A nadie le gusta que le echen el anzuelo. Es bastante incómodo ir agarrado desde una parte de tu cuerpo mientras otra persona tira de ti. Simplemente, no es natural, tampoco es sano.
Sin embargo, sin darse uno cuenta, se encuentra que también uno mismo tira la caña con intención de pescar. Y, lamentablemente, cuando alguien pica –normalmente, gente con sentimientos de culpabilidad que cree que tiene que complacer a los otros-, uno se ve tirando de esa vulnerable persona hacia sí mismo.
Me he visto muchas veces en la situación de ser pescada y “tirada” hacia otras personas y me he quejado mucho por ello. He visto la falta de respeto hacia mi libertad, las malas interpretaciones por el hecho de querer nadar libre y mucha hipocresía por quererme tener en peceras en las que no quiero estar, simplemente por espacio y por no ser mi habitat natural.
También, me he visto a mi misma, abriendo la boca para que me pesquen, queriendo evitar la culpa nacida por comentarios desagradables que vienen de esos pescadores que me llaman egoísta por no querer nadar cerca de ellos.
Sin embargo, como decía, con todo el dolor de tu corazón, el día menos esperado, te ves tú haciendo exactamente lo mismo con otros peces del océano que quieren nadar libres. Y te preguntas, ¿por qué no les dejo nadar? ¿qué obtengo cuándo los quiero atrapar? ¿por qué necesito tenerlos a mi lado?
Es importante distinguir entre estar en paz con los demás o estar en un conflicto de posesión del uno hacia el otro. Si, de verdad, amamos a ese otro pez, tenemos que hacernos una primera pregunta: ¿lo amo en libertad o en cautiverio? Y si resulta que el amor que siento por él, solo se da cuando tengo a ese pez cautivo, entonces, necesito preguntarme: ¿realmente le amo o lo que me ocurre es que le necesito para llenar algún vacío personal?
Por eso, cuando me veo tirando la caña, cuando me observo fijando los ojos en el exterior en busca de ese otro pez que llenará mis vacíos, paro un momento y pienso: ¿qué es lo más bello para ese pez? ¿Realmente lo mejor para él es venir a mi lado? ¿Hay algo que yo pueda hacer por mí antes de ir en su captura?
Para evitar malas interpretaciones, diré que es muy sano ir en busca de otros. La diferencia está en el modo de hacerlo. Si yo abro mi corazón y me sincero y le digo al otro: “Mario, mira, hoy la verdad es que me siento regular. Me encantaría contar con tu apoyo, ¿podrías venir a mi lado?” o “Mario, te quiero mucho y disfruto mucho estando a tu lado, ¿podrías venirte y pasamos un rato juntos?” Entonces, le estamos dando la libertad al otro de elegir su propia acción y estamos compartiendo con él toda la información de cómo nos encontramos y el motivo real por el que queremos estar a su lado. Ahora bien, debemos ser valientes y saber afrontar una negativa.
La otra manera de hacerlo -tirando la caña y trayendo a cualquier precio a la otra persona hacia nosotros- es la que, idealmente, deberíamos evitar.
Sé que amamos a otras personas, que nos hace ilusión compartir tiempo con ellas, que uno se siente muy bien por dentro cuando está con gente que le halaga o le mira con ojos de amor… Pero tenemos que aprender donde termina nuestro espacio y donde empieza el suyo. Necesitamos confiar en que, si esa persona también nos ama, volverá una y otra vez a nuestro lado. Sin necesidad de amenazas o trucos sentimentales para mantenerle cerca.
Hablo de esto con la experiencia de ser pescada pero, también, con la muy madura experiencia de pescadora experta. Amo a esos pececillos que, a veces, desde mi ignorancia, intento pescar. Y, porque los amo, porque me acabo dando cuenta de mis actos, los suelto de nuevo y los dejo nadar libres en el mar. Ellos, si quieren, volverán. Necesito soltar la caña, soltar el control, las ansias, las cuerdas… y confiar en la abundancia y en el libre flujo que se da para todos los seres dentro del mar.
Sí, veo ahora que, cuando estoy en la pecera, es cuando quiero pescar a otros para que estén junto a mí en un espacio pequeño que me hace sentir infeliz. Sin embargo, cuando me encuentro nadando libre y feliz en el inmenso mar, entonces no necesito tirar de nadie y respeto a todos esos peces que nadan tan libres como yo.
Lo mejor será que todos salgamos al vasto mar y dejemos de reclamar satisfacciones externas dentro de nuestras peceras.
Lo mejor será respetar la libertad de esos que ya nadan fuera y tomarles como ejemplo para salir a nadar libres también.
De la pecera a un charco, del charco a un lago, del lago a un gran río, del río al mar y del mar al océano. ¡Exige libertad! ¡Da libertad! ¡Sé la LIBERTAD!
; ) Y, ahora, me voy a disfrutar de la playa!
Dibujo realizado por Vishal, Ramana ´s Garden, Rishikesh