El amor mueve montañas.
Pero también las saquea, las destruye, las quema.
También las hace arder, las consume, las devasta y las asola.
El amor que nutre también devasta, también destroza, también arrasa. También se lleva de un solo golpe todo lo nuestro de nuestras manos.
También nos dice, sin piedad y sin demoras, que poseer es solo un verbo y una ilusión que nos arrastra. Que creemos tener el mundo cuando en nuestras manos, no hay nada.
Apretamos fuerte los puños, la mandíbula y la mirada, intentamos controlar que no nos quiten la familia, las ganancias, la confianza o nuestra casa. Pero la vida planta cara y se antepone a quienes buscan dominarla.
O me rindo o me destroza.
Hay algo más poderoso, grande e inteligente que yo.
No buscaré más controlarla.
La vida es un torrente y yo no soy su agua, tan solo el canal por el que ella pasa para regar, nutrir, sanar, llevarse, transformar y eliminar aquello que ella escoge y que de mi comprensión escapa.