Si las lágrimas llegaran a formar tal océano que nuestros cuerpos nunca llegaran a encontrarse, buscaría la forma de expresarte que no son tus besos los que me animan a buscarte, ni siquiera tu imponente verborrea que a veces hace desesperar a cada una de mis células. No son tus ojos, ni la discontinuidad de tu mirada; no es el tacto de tus manos, ni ese estómago sobre el que rodeo mis propios brazos.
SOY YO. Yo soy el motivo de mi propia búsqueda. Tú eres el reflejo de lo que yo tengo para entregar, tú eres el recipiente sobre el que consigo verter el calor de saberme amada. Tú eres la estructura que da forma a la magia que yo ofrezco. Yo soy el océano en cada gota, tú cada gota en el océano.