OTRAS CALLES

«1) Bajo por la calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Me caigo dentro.
Estoy perdido… me siento impotente.
Tardo una eternidad en salir de él.
 
2) Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Finjo no verlo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en el mismo lugar.
Todavía me lleva mucho tiempo salir de él.

3) Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Veo que está allí.
Caigo en él de todos modos… es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé dónde estoy.
Salgo inmediatamente de él.

4) Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Paso por el lado.

5) Bajo por otra calle.»

Este texto que se encuentra en «El libro tibetano de la vida y de la muerte» nos acerca a ese hoyo particular que todos conocemos. Ese lugar personal en el que nos dejamos caer consciente o inconscientemente para buscar cierta seguridad. Muchas veces, nos tendemos a nosotros mismos la trampa, preferimos la dureza de la caída y la incomodidad de ese hueco pequeño enterrado en el suelo, antes que arriesgarnos a probar otras calles cercanas que nos prometen una mayor libertad y felicidad.

Llega un momento en que el hueco se queda demasiado pequeño, el sufrimiento se hace innecesario y es hora de salir de él. Nos ponemos de pie a su lado, nos limpiamos el polvo que haya quedado en nosotros, le devolvemos lo que es suyo y ponemos rumbo hacia un destino que nos sea propio, ese que vamos a diseñar para nosotros mismos. Nos marchamos lejos de él pero le llevaremos siempre dentro como muestra de nuestro agradecimiento al servicio que nos ha dado en tantos momentos de inseguridad.

Mira a ese hoyo en el que siempre caes. Míralo con amor. Devuélvele lo que es suyo. Y si sientes que es difícil marchar, haz tú misma un hueco en tu corazón para incorporar la esencia de ese hoyo. Ámale e incorpóralo dentro de ti. De esa manera, nunca más caerás en él pero siempre le tendrás presente con amor y agradecimiento.