DUDAS

Mi mente ha viajado estos días, se fue de mí. No he estado. Ni conmigo. Ni con nadie. Me he ido. A otro lugar. A otra parte. Y no sé cuándo.

Ahora hablo y reconozco lo poco que he querido ver lo que pasa por mi vida en estos momentos.

Es como si cualquier orificio por el que mi mente pudiera recibir información de lo que estaba ocurriendo, se hubiera cerrado.

Como si dentro de mi cráneo no hubiera habido espacio para una mente activa y despierta.

Como si la mejor opción tomada por mi armazón de mujer en dudas no hubiera podido ser otra que desterrar a mi cerebro del cuerpo al que, supuestamente, pertenece.

No hay problema mental que pueda evitarse agachando la cabeza y echando a correr.

Los pensamientos nos persiguen puesto que nos pertenecen.

Las decisiones nos esperan a la vuelta de cada esquina a la que llegamos.

Somos responsables de este cuerpo que tenemos y de la vida que le damos.

De nada sirve querer huir de lo más básico.

Está claro que si los pensamientos se agolpan, golpean, bloquean o hacen difíciles nuestros pasos es, simplemente, porque quieren que paremos para poder decirnos algo.

Captura de pantalla 2016-02-02 a la(s) 18.37.31

ESPACIO PARA EL DOLOR

Captura de pantalla 2015-07-27 a la(s) 19.31.42

No sé cómo llevas tú eso de que las cosas duelan, tampoco sé si eres de los que las siente, las ignora o las consigue sortear de alguna manera. Yo soy de las que un pequeño golpe, me noquea, me deja K.O. Sí, también soy de las que goza con las pequeñas y diminutas experiencias.

Pero yendo por los derroteros que vamos, es decir, caminando el sendero del lado oscuro del dolor; he de confesar que he “pecado” de quedarme allí mucho más tiempo del necesario.

Hay personas que tienen tanto sufrimiento acumulado desde la infancia que han quedado insensibilizadas. Es tal la profundidad de la herida que llevan que ya no consiguen sentir las pequeñas frustraciones que se les presentan en la vida. En cuanto ven venir algo que les pueda mostrar su portentoso sufrimiento, salen despavoridos en otra dirección. No quieren ver de frente sus agonías, sus necesidades; utilizan un mecanismo de defensa para proteger esa aparente estabilidad de que nada les afecta internamente. Huyen.

Hay otras personas que esto del dolor se lo toman de otra manera. Se lo beben a tragos largos y hasta lo disfrutan. Se regodean con lo doloroso, les fascina la nostalgia, hacen arte con las lágrimas guardadas y usan todos los momentos de “bajón” para aprender algo de ellos. No está mal, siempre que no se convierta en una adicción.

Y bueno, los hay también que saben mirar los asuntos del dolor con distancia. Sienten un poquito, lo saborean con la puntita de su lengua y deciden continuar caminando por las sendas de lo fácil y lo sencillo. Utilizan mucho la cabeza y le dejan cierta voz al corazón- unos más y otros menos. Se cae en la posibilidad de ignorar la profundidad de una herida y poder sanarla del todo; aunque también se abre la opción de que la vida te vaya curando poco a poco, sin necesidad de que tengas que meterte de lleno en cada duelo.

Diré que esta última manera descrita de llevar el dolor es la que, últimamente, más me está llamando la atención. Yo siempre he sido de zambullirme en pozos oscuros, he extraído mucho alquitrán y me he pringado de pies a cabeza. Creo que me lo he pasado bien; pero puede que me haya perdido rayos del sol que sí brillaban a no muchos metros arriba de mi cabeza.

Y, por eso, por mi tendencia a acampar en los estados de ánimo melancólicos y paralizantes, comencé a tomar a otras personas como ejemplo: aquellas que sienten pero también PIENSAN.

Y es que en el mundo del CORAZÓN (y no hablo de prensa rosa) se ha establecido una guerra campal contra la cabeza. Aquellos que nos dimos cuenta de que vivíamos regidos por leyes mentales arcaicas y, muchas veces, impuestas desde el exterior; decidimos cambiar de capitán de barco y comenzar a escuchar a nuestras emociones. Eso sí, en la radicalidad que caracteriza a aquellos que quieren romper con todo, decidimos que la voz de nuestra cabeza era algo malvado que había que ignorar. A partir de ahora, nos dijimos, “¡CORAZÓN Y PUNTO!”

Y, claro, así me fue. Podría pintar un cuadro de 1000 metros cuadrados con todo tipo de emociones que descubrí y que todavía no han sido registradas en el diccionario. Y… que sí, que sí… que me lo pasé muy bien… pero acabó resultándome cansado.

La cabeza encontró su lugar en mi cuerpo y ya entendí que de ella también puede salir una voz dulce y pacificadora de fieras. El mundo de la razón no es tan temible como pensaba y resulta que vienen de él mensajes que encuentro amigables y de gran utilidad. E incluso los pensamientos hostiles comienzan a tener un hueco en el espacio de este corazón que se va abriendo a escucharlos.

Solo se trata de…

Sentarse a SENTIR si eres un cerebrito racional que no siente nada.

ó

Sentarse a PENSAR de manera práctica si eres una fiera salvaje e indomable que sigue los dictados de su corazón a cada instante.

Haciendo que haya un equilibrio entre cuerpo, corazón y mente; y tocando fondo pero sabiéndonos impulsar con el uso de nuestros pies que para eso están.

Que en la vida hay muchos amaneceres, todos únicos y especiales, y tenemos que verlos TODOS. Eso de andar escondidos bajo las sábanas de nuestra cama, ya no se lleva nada.

ESTÍMULOS

Lo encontré”- me dije. “¡Esto es!”- pensé. Sí, me convencía a mí misma de que aquello era exactamente lo que andaba buscando.

¿Estás segura?”- me respondías. “¿Qué necesidad tienes de corroborarte a ti misma que has encontrado aquello que creías estar buscando?”.

No lo sé” – te respondí. “Quizás sea esta avalancha de cambios que le hacen a una buscar desesperadamente algo estable y fructuoso”.

“Algo estable y fructuoso…”– repetiste mientras fruncías un poco el ceño como intentando entender a qué me estaba refiriendo. “¿Te refieres a que quieres encontrar algo calmado, pausado a la vez que rítmico, repetitivo, cíclico y predecible?”.

“Sí, ¡exactamente! Y, además, quiero que, dentro de su calmada y estable continuidad, dé frutos y sea algo beneficioso”.

“Voy entendiendo…”.

“Quiero observarlo, cuidarlo, quererlo tanto como amarlo… sustentarlo con mi confianza, atesorarlo…”- mi corazón se iba abriendo mientras mencionaba estas palabras.

“Lo que quieres es llorar. Lo que quieres es gritar. Lo que quieres es bañarte en un mar de lágrimas y, de alguna manera, salir de ahí liberada”.

“Puede ser…”- respondí.

“Sí, lo que quieres es expresarte, comunicarte, sentir lo que llevas dentro. Lo que necesitas es relajarte, dejarte vivir entre las dudas que te atormentan. Dejarte ser exactamente cómo eres… Ya te lo he dicho más de una vez, no saber nada acerca de la nada es humano y natural”.

“¿Y por qué me empeño en entender cada posible misterio?”– pregunté.

“Eres avispada, astuta, una persona llena de vida y ansiedad”. 

“¿Qué es la ansiedad?”.

“La ansiedad es aquello que uno siente cuando busca desesperadamente algo”.

“¿Te refieres a esa sensación que uno tiene cuando cree que hay algo escondido en algún lugar y cree que tiene que encontrarlo, poseerlo, exprimirlo y atraparlo?”.

“¡Exacto! La ansiedad es aquella sensación que sienten las personas que creen que les falta algo. Es cómo si  fueras un conejo al que le esconden constantemente una zanahoria. Siempre alerta buscando un tesoro que, potencialmente, un día vas a encontrar”.

“No sé… Me dejas pensativa…”.

Se hizo un silencio.

“El conejo quiere la zanahoria”- repliqué retomando la conversación.

“Si…” 

“Es natural” – continué.

“¿Por qué?”

“Bueno… la zanahoria es de color naranja, apetecible, …”

Empecé a sentir furia dentro de mí.

“¡El conejo ha sido programado para buscar zanahorias!”– dije algo cabreada.

“Eso no es verdad”- recibí como respuesta. “El conejo está tan alterado que necesita ir en busca de la zanahoria… Y lo que tienes que pensar es qué ha podido ocurrir para que el conejo no pueda dejar de intentar cazar estímulos externos; qué le habrá pasado al conejo para que su lugar actual siempre le empuje y le expulse hacia otro lugar nuevo”.

 

“Inconformismo”– se oyó de una voz que venía de ningún sitio.

 

“Desesperanza”- se escuchó otra voz.

 

“              V  A  C  Í  O            ”

                                            respondí yo

ANHELOS

ANHELANDO LA VERDAD

Ayer, observando este dibujo que pinté hace un par de semanas, me pregunté qué pretendía yo expresar en aquel momento. La chica espira de su boca la frase «longing for TRUTH» que significa «anhelando la VERDAD». La palabra VERDAD se encuentra dentro de un corazón que a su vez es iluminado por una luz interior.

«Anhelando la VERDAD». Sí, es cierto, yo ahora mismo lo que más anhelo es vivir en la verdad, en la realidad, en contacto con aquello que llene mis días de significado. Anhelos, anhelos… la vida se nos puede pasar anhelando algo que creemos que no tenemos.

Decidí mirar en el diccionario. ¿Qué significa anhelar? ¿Qué es eso que nos ocurre cuando tenemos la vista puesta en algo que supuestamente ahora nos falta? Bien, las definiciones resultaron ser muy interesantes:

(Del lat. anhelāre)

 1.   Tener ansia o deseo vehemente de conseguir algo.

 2.   Respirar con dificultad.

3.   Expeler, echar de sí con el aliento.

 ¡Sigo sorprendida con la perfección en la que estos tres significados se entrelazan entre ellos!

1. Cuando deseamos fuertemente algo podemos caer en la ansiedad que es a su vez un estado de agitación e inquietud en nuestro ánimo.

2. Cuando nuestra mirada está puesta en el futuro, no está puesta en el presente. Nos desconectamos de nuestro cuerpo, dejamos de respirar profundamente lo que aquí está ocurriendo, lo que ahora se nos está dando.

3. Finalmente, cuando anhelo algo que creo que ahora no tengo y lo busco fuera, puedo acabar precisamente consiguiendo eso: expulsándolo fuera de mí, alejándolo de mi de tal modo que no esté a mi alcance.

Y sí, estas definiciones nos ayudan a entender un poco más de qué material están hechos los deseos, los anhelos.

Los deseos son bellos, propios del ser humano. Llenan nuestra vida de color y son los encargados de fijar destinos para los caminos que nosotros mismos planeamos. Sin embargo, una vez tu deseo haya sido reconocido y tu camino haya sido mentalmente trazado, mantén tus pies bien atados al suelo. No te pases los días mirando fijamente a aquello por lo que comenzaste a caminar. Tú camina, disfruta de cada etapa, disfruta de cada día, saborea cada minuto. Esto es todo lo que ahora tienes y, si te paras a observarlo, descubrirás que es mucho más de lo que creías tener.