier comportamiento.

Hay dos necesidades más que sobrepasan las necesidades básicas de la personalidad y pasan a ser necesidades del espíritu, aquellas que nos hacen desarrollarnos y sentirnos plenos cada día.

  1. Crecimiento: si no crecemos, morimos. Cada uno busca diferentes maneras de crecer: aprender para ser mejor cada día, leer libros que nos inspiren y nos reten, practicar ejercicios que nos ayuden a estar mejor con nosotros mismos… Y, aunque quizás no te hayas dado cuenta, siempre que tenemos la necesidad de crecer, es con el objetivo de contribuir en este mundo.
  2. Contribución: dar a los demás, aportar al entorno, crear un mundo mejor es aquello que más nos enriquece. Es una doble fuente de riqueza espiritual que se retroalimenta; cuanto más das al exterior, más recibes y gracias a lo que recibes más puedes aportar al exterior.

En conclusión, cuando hago algo de una determinada manera, siempre es porque considero que de ello saldrá algo positivo para mi ser o para el mundo en el que vivo, es decir, porque estoy necesitando seguridad, variedad, significancia, amor, crecimiento o contribución. Por tanto, si yo me hago la pregunta crítica de ¿Por qué se me ocurriría hacer ese comentario en la cena de mis amigos? o ¿por qué volví a llegar tarde otra vez a aquella reunión?, a primera vista pocos motivos vamos a poder sacar. Sin embargo, si nos preguntamos, ¿qué era lo que necesitaba y quería obtener, qué quería conseguir cuando hice o dije aquella determinada cosa en aquel lugar? Entonces, analizando, podemos darnos cuenta de que quizás en ese momento estábamos cubriendo una de nuestras necesidades básicas. Por ejemplo, podemos encontrar que yo actué de determinada manera porque buscaba “amor” o “sentirme parte del grupo” o “corroborar que soy una persona significante e indispensable”. Así, pongo el foco en mi necesidad y toda la inmensidad de opciones que tengo para cubrirla y no me centro en juzgar el acto en sí. Por tanto, ahora podré pensar qué haré la próxima vez que sienta la necesidad de “amor”. Quizás concluya que antes de llegar al punto de hacer comentarios que preferiría evitar en medio de una cena de amigos, escucharé mucho antes mi necesidad, buscaré a una amiga y le pediré un abrazo».