Hoy toca HABLAR

La sensación de saltar al vacío siempre que haces algo nuevo comienza a manejarse mejor en la medida en que te vas atreviendo a hacer cada vez más cosas nuevas. Sigues teniendo miedo, sigues sintiendo que a lo mejor te vas a estrellar pero, al ver que las veces anteriores saliste ileso, confías más y te animas con mayor facilidad a adentrarte en ese nuevo terreno que te impresiona.

Por otro lado, es cierto también que llega un punto en la vida en el que te das cuenta que no hay mucho que perder. Realmente, en mi caso, noto que muchas veces mis miedos se derivan de lo que van a pensar los demás. Es el miedo a la crítica, a que la gente me juzgue y me rechace, miedo a decepcionar… Y, bueno, una vez reconocido mi miedo y comprobadas las consecuencias nefastas que tienen para mi felicidad el optar por hacer lo que CREO que otros quieren, decido enfrentarlo y tirar para adelante. Digamos que si me estrello, por lo menos, será con dignidad : )

Así que, la semana pasada, cuando mi amiga Carlota del Pozo me contactó por facebook para ofrecerme grabar una entrevista y publicarla en su portal de coaching en internet, tuve que decirle que SI.

Le dije que sí porque sé que llevo una fiera que ruge por dentro pidiéndome día y noche que le dé mayor EXPRESIÓN. Y, bueno, aunque los miedos de turno se presentaron a mi costado, me los llevé a todos a la fiesta de inauguración de mi «primera entrevista hablada» vía internet.

La conversación con Carlota fluyó de maravilla y, aunque me sentía un poco nerviosa, me encuentro ahora muy satisfecha de haber puesto otra nueva semilla en terrenos que antes me eran desconocidos. Ahora, la semilla, hará sola su trabajo.

Aquí os dejo la entrevista. ¡Espero que la disfrutéis!

http://carlotadelpozo.com/como-expresarnos-con-libertad/

Minutos 1-11: Hablamos sobre cómo decidí dejar mi vida de oficina y adentrarme en algo nuevo que por aquel entonces me era desconocido.

Minutos 11-22: Cómo conectar con el interior, conocer nuestras emociones y expresarlas libremente.

Minutos 22-30: Sobre cómo confiar en la vida y en los demás.

Minutos 30 – 40: Recapitulación final y despedida.

Érase una vez, tu vida personal

Érase una vez,…

…en un hospital de color blanco en el que trabajaban médicos con batas azules, nació una niña más guapa que las amapolas. Su piel era blanca y suave y su llanto era el más puro grito de la naturaleza. Sus ojos, aunque abiertos, no le dejaban ver los paisajes externos. Sus oídos, aunque presentes, tampoco recibían las señales que llegaban de fuera. Así, esta niña bella, natural y salvaje, alejada de todo impacto exterior, decidió el día de su nacimiento tomar otro camino: el camino interno.

Los días y los años pasaban y, aparentemente, su vida iba tomando forma en la vida social y exterior. Fue a la escuela, a clases particulares de inglés y a jugar al parque. Sin embargo, aunque físicamente presente, Ardnas, como ella se llamaba, estaba completamente perdida rebuscando los caminos que iba encontrando en su interior.

Hizo muchos amigos, todos internos. Visitó muchos lugares, todos personales. Y, aunque también recorrió el mundo físico haciendo viajes familiares en la avioneta de papá, no había nada que la cautivara más que los entresijos que hallaba dentro de su cabeza, cuerpo y corazón.

La vida parecía pasar para todos. La gente se hacía mayor, su cuerpo también evolucionaba y su doble vida interna-externa, no parecía suponer ningún problema para ella ni para nadie.

Sin embargo, el día llegó en que un viejo y oscuro monstruo recogió y se llevó todo aquello que Ardnas utilizaba para meterse en su interior. Se llevó todos sus libros, sus muñecas, sus juguetes, sus lápices y cuadernos, sus diarios y todos los aparatos de música que encontró. Se llevó también su flauta e, incluso, convenció a todos los amigos imaginarios para que dejaran sola a Ardnas y se fueran con él.

¡Esto no podía ser posible! ¡Ardnas se encontraba sola en su interior! ¡Ya no había nadie a quién llamar! Ni siquiera podía cautivar con la melodía de su flauta a sus viejas amigas interiores que llegaban siempre veloces como si de tropas celestiales se trataran.

Ardnas sentía que no tenía opción, la vida que le esperaba era una eterna soledad en medio de la oscuridad. Una eterna soledad que sería para siempre, pues ella sabía que el interior nunca moría.

Invadida por su propio llanto, un día enloqueció. El sonido de sus propios sollozos comenzaron a crear ecos que se multiplicaban en la inmensidad de su mundo interior. Sus lágrimas comenzaron a formar un charco tan profundo que acabó cubriendo el cuerpo de Ardnas al completo.

Bajo aquellas aguas de lágrimas, los ojos de la que ya parecía ser una inerte y bella criatura, volvieron a abrirse. Ardnas vio colores que nunca antes había visto e, incluso, se hizo consciente de su propio cuerpo al verlo con sus propios ojos. De hecho, se dio cuenta que podía mover sus brazos y sus piernas. “¿Qué será esto que tengo? ¿Es esto mi cuerpo? ¿Qué será esto que veo? ¿Será esto el mundo externo?”- se preguntaba.

De pronto, se dio cuenta que no podía respirar. Sus pulmones, pertenecientes a un cuerpo de carne y hueso, necesitaban aire y… ¡ella se encontraba debajo del agua!

Entre rocas y plantas acuáticas, verdes y mucosas, vio una puerta en el fondo de aquel mar. La puerta, aunque robusta y fuerte, parecía vieja y algo roída por el tiempo. Sin embargo, el pomo de aquella puerta estaba como nuevo y se encontraba bañado en un color dorado completamente llamativo. Atraída por aquel brillo que encandilaba a sus ojos, nadó rápido hasta alcanzar el fondo. Agarró el pomo y tiró hacia sí misma, pero la puerta no abría.

De repente, entendió que si quería salir al mundo exterior, el movimiento tenía que ser hacia fuera y no hacia dentro, necesitaba hacer un movimiento hacia el exterior. Necesitaba apostar por lo que había fuera.

¡Menudo acto de humildad! Todo lo que antes había rechazado se encontraba al paso de cruzar aquella puerta. ¿Sería Ardnas capaz de cruzar aquella supuesta brecha entre su mundo interior y lo que podía esperarle fuera? ¿Sería capaz Ardnas de agradecer y reconocer lo que un día ya existía fuera de ella?

La respiración se acortaba, la vida se le iba y no se decidía a agarrar el pomo y empujar hacia fuera. ¿Moriría o encontraría la forma de volver a aquella vida no vivida?

Un cangrejo rojo llegó y se posó justo al lado de la rendija inferior de la puerta. Ardnas, vio, entonces, que por debajo de la puerta llegaba una luz que conseguía iluminar a aquel cangrejo.

El gesto de la cara de Ardnas se suavizó y una sensación de relajación invadió su cuerpo. “Salir, no debe ser tan difícil”- pensó Ardnas, sintiéndose preparada para tal aventura.

Y, sin a penas darse cuenta, tras aquella maravillosa reflexión, Sandra, como ahora se llamaba, estaba saliendo. Salía de aquel cuerpo acuoso en el que había estado viviendo, salía del útero materno.

Unos médicos de batas azules, en un hospital de color blanco, la sacaron del cuerpo de su madre. Y, rodeada por personas que cantaban y aplaudían felices por su llegada, Sandra pudo ver con sus propios ojos a aquella gente llena de gozo por su presencia, escuchar con sus propios oídos la viveza de todas aquellas canciones que le cantaban y sentir en su propio cuerpo el calor humano de todos aquellos que la abrazaban.

Nunca más se separó de su cuerpo, ni quiso tapar sus oídos ni cerrar sus ojos. Sandra vivió llena de cariño, recibió todo aquello que la vida le había preparado y compartió con los demás lo que el amor en la presencia le había enseñado.”

He realizado este cuento a raíz de una práctica que se nos pedía hacer a los alumnos de un curso de educación transpersonal que ahora mismo estoy realizando. Si te ha gustado, te invito a ti a hacer lo mismo. Solo se trata de coger un papel y un bolígrafo, escribir las palabras “Érase una vez…” y conectar contigo mismo y con lo que el corazón te esté dictando. Si te dejas llevar por tu imaginación y por el gusto de no saber qué va a pasar en la historia, dejarás que tu inconsciente te de muchas pistas acerca de lo que es tu vida y lo que puede llegar a ser.

LOS CISNES VUELAN

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Mirando este magnífico cisne en la foto que ha publicado hoy National Geographic, se me han movido muchas emociones.

Ahí se encuentra él: bello, acurrucado en su propio plumaje, observando desde la seguridad de su propia coraza, embelesando a cualquiera que le vea y sin querer saber nada del ruido externo.

Por un momento, me ha parecido que miraba un espejo. Ahí estaba yo: bella, bajo varias capas acorazadas que yo misma he creado, observando el mundo vibrar y delicadamente aislada en mis sutiles y embriagadoras fantasías.

Entonces he recordado un poema de Marianne Williamson que acostumbraba a leer en otros tiempos en el que se pone de manifiesto que lo que nos da miedo de nosotros mismos no son nuestros defectos o ser inadecuados sino, precisamente, lo que tememos es nuestra sublime belleza y potencial infinitos.

Me he dado cuenta que vivimos en una sociedad instalada en la queja y que el acto de brillar es algo que se ha dejado para unos cuantos casos que consideramos aislados.

Si alguien quiere desmarcarse y brillar, tenderemos a frenarle: “¿Estás seguro? ¿Has pensado en esto y aquello? ¿Pero…?”. Por otro lado, cuando alguien comienza a brillar, muchos de nosotros no lo podemos soportar. Su luz es demasiado fuerte y nos recuerda quiénes somos y, por tanto, quiénes no estamos siendo. Entonces les juzgamos y nos apartamos de tal espejo maligno que nos hace comparar y maldecir nuestra situación actual.

Al final, acabamos todos rodeándonos por gente que se encuentre en igualdad de condiciones, lamentándonos, ocultando nuestros dones y no queriendo incomodar a nadie.

Un buen amigo, entrenador de fútbol de niños pequeños, me contó que su equipo iba de maravilla hasta colocarse en los primeros de la lista. Cuando alcanzaron el puesto número 1, algo sucedió. Todos comenzaron a ponerse nerviosos, “¿quiénes somos nosotros para estar aquí?”,… Las energías se dispersaron, no estaban acostumbrados a ser vistos, ellos “ERAN” chicos de barrio que no jugaban con los grandes, ¿qué hacían ellos ahí?… Mi amigo me comentó que nos han educado para perder pero no para ganar. Cuando destacamos, realmente, no sabemos cómo comportarnos.

Y sí, en verdad, es una pena que esto sea así. Porque una no sabe cómo desmarcarse, cómo dejarse destacar, cómo ofrecer sus dones sin sentir que puede ofender a alguien o con el temor de creer que por brillar va a ser condenada a un estadio de soledad total sin tener gente al lado con la que poderse relacionar de manera igual y sin juicios de por medio.

El otro día me levanté y escuché una voz en mi cabeza que me decía dulce y firmemente: “No te quejes”. Entonces, pensé: “Y si no me quejo, ¿qué puedo hacer?”

Puede sonar exagerado pero prueba a no quejarte. Verás que, entonces, la única vía que tienes es la acción. Y entonces, encontrarás tus propias barreras que te has autoimpuesto para no salirte del camino que se te ha marcado. Es decir, para no salirte del molde que te han inculcado los demás. Para no ofender a nadie, para ser quién supuestamente debes ser, para no dar sorpresas, para que te reprimas aún más.

Así estamos todos, cada uno en su molde, reprimidos. No vayamos a salir ahí fuera y molestar a los otros moldes. Nadie quiere que se le recuerde su estado de aprisionamiento deliberado.

Yo, como el cisne, sé que sigo así: en mi molde completamente organizado para sentirme cómoda dentro de él. Mis pensamientos, mis aficiones, mis relaciones, mi forma de comportarme, de aislarme, de no dejarme ver buscando agradar a los demás… Pero, eso sí, por mucho que me incomode, no quiero ver esto a mi lado. Quiero gente que salga de sus zonas de confort, quiero gente que ilumine. Quiero gente que me inspire aunque sea a través de hacerme sentir mucho dolor al ver lo lejos que estoy de desplegar las alas.

Esta es la verdad, la mía, y por eso la comparto. Puede que seas mi amiga, hermana, conocido, expareja, un fisgón o que no sepa nada de ti. Pero sí te quiero decir que A MÍ, LO QUE ME HACE FELIZ, ES QUE BRILLES Y SALGAS DE AHÍ. Que, lo que más me puede inspirar en este mundo es ver gente que se atreve a dar los pasos que no le han sido marcados. Y que tus pasos son allanamiento del terreno para los demás.

Quiero agradecer a todas esas personas que se dejan ver, que se atreven, que luchan desde la autoconfianza y el respeto, que creen en su propia verdad y que se alzan para ser vistas, sentidas, recibidas y escuchadas. GRACIAS a vosotros, los que seguimos en los moldes sabemos que existe otra vida, otra realidad.

Y aquí va el poema de Marianne Williamson que mencionaba:

“Nuestro mayor miedo no es ser inadecuados. Nuestro mayor miedo es el hecho de que somos poderosos más allá de cualquier medida. Es nuestra LUZ y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta.

Nos preguntamos a nosotros mismos: ¿Quién soy yo para ser brillante, maravilloso, talentoso, magnífico? Pero, de hecho, ¿Quién eres tú para no serlo?

Tú eres hijo de Dios. Disminuirte delante de los demás no va a servirle al mundo. No hay nada de iluminación en el acto de encogerse para que los demás no se sientan inseguros a tu lado.

Estamos aquí para brillar, como hacen los niños. Vinimos aquí a manifestar la gloria de Dios que está dentro de nosotros. Y que no se encuentra solo en algunos de nosotros, sino en TODOS nosotros.

Conforme vamos dejando nuestra propia luz brillar, de manera inconsciente le estamos dando a otras personas el permiso de hacer lo mismo.

Conforme nos vamos liberando de nuestros propios miedos, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.”

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Unas horas más tarde chequeando la información de esta foto en National Geographic, he leído que este cisne no se esconde tras su propio plumaje sino tras el plumaje de su propia madre… Así que esta nueva realidad que ahora conozco todavía habría dado más juego a la hora de interpretar cuál es ese cobijo de seguridad en el que nos asentamos…

 

MI BONDAD

¿Cómo reconocer que nunca llegué a ser del todo feliz? Que tuve miedo a la vida, que no me atreví, que hui de los retos, aventuras y los cambios; y me escondí en mí.

¿Cómo reconocer que no quería vivir fuera, que huía de ti y huía de mí? Que los barrancos solo eran atajos para dejarme caer en tus manos sin saber qué sería de mí.

Sabiendo ahora lo que extraño sentir tu presencia latir dentro de mí, acaricio la idea de que fui cobarde, de que hui y jamás comprendí aquello que de verdad tenía delante o se encontraba junto a mí.

Toda mi vida he huido de la verdad, he tenido miedo de la gente y la sociedad, edificios altos, coches rápidos, ruido y gente frenética caminando por la ciudad. Asustada por el miedo conocí al bien y al mal pero siempre yo tras una sábana diciendo: “No me veas, pero déjame entrar”. Entraré escondida ante tu presencia porque no quiero que me veas jugar, reír, ni cantar… Yo soy un fantasma y tu dicha me recuerda que yo elegí mi malestar.

Ojalá lloviera y se llevara el agua lo que esta carta anuncia, denuncia y bien adentro quiere aceptar y es que viví escondida y ni siquiera la cabeza desde mi casa móvil pude asomar.

Vida mía, dame fuerza para que pueda destapar mi belleza, mi alegría, mi sonrisa interna y mi bondad.

¿SUEÑAS? ¡VIVE!

Vídeo

¿Es la vida un sueño? ¿O eso que sueñas puede ser tu vida?

¿Qué harías con tu vida si te atrevieras a soñar y poner esos sueños en práctica? ¿Qué harías si supieras que ello te va a traer la máxima felicidad? ¿Qué harías? ¿Qué deseas? ¿Qué te gusta? ¿A qué dedicarías tu tiempo si no importara la opinión de los demás? ¿Cómo sería tu vida si no necesitaras comprar el amor de los demás? ¿Qué te rodearía si desde tu corazón tomaras tú tus decisiones? ¿Qué olores habrían? ¿Qué te ves haciendo? ¿Habría gente a tu alrededor? ¿Quizás naturaleza? ¿Y color? ¿Brillo? ¿Frío o calor? ¿Cómo dirigirías tu vida si no necesitaras el dinero? ¿Cómo dirigirías tu vida si no hubiera un mañana que construir? ¿A dónde te dirigirías si supieras que en ese destino se te espera con los brazos abiertos?

¿Qué le pides a la vida?

¿Qué necesitas?

¿Qué te hace sentir viva?

¿Qué haría que te levantaras por la mañana con una bella sonrisa?

¿Qué lleva tiempo pidiéndote tu corazón?

¿Y tu cuerpo? ¿Eres dueña de tu bello, sofisticado e increíble cuerpo? ¿Qué podéis hacer juntos? ¿Dónde le llevarías? ¿Qué necesita?

Publico aquí el vídeo que ha suscitado todas estas preguntas y confío en estar ya manos a la obra para vivir de lleno cada una de las respuestas.

“Ve con confianza hacia la dirección de tus sueños. Vive la vida que has imaginado.” Thoreau