Yo soy maravillosa, ¿a caso no habíamos hablado de esto antes?
Quizás hayas visto el brillo de mis ojos o puede que te hayas quedado enganchado mirando los vaivenes en mi bello caminar.
Hay muchas cosas que me hacen maravillosa. Creo que la más especial de todas ellas es el simple hecho de ser yo.
Últimamente, me he estado dando cuenta cómo yo soy el resultado de millones y millones de años y espacios en la historia y cómo todas las personas, sucesos y fenómenos que se dan a mi alrededor afectan a la materia de la que estoy hecha. Es fantástico observarse a una misma como el cúmulo de cientos de factores externos y a la vez saberse única y completamente dueña de su propio estar y sentir.
Ese ha sido el aprendizaje más grande que he tenido últimamente: que yo me pertenezco. ¿No es asombroso? Nada de lo que yo soy es mío y, sin embargo, mi ser depende de mí. Mi cuerpo depende de cómo le trate, el camino que pise depende de las decisiones que tomo, las cosas que me digo se deciden dentro de mí, lo que se me presenta en el mundo exterior es alimento que yo decido si cocinarlo, retirarlo o almacenarlo en mi mundo interior.
Que todo depende de mí era un hecho que antes me asustaba. Digamos que no quería escuchar que yo, la pequeña yo, tenía que hacerse cargo de tal empresa como es la vida. Pero, ahora, parece que mis firmes pies sonríen al encontrarse con el suelo y el sendero se abre para que yo camine de manera autónoma, responsable y decidida por él.
Caminar de manera autónoma no implica que camine sola. También he visto últimamente que uno únicamente está solo cuando cierra los ojos. Solo hace falta un simple pestañear de manera consciente para verte rodeada de cientos de personas que transitan este mundo extraño contigo.
Como decía una amiga el otro día: “el trabajo lo hace uno solo pero ahí están todas las demás personas para apoyarte, sostenerte y caminar junto a ti”. Y, si todavía no has encontrado a esas personas, es quizás porque has puesto la mirada precisamente en aquellas a las que no les corresponde ir por tu mismo sendero. Así que pregúntate: ¿respeto que ellas decidan su propio camino a pesar de que no transiten el mío?
Hace falta un poquito de valor para meterse en la vida de lleno con todos esas personas que nos rodean y hablan, se mueven, gritan, ríen, lloran y se comportan de maneras ajenas a las que nosotros podemos entender. Pero, una vez entras, no hay marcha atrás, ya estás en medio, ya estás en el ajo. Y, entonces, estás viviendo, de verdad, en la realidad. Ya dejamos de lado la protección de los cuentos mentales que nos aíslan de todo lo exterior y nos piden que no nos mostremos o no seamos nosotros mismos.
Hoy escribo esto y lo suelto de manera desordenada, quizás sin muchos nexos y dejando que sean ideas sueltas disparadas. Pero como decían unos profesores que admiro mucho: “un poeta escribe poemas”. Que viene a decir que, si tú pintas que pintes (sea bonito, feo o regular), si tú eres de relacionarte con los demás que te relaciones (lo hagas bien, mal o regular), si tú disfrutas escribiendo que escribas, si tú haces algo en particular que lo hagas, si tu eres un humano que vive que vivas. Sí, eso, que no esperes a que llegue tu expresión o tu acción más perfecta, sino que seas tú y dejes salir de ti eso que quiere salir. Que te expreses libremente y de la forma más habitual y fluida posible. Y que dejes a un lado ese filtro innecesario de calificarte a ti o a tus acciones con adjetivos como bueno, bonito, malo o regular ya que eso solo impide que haya más de ti en el mundo.
Saca a tu «yo» a pasear ahí fuera y muestra todo lo que nace de dentro de ti ya que hay muchos ojos que quieren sonreír con todo aquello que tú compartes.