Podría decirte que el infierno no existe. Podría engañarte. Hacerte creer que las flores crecen en lugares desérticos y que incluso la lluvia riega los lugares más inhóspitos. Podría engañarte con el brillo de una mirada, seducirte con un perfume cautivador. Podría embriagarte a altas horas de la madrugada. Podría hacerte arder en un suave y delicioso calor. Podría entregarme abierta a la inmensidad de tus brazos. Beberte borracha. Deshacerme de juicios y de pudor.
Podría gritarte hasta caer barrida hacia atrás por la intensidad del sonido. Borrar todas las letras que escribo. Descomponer esta puta realidad.
Podría volar dejando un rastro dormido. Desaparecer como aquella diminuta luz que sucumbió en su propia oscuridad.
Podría acariciarte cuando camines perdido. Ser esa loca que gira sin sentido. Volver los ojos hacia dentro cuando te muestres despierto. Fraccionar este dolor que se siente tan intenso. Y verterlo en el suelo.
Que los perros laman aquello que debería vivir en el olvido. Déjate de rollos, amigo. No confundas corazón con castigo.
Bailemos al compás de un suave y dulce vals. Busquemos aquellos trozos de carne que tienen el color de la sangre. Despiértame con la brisa que se mueve a tu paso. Cántame con el alma, dánzame con la calma.
Ven a la fiesta de esta cama en llamas.
Fotografía de Anne-Laure Etienne